Ilustración "Le Vampire", de Sir Edward Burne-Jones
Acalanda TV Aitana Monzón Libros Literatura Magazine Mujeres extraordinarias Novela Opinión Recomendación Redactores Reseñas

Roles de género en la literatura de vampiros: masculinidad pusilánime y mujeres activas

La literatura de vampiros del siglo XIX, muestra a la mujer encarnando el deseo, pecado y los miedos de una sociedad estricta que reprime la sexualidad en favor de las prácticas religiosas y del decoro.

La literatura de vampiros como género emerge hacia el siglo XVIII, probablemente debido a la necesidad de agrupar los mitos y leyendas de terror que han estado circulando oralmente por Europa del Este hasta la fecha. Algunas de estas se ven influenciadas por la cultura grecolatina o egipcia. Otras, en cambio, surgen a lo largo de la Edad Media, cuando se asocia la figura del “bebedor de sangre” con el diablo. Originalmente, los vampiros en la literatura son el reflejo metafórico de las amenazas y consecuencias que conlleva la vida libertina dentro de una sociedad estricta y puritana. Así, personifican los tabúes de dicha época: sexualidad desenfrenada, adulterio u homosexualidad. En el caso de la mujer-vampiro, las consecuencias de dichos actos acaban siendo más perjudiciales que en los hombres-vampiro. Estos temas se reflejan en dos de las primeras historias escritas sobre vampiras –“Wake Not the Dead”, publicada alrededor de 1801; y “La muerta enamorada”, por T. Gautier, 1836–, cuya aproximación a los roles de género entre el vampiro y la víctima humana analizaré, centrándome en la restauración del orden patriarcal subyugado por el poder femenino.

Grabado «Les Vampires», de Berthe, 1820

“Wake Not the Dead” presenta la historia de un hombre, Walter, quien, tras haber perdido a su mujer Brunhilda, y aun siendo advertido de no hacerlo, decide resucitarla. De hecho, el título sirve como el eco que constantemente le irá advirtiendo de las consecuencias que pueden acarrear sus actos. La historia ofrece al lector tres tipos diferentes de mujer que, de acuerdo con la teoría freudiana de lo uncanny o siniestro, juegan con la noción de lo familiar y desconocido. Como consecuencia, estas mujeres cuestionarán el orden patriarcal que, desde una perspectiva masculina, necesita ser restaurado. Para la mayoría de lectores varones del siglo XIX, el objetivo de este cuento podría ser el de advertir sobre la correcta –o no– elección de la esposa. Sin embargo, como lectores del siglo XXI, debemos cuestionar las fronteras de género que se dejan entrever en dichas historias.

Para empezar, Brunhilda se muestra como una mujer libidinosa y dominante. Esto, para el contexto de la época georgiana, trae connotaciones altamente negativas puesto que no responde al prototipo de mujer sumisa; es decir: a la norma. Y tampoco se preocupa de las implicaciones que conlleva la maternidad, sino que, al contrario, el narrador la muestra literalmente como una bestia devoradora de niños. Metafóricamente encarna la versión reprimida de su yo pasado, vivo. Esto puede actuar como reflejo, como memoria idealizada en la mente de Walter, quien, a pesar de todo, la sigue viendo igual de hermosa que cuando estaban casados, y puede que algo más apasionada – un adjetivo que su segunda mujer, Swanhilda, no posee. Por esto, desea experimentar la pasión que Brunhilda parece ofrecerle. Una pasión que, sin embargo, es todo recuerdo y memoria de una vida inmensa y feliz, pero caduca. En este sentido, podría verse a Brunhilda como la víctima de la historia, siendo incluso empujada hacia el acoso sexual por parte de Walter, quien no puede contener sus impulsos y desea poseer, en todos los sentidos, a su difunta esposa. No obstante, ésta se revela varias veces y explícitamente reniega de esa tentación carnal que Walter manifiesta constantemente. Así, Brunhilda exhibe su postura no sólo como objetivo de un rígido juego de rol dentro de esa estructura patriarcal, sino que se muestra independiente y activa, en lugar de pasiva –teniendo muy en cuenta su contexto–, ensalzando así su determinación.

Portada de la adaptación teatral de «Wake Not the Dead»

Hay una dicotomía bastante evidente entre Brunhilda y Swanhilda, la segunda esposa. Físicamente son totalmente distintas: la una, morena, de ojos oscuros; la otra, rubia, de ojos cristalinos. Pero, a pesar de esto, cada una actúa como metáfora que ejemplifica y compara las dos caras de una misma moneda. Es decir: lo que una mujer dentro de la sociedad inglesa del siglo XIX debe y no debe hacer. Mientras Brunhilda personifica la idea de que un amor basado en la pasión está abocado a la tragedia y al abandono de las responsabilidades maternas, Swanhilda, representada como “amable y benevolente”, parece llevar el estandarte del ideal de maternidad y fidelidad hacia su marido. En este caso, Swanhilda sí sigue las normas que la sociedad establece como cualidades inherentes en la mujer –cuida de los hijos, es atenta, limpia la casa. Esto no quiere decir que sea negativo, o que haya que renegar de la lealtad hacia el cónyuge, sino que hacerlo bajo la imposición y sumisión es perjudicial para una mujer que no ha elegido vivir al servicio de un marido que la repudia y prefiere saciar sus impulsos con otra mujer que, de nuevo, está muerta. Es preciso volver a recalcar que lo que Walter persigue no es la realidad, sino una idealización de su pasado matrimonio. 

La figura de Walter representa la autoridad patriarcal. El hecho de que no haya podido superar su duelo le convierte en un hombre vulnerable, y para restaurar su hombría e integridad necesita volver a casarse. Sin embargo, cuando descubre que puede devolverle la vida a su difunta esposa –para su propio deleite–, no duda en hacerlo, incluso sin atender a las posibles implicaciones que pueden pesar sobre él al molestar a los muertos. En este sentido, Brunhilda podría ser la víctima de la historia, al servir meramente como un objeto sexualizado para saciar la lujuria de Walter y, por qué no, sus deseos necrófilos. Esta conducta, vista como una extensión de lo que Freud llamaría the return of the repressed, descubre los tabúes que se condenan públicamente en la sociedad decimonónica británica como, por ejemplo, las pulsiones sexuales. 

Hay, además, una tercera mujer que aparece al final del relato y se presenta como una combinación entre Brunhilda y Swanhilda, quizás encarnando el castigo final que merece Walter por su comportamiento. Ésta es la tercera y última esposa que, durante la noche de bodas, se metamorfosea en serpiente para acabar devorándolo mientras grita “Wake not the dead!” —¡No despiertes a los muertos!—. Claramente con referencias bíblicas, esta figura aparece como alegoría del pecado, lujuria, desobediencia y tentación, pero más allá de eso parece advertir de un mensaje poderoso. Un mensaje que cambia en el tiempo. Así, para el lector masculino decimonónico podría venir diciendo algo como: “ten cuidado con qué mujer eliges para ser tu esposa”. Si Walter representa la supremacía patriarcal, debido a su insurgencia y conducta irrespetuosa, es asesinado por la misma fuerza que él mismo ha intentado reprimir y dominar: el poder de la mujer, que parece ser al final más fuerte que la autoridad masculina y, por tanto, imposible de refrenar.

Retrato de Théophile Gautier, autor de «La muerta enamorada»

Por otra parte, “La muerta enamorada” relata el affair entre un sacerdote, Romualdo, y una mujer vampiro dentro de una atmósfera que oscila entre la realidad y lo ambiguo. Al contrario que en la historia anterior, ésta juega con los límites del subconsciente pero, aún así, ofrece una narrativa en la que, debido al deseo sexual de la mujer, el orden religioso y patriarcal debe ser recuperado. Similar a Brunhilda, Clarimonda –la protagonista – es representada como la más bella de las criaturas. De hecho, Romualdo no está del todo seguro de si la ve como un ángel o como un demonio, quizás como una mezcla entre ambos, pues de lo que está seguro es de que no pertenece a este mundo de los mortales. Al igual que Walter, este parece no ocultar sus sentimientos por Clarimonda; incluso los exalta desde el primer momento en que se ven en la iglesia. El hecho de que ella participe en la celebración religiosa de su nombramiento como sacerdote, crea un simbolismo interesante, destacando su poder de mujer vampiro y, como Brunhilda, manifestando su determinación y autoridad para fracturar el orden religioso. Esto incluso podría verse como una provocación por su parte. A lo largo de la narración, Romualdo justifica sus sentimientos alegando que ella lo ha tenido bajo un hechizo, algo que puede sonar poco convincente e incluso lamentable para cualquier lector del siglo XXI. No obstante, debemos tener en cuenta las implicaciones que esto acarrea para cualquier lector del siglo XIX. Aunque Romualdo la culpe por haberle introducido a ese estado, es su deseo sexual el que continuamente se destaca, teniendo a Clarimonda como “el único objeto de [su] amor”. Desde nuestra perspectiva contemporánea, él tendría que ser la parte culpable. Sin embargo, para la sociedad victoriana, la mujer libidinosa es la que ha de ser castigada, por no saber refrenar su lujuria y, por tanto, cayendo en el pecado. Estas ideas refuerzan la necesidad e importancia que tiene la religión para Romualdo, uniendo a Clarimonda con la figura corrupta de la bíblica Eva. 

Inicialmente se presenta a Romualdo como la figura rígida de autoridad que representa los valores de la Iglesia, el patriarcado y la castidad. Sin embargo, todo esto pronto se marchita, porque conforme sigue su narración en primera persona, él mismo se presenta como un hombre vulnerable, ya que no puede evitar tener impulsos sexuales incontrolables. Su hedonismo resulta en una conducta casi lasciva y, así, su carácter se va forjando como un ser mediocre, impotente, lánguido…, algo que puede dar forma a un concepto más global, criticando así los valores puritanos de la sociedad victoriana. Siguiendo esta senda, la mujer parece ser presentada como la parte responsable, encarnando el deseo, pecado y los miedos de una sociedad estricta que reprime la sexualidad en favor de las prácticas religiosas y del decoro. Pero Clarimonda actúa más allá, como una fuerza liberada que no sólo pretende satisfacer su líbido, sino también moldear ese carácter rígido masculino y actuar sobre los hombres, quienes se supone que deben seguir las expectativas de su sociedad. En este sentido, Romualdo podría verse como una víctima de su tiempo. Pero Clarimonda también lo es, porque debe ser controlada bajo una norma masculina que la oprime. Para este propósito, la religión actúa como una fuerza poderosa que busca reprimir las tentaciones pecaminosas y restablecer el orden patriarcal, el cual, sin embargo, no puede ser restablecido en su totalidad, puesto que con la desaparición final de Clarimonda, se prueba que la figura de la mujer libre, activa y con determinación difícilmente puede ser domada.

Ilustración «Le Vampire», de Sir Edward Burne-Jones

Ambas lecturas presentan dos tipos similares de mujer que, debido a su rol activo y dominante, contrastan con la figura vulnerable e incluso sumisa de los personajes masculinos, quienes deben representar los valores de la autoridad patriarcal. Brunhilda y Clarimonda encarnan un gran paragüas metafórico de tabúes reprimidos y temidos –sexualidad, lujuria, necrofilia, bigamia– por una sociedad estricta y puritana. Por esto mismo tienen que ser devueltas a sus tumbas. Es decir, han de ser silenciadas por los mismos hombres que, se supone, han hechizado, para que el orden patriarcal y religioso sea puesto de vuelta. Sin embargo, estas conductas no-dóciles cuestionan ese contexto puritano. Como consecuencia, mientras que el narrador puede estar avisando al lector masculino del siglo XIX de la negatividad de casarse con una mujer indócil, los mismos personajes masculinos –Walter y Romualdo– prueban que es la determinación y el poder femenino algo que no se puede moldear tan fácilmente.

Aitana Monzón

0 comments on “Roles de género en la literatura de vampiros: masculinidad pusilánime y mujeres activas

Gracias por comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde ACALANDA Magazine

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo