Editorial Amarante Opinión

Amarante… La Palabra

En la palabra Amarante encontramos un universo muy cercano a la literatura, pero antes de detallar su contenido inmerso, hay que señalar que la palabra como vulgarmente diríamos es redonda, por su armonía y sonoridad. Sin ser excesivamente melódica contiene una cierta fonética grandilocuente pero sin llegar al exceso, no es ampulosa ni rimbombante, se sitúa en ese difícil límite de la grandiosidad, y empieza por la primera letra del alfabeto, nuestra alfa; por donde todas las cosas debieran comenzar, por el principio, como si tal fueran los cimientos sólidos de cualquier obra.

Si nos sumergimos en el vocablo encontramos las palabras más bellas, algunas de las de mayor transcendencia para el hombre, pero también las más rechazadas; por eso está justificado el Universo en Amarante. Pocas veces, seis letras se conjuran con la magia de las matemáticas para decir tantas cosas.

AMAR (por alguna extraña razón recordamos a Tolstoi, a su Ana Karenina), AMARTE (la poesía de Pedro Salinas), TE AMARÁN (el recordatorio impositivo al desdichado e inmenso poeta Cernuda), AMARÉ (los románticos por encima del amor platónico), MAR, MAREA (nos obliga al recuerdo de Alberti y su Marinero en Tierra), META (la que se ha planteado Editorial Amarante como reto a los nuevos tiempos), pero también MATAR, MATEN, RETAN (toda la novela negra, la parte más oscura del hombre), RATA (quien no haya leído a Albert Camus acaso le falte algo para comprenderse, pero también la magistral obra de Delibes), RAMA (nos traslada a la India, pero también es el nombre de la nave espacial imaginada por el genio Arthur C. Clark), REMA (Lord Byron cada vez que recordamos la película de Gonzalo Suárez), MANTA (El pez que parece volar por el océano y su visión proporciona sosiego y equilibrio), y muchas otras más que encontraremos en un juego acaso diabólico y divertido.

Más allá de la toponimia, por ejemplo en la ciudad de Portugal, y de apellidos más o menos ilustres que portan Amarante, tenemos que fijarnos en la concomitancia relacionada con su todo, botánica en ocasiones y feminidad derivada de la belleza floral.

O su origen griego, la etimología nos traslada a un significado muy revelador: lo que nunca marchita, lo que nunca decae, por eso se aplicó a la violácea flor del amaranto que usaran los Incas para decorar sus tumbas, los Mayas y Aztecas consumieron los granos de su fruto como alimento muy nutritivo. En España conocemos una de sus variedades, la quinoa. Vemos que la planta lo tiene todo, como la palabra. Pero es la literatura, y en especial el genio de García Márquez quien ponga nombre a uno de sus personajes principales de Cien años de Soledad dando feminidad universal a un vocablo tan mágico, como su realismo, Amaranta Úrsula.

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