Francisco F. Micol Opinión Redactores

Cultura, letras y sociedad. La columna de Francisco Micol

«La gozosa armonía de la denominada convivencia empieza y termina con la cultura»

 

«A mayor ignorancia, tanto colectiva como personal, más fácil será la dilución humana y sus infinitos valores»

Hay dos factores decisivos en la interrelación humana que Arthur Schopenhauer nos explica de forma expresa en su obra El mundo como voluntad y representación. Básicamente se trata de estudiar cómo el individuo influye en la sociedad y, por ende, cómo la sociedad incita al individuo.

Los valores colectivos no son, por desgracia, el sumatorio de los parciales individuales. La persona ha de estar forjada en un contexto no exento de inquietud, allá donde pueda encontrar valores y referencias que engarcen con su personalidad. Esto es vital para el individuo como miembro aislado; la soledad, en bruto, no es una desgracia, sino una imperiosa necesidad.

Schopenhauer
Schopenhauer

De esta manera, cada persona va forjando su ideología e interés en pro de sí mismo, ante todo. Fue dicho que la caridad bien entendida comienza por uno mismo. Y es cierto. Pero es obligación del individuo tener ambiciones culturales, es decir, conocer de dónde viene para decidir a dónde quiere o puede llegar.

La ignorancia, de la que tanto nos habla Baltasar Gracián, es nata para cada persona. Nacemos ignaros y nos vamos enriqueciendo con el conocimiento del lenguaje, cosa que puede resultar manida pero que debemos analizar meticulosamente.

El pensamiento, y hablo del individual, no surge como algo abstracto. Si nos detenemos para su estudio, encontramos que toda idea requiere de una herramienta; sin ella es imposible razonar o, más todavía, sentir nada. El lenguaje es tan necesario como el aire que respiramos. Merced al mismo podemos expresarnos y entender a los demás en las funciones más básicas del mundo: pedir comida, escuchar una pregunta, responder a la misma, etcétera. Por lógica, cuanto más conozcamos el lenguaje, más y mejor podremos forjarnos como individuos que han de influir en su contexto inmediato y luego en otros venideros.

El poeta Baltasar Gracián
Baltasar Gracián

Fue dicho que la cultura es aquello que nos queda después de haber estudiado. Curiosamente no hay una sola cultura, sino muchas, y todas a cuál más interesante. Por definición, cultura es el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Parece evidente que sin cultura no será posible disponer de un juicio individual crítico. Subrayo lo anterior para descollar la importancia de la cultura en toda persona más allá de su recelo a poderla adquirir. No es un lujo, ni un capricho, tampoco la excentricidad de algunos (con barba, bigote y melena desgreñada) ni la indolencia de muchos, no.

El conocimiento de lo que nos rodea debe ser prioridad para cualquier persona que se precie de serlo. Vivir en la ignorancia resulta mucho peor que ser invidente. Debemos aprender a formular una pregunta aparentemente simple: ¿por qué? La misma nos ha hecho evolucionar como jamás hubiéramos imaginado, basándonos en la búsqueda de todo lo que vemos, sentimos y sucede en nuestro derredor.

La gran virtud del lenguaje es su dualidad: el hablado y el escrito. Por el último vamos a conocer ideas, conceptos, lucubraciones, logros e inquietudes de muchas personas que ya no están entre nosotros. También, nos vamos a sumergir en conocimientos y sensaciones que, pese a ser ajenas, han de enriquecer nuestro propio juicio. Es evidente que no podemos permitirnos ser ignorantes. Toda emoción, propia o ajena, tiene muchos resortes que debemos conocer para saber cuál es nuestro cometido en esta vida.

La sombra de las sabinas, próxima novela de Francisco Micol
La sombra de las sabinas, próxima novela de Francisco Micol

La ya mencionada individualidad es un basamento donde deberemos ir ubicando sensaciones propias al tiempo que otras diferentes, desde luego ajenas a nosotros mismos. Debemos aprender a pensar, cosa que no sucede maquinalmente; hemos de conocer otras inquietudes para poder asumir las nuestras. Y así será posible y hasta loable conjugar nuestra personalidad con el contexto social que nos rodea.

A mayor ignorancia, tanto colectiva como personal, más fácil será la dilución humana y sus infinitos valores. Ese desconocimiento imperioso que nos atenaza cada vez con mayor intensidad, hace posible que el colectivo nos engulla para beneficio de nadie. No somos máquinas, desde luego; estamos obligados a comparar nuestras ideas con otras, a lograr un juicio propio, a intervenir (influir favorablemente) en la sociedad aportando nuestras deducciones cotidianas.

La gozosa armonía de la denominada convivencia empieza y termina con la cultura, con el conocimiento de lo propio y de lo ajeno. El lenguaje es nuestra herramienta, sin olvidar que la pintura, la música y la escultura son otros estilos que también debemos aprender a valorar y comprender.

Francisco F. Micol

Fotografía de portada: «Japón5» copyright Ignacio de Tomás; Fotografía de Schopenhauer y Gracián, de dominio público cortesía de Wikipedia.

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