Desde que tengo uso de razón he pensado siempre que aquí, en esta España nuestra, no da tiempo a que termine una fiesta para que empiece otra. Si no es festividad nacional, lo es autonómica, provincial o local, pero siempre hay una fecha que celebrar.

Si no, a nivel familiar siempre habrá un cumpleaños, un bautizo, una boda o cualquier evento que merezca ser festejado. Debe ser nuestro carácter alegre y juerguista el que nos lleva a reunirnos con los amigos, hacer barbacoas o salir a tomar unas cervezas para celebrar que es viernes. No hay nada de malo en eso, cada cual busca la felicidad a su manera, porque en definitiva de eso se trata la vida como única finalidad. Lo que me hace cuestionarme que tanta fiesta nos lleve o no a encontrar la felicidad que buscamos, es que ésta se convierte en una salida desesperada a la rutina, muchas veces gris y desagradable. Lo que verdaderamente me preocupa es que siempre haya demasiado ruido externo que no nos deja oír esa voz interior que nos habla con sabiduría, pero que la mayoría del tiempo es silenciada.

Quizás si dejáramos de tener como meta esos días vestidos de gala y marcados de rojo en el calendario, como si fueran los únicos en que podemos ser felices, entonces quizás podríamos serlo durante más tiempo. Todo es cuestión de actitud, quizás lo conveniente sería revisar nuestra lista de prioridades en lugar de malgastar la vida esperando que llegue las vacaciones de Semana Santa, la Navidad o los quince días de vacaciones de verano. Tengo claro que la felicidad no es un estado de exaltación momentánea ni se limita a un período de tiempo, la felicidad es un estado de calma que nos acompaña a diario y que nos hace reencontrarnos con nosotros mismos. Pero para eso debemos guardar quietud y silencio para descubrirnos y saber qué queremos. Existen muchas maneras para comenzar este proceso, arduo pero no imposible. Uno de ellos sería practicar yoga o cualquier otro tipo de terapia alternativa que nos situé en el presente, en el aquí y ahora, para poder disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Leer sería otra alternativa para quien desestime las ofrecidas antes, nada mejor que una buena lectura para hacernos disfrutar de mundos desconocidos, historias apasionantes nunca imaginadas, paisajes insospechados, que nos hacen vivir a la par que sus protagonistas y que nos hacen crecer irremediablemente. Tan al alcance de la mano que solo basta con abrir un libro y leer.

Disfrutar del día a día, es lo que verdaderamente le da sentido a nuestra vida. La felicidad no debería quedar restringida a ciertos días marcados en el almanaque, la felicidad se puede construir a diario, con mínimos gestos que hagan mejor nuestro camino.

Isamar Cabeza

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