Amor por leer Ensayo y Biografía Opinión Pintura Redactores Teresa Álvarez Olías

El pelirrojo que adoraba el color amarillo

Van Gogh retrata los sentimientos, el hálito de la naturaleza viva y muerta, así como la pena de las personas.

Vincent Van Gogh fue uno de los más contradictorios pintores de su época (1.853 en Groot-Zundert -1890 en Auvers sur Oise) y de las posteriores.

Murió pobre, sin apenas vender cuadros y, sin embargo, sus obras son las más cotizadas en nuestros días. No aprobó los exámenes para hacerse pastor de su iglesia metodista, como pretendía su padre y emprendió el camino de la pintura. Sus innumerables cartas a amigos, y en especial a su hermano Teo, documentan sus ansias y sus recurrentes crisis nerviosas.

Anthon van Rappard, Émile Bernard y Paul Gauguin son los pintores que más le influyen, pero se inspira también en las estampas japonesas, así como en los museos y galerías parisinas y desde luego en su entorno. Admira a los maestros Jean-François Millet, Rembrandt, Frans Hals, Anton Mauve ,Eugène Delacroix, Hiroshige, Claude Monet, Adolphe Joseph Thomas Monticelli, Paul Cézanne, Edgar Degas y Paul Signac.

Vincent mira a su alrededor y pinta la vida cotidiana, la naturaleza y la gente con quien trata. La trilla, la noche estrellada, los jarrones de flores, las escenas de labranza, su propia habitación y los retratos de sus vecinos son sus temas preferidos, desplegando una paleta maravillosa de azules y amarillos, un amarillo de sol, oro y espigas que maneja como nadie. En 1.885, mientras Emile Zola, gran autor francés del naturalismo, publica su novela Germinal, Van Gogh pinta Los comedores de patatas, que refleja la miseria de las clases populares en tiempos de hambre. El tono negro de esta obra es tan ilustrativo como los colores que, inmediatamente, cuando viaje al sur de Francia, van a subyugarle, aunque se siente más a favor de Rubens, a quien admira, que del naturalismo reinante. Inicia, a partir de este cuadro una serie de autorretratos donde quiere plasmar su atormentado espíritu.

La estancia en Arlés, aldea en el País Vasco francés, marca su pincel. Recorre la región en las cuatro estaciones del año y transforma en maravillas las imágenes que llegan a sus ojos. En 1.888, tras una fuerte disputa con Paul Gauguin, que le visita en la aldea, Vincent se corta su propia oreja y se retrata con el vendaje que cubre su rostro mutilado. Los vecinos del pueblo, que conocen al pintor, pues le han visto transitar por campos, puentes y cafés, solicitan su internamiento y el autor, tras mucho sufrimiento, accede a entrar en el hospital que dirige un doctor amigo en Saint-Rémy-de-Provence, donde vive un año.

Sale del mismo y se instala cerca de París, ciudad en la que empieza a darse a conocer como pintor. Sin embargo, a los 37 años, en este barrio de las afueras de la capital francesa, Van Gogh se dispara un tiro, del que muere diez días después, siendo atendido por su hermano Teo, que muere tres meses más tarde, de trastornos neurológicos.

A partir del fallecimiento del artista, la publicación de sus cartas y la fama de sus cuadros cruzan fronteras, especialmente en Holanda, Francia e Inglaterra. Su país natal, el primero de estos tres, empieza entonces a reconocerle y proclama que fue estudioso e imitador de los maestros holandeses de del siglo XVII.

Algunos de los mejores cuadros de Van Gogh son La habitación del pintor en Arlés, Los girasoles, La noche estrellada, Retrato del pintor con la oreja vendada, La iglesia d’Auvers-sur-Oise, La Plana de Lánglois y Retrato del Doctor Gachet con botella de digital.

El pintor realizó unos 900 cuadros y 1.100 dibujos, en series de girasoles, de lirios, de autorretratos. Fue maestro de la luz del día y también de la sombra en la noche. Aplicaba los tonos con toques de pincel, sin ser mezclados en la paleta.

Sus colores se funden en la distancia y el ojo del espectador los interpreta. Realiza 37 autorretratos, muchos según su reflejo en el espejo, a derecha e izquierda. Plasma flores, campos de trigo, prados y cipreses, que se extienden ante nosotros saliendo de su pincel, así como lilas y rosas, pues adora la alegría de la primavera, la intimidad de sus vecinos rurales y el encanto de las casas de pueblo en las terrazas de cafés.

Van Gogh queda prendado del atardecer, del brillo de las estrellas, de la sombra de los faroles y los pinta conforme a sus sentimientos de esa jornada. Desde 1.930 su fama se hace universal y se convierte en el pobre, depresivo y asocial más reconocido como artista genial del mundo.

Distintas teorías sobre sus posibles enfermedades mentales, sus discusiones con los pintores a los que admiraba, e incluso sobre su suicidio se suceden desde su muerte, pues la peculiar existencia que mantuvo es fruto de admiración y controversia.

Van Gogh retrata los sentimientos, el hálito de la naturaleza viva y muerta, así como la pena de las personas. Dibuja las flores que desbordan jarrones, el sol que se enseñorea de los campos como un disco de fuego, la oscuridad sembrada de puntos luminosos el cielo y desde luego su rostro, que nos mira atravesando el tiempo y nos expone su cruda verdad.

Teresa Álvarez Olías

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