Isamar Cabeza Mujeres extraordinarias Redactores

María Elena Walsh: la poesía como escudo contra las injusticias

Nacida en Ramos Mejía en 1930, María Elena era argentina de nacimiento aunque por sus venas corría sangre inglesa por parte de padre y hasta un tanto por ciento de sangre andaluza por parte de la abuela materna. Sus padres, Lucía Elena Monsalvo y Enrique Walsh contrajeron matrimonio al enviudar éste, quien aportaba cuatro hijos al matrimonio, más dos hijas en común que serían María Elena y su hermana Susana.

Un gran caserón en la ciudad de Ramos Mejía fue la residencia de la gran familia, lugar donde los más pequeños encontraban espacio donde correr y poder jugar compartiendo espacio con las gallinas, los perros y los gatos.

Esa libertad que la niña gozó, contrastaba con la tradicional educación de la clase media porteña, de ahí quizás su particular manera de ver el mundo desde bien pequeñita.

Con tan solo quince años María Elena, la chica rebelde y tímida publicó su primer poema en una revista y a partir de ahí todo comenzó. A raíz de la muerte de su padre en 1947, María Elena (que tenía entonces 17 años) publica su primer poemario dedicado a él, que la descubre ante el mundo literario hispanoamericano siendo alabada por escritores de la talla de Pablo Neruda o Juan Ramón Jiménez. Con este último sin embargo, viviría la chica una experiencia nada agradable, pues tras ser invitada a casa del escritor onubense en Maryland y convivir con él durante seis meses, en sus memorias queda registrada la descortesía e incluso rudeza con que la trató.

La figura de María Elena empieza a cobrar una importancia en el mundo literato porteño bastante considerable. Comienza a escribir ensayos para más de una publicación y se integra con facilidad en los círculos literarios de la capital argentina, pero, y aunque no lo aparentara, ese ritmo le hacía sentirse estresada.

Los perjudiciales sentimientos que se generan a su alrededor en lo que literatura se refiere, unidos a su homosexualidad (reprimida y celosamente callada) y el panorama político bipartidista la hacen sentirse terriblemente insatisfecha, malestar que no duda en exteriorizar en sus escritos.

En 1951 María comienza una relación amorosa con Leda Valladares, artista tucumana con quien formara también dúo musical y harán giras, cantando canciones folclóricas como carnavalitos o bagualas que las hará viajar hasta Paris.

El éxito las acompaña hasta que las diferencias surgen entre ellas y la relación termina en todos los aspectos, pues si por un lado Leda reivindicaba conservar el folclore y la esencia del indigenismo, María sugería nuevas creaciones tomando como base el folclore pero además introduciendo valores como el pacifismo, el feminismo o la justicia social.

Su creatividad no tenía límites y no satisfecha con el éxito alcanzado hasta el momento, comenzó a escribir para el público más pequeño, para los que creó todo un mundo de personajes, cuentos y poemas que hasta hoy día nos acompañan como es el caso de la aventurera tortuga Manuelita.

El éxito de sus poemas arrastraba el soniquete del estilo nonsense británico heredado por las canciones que sus abuelos cantaron a su padre y éste a ella, más la musicalidad que su voz aportaba a sus letras que encandilaban a chicos y no tan pequeños. Tal fue su éxito que se convirtió la chica sin pretenderlo, en emblema cultural de más de tres generaciones de argentinos que hasta nuestros días la recuerdan con un inmenso cariño y mucha ternura.

Profunda, sensible y comprometida con su entorno, inventó un mundo donde cada personaje personificaba una virtud, un defecto o una etapa de la vida. Llevó a escena sus canciones dramatizándolas, eso la llevó seguidamente al cine, donde también hizo sus pinitos. Pero si algo hizo irremediablemente por amor, eso fue la defensa de su tierra, a quien desde sus poemas defendía como si de un amante se tratara, alzándose como portavoz de una importante parte de la población que como ella se sentía angustiada por el devenir político que Argentina atravesaba.

En 1978 decide no seguir componiendo ni tampoco cantar más en público. Esta decisión viene dada por la angustia que siente por la rigidez que la dictadura militar impone. Aun así y para su sorpresa, varias de sus canciones (Como la cigarra, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la justicia, etc.) se convirtieron en símbolo patriota de la lucha por la democracia. Luchó por su país de la mejor manera que supo hacer con sus artículos, sus canciones y poemas, disfrazando astutamente las quejas y denuncias en inocentes pareados que, a la vez que denunciaban, deleitaban.

Su obra es tan amplia y su legado tan inmenso, que reducir su aportación en un simple artículo resulta injusto. María Elena Walsh murió a los 80 años habiendo sido nombrada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba y Personalidad Ilustre de la Provincia de Buenos Aires a la vez que su labor fue reconocida con premios honoríficos como el Konex de Honor de las Letras Argentinas.

Importante y merecido reconocimiento por parte de su patria, pero si algo la honra verdaderamente eso es su recuerdo inmortal en millones de niños que ya pasan de los cincuenta y que aun recuerdan su infancia impregnada de esa etapa de esplendor de letras y canciones que acompañaron sus horas más felices y tiernas.

Isamar Cabeza

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