Iván Robledo Literatura Opinión Redactores Relatos Breves

Cómo amanecer

Uno aprende a amanecer con el tiempo y hasta que uno no sabe amanecer, no sabe nada.

Deje que le diga, señora, que cada uno amanece como quiere. A veces también como puede, es cierto, pero de esos pocos. También uno sabe que a amanecer se aprende, no se nace, se amanece como uno nunca va a ver amanecer porque ese amanecer del que le hablo no es lo mismo que despertar, ni tampoco salir el sol, o la luna, que eso es solo cosa de gustos, no; uno aprende a amanecer con el tiempo y hasta que uno no sabe amanecer, no sabe nada. Pero sepa que a veces se tarda más porque hay cosas que se complican solas, y que algunos mueren sin saber amanecer, que de todo hay, y es terrible. Se amanece, en fin, cuando uno se hace mañana para alguien, ya sabe, cuando se hace sol, orballo, o nublado, que allá cada cual, uno se amanece cuando para alguien uno se hace día que empieza, que es decir mucho de casi nada.

Y es que como le decía, señora, hay gente que es el amanecer de otra persona, y eso es algo que sabemos porque esa gente no lo sabe, me refiero a la gente que no sabe que es el amanecer para otra persona, que si lo supiera o lo hiciera a propósito sería otra cosa, un despertador o el camión de la basura, y no es así. Hay gente que se hace amanecer para otra, que es como hacerse su pan todavía caliente, la hogaza que humea a cualquier hora, o la primera (o segunda) luz cuando se rasga de un navajazo la tripa de la noche para que salga, sangrante, el día; es gente que se hace la primera mirada y, claro, también la primera loción que remolonea y se queda allí, en el aire, hasta que pasa alguien; es gente que se hace amanecer para otra como se hace la camisa que huele a recién planchada (y blanca), o se hace amanecer como alguien lo fue igual que la camelia (y aún más blanca), que hacerse amanecer para otra persona es cosa de mucho sentido y donaire porque no todas las personas pueden ser amanecer para otras, es necesario que esa gente, la que se hace amanecer, no lo sepa ni lo pretendiera, y es entonces cuando uno ve a esa persona y se sabe amanecido. Y ya está.

Esto que le cuento no le importa a casi nadie, pero es así, son de esas cosas que no sabe uno qué hacer con ellas porque no sabe para qué sirven, a uno le pasan y nada más. Pero también dan qué pensar, que hay gente que sabe de cosas sesudísimas y se olvida de las que no importan mucho, o nada, que si siempre estamos con las cosas que de verdad importan, las serias, esas cosas tan profundas que no les llega ni la luz, nos olvidamos que también hay cosas sin importancia, y si olvidamos lo superfluo también olvidaremos qué es de verdad lo que importa, y entonces todo carecerá de importancia. Por eso le decía lo de las personas que amanecen como quieren, y que lo hacen porque no lo saben. Uno sabe qué personas son sus amaneceres aunque no las conozca, pues recuerde que tampoco ellas saben que son amaneceres, un poco sí lo saben a veces, pero hacen como que no, igual que sabemos que hay personas que, quieran o no, y lo sepan o no, serán siempre el horizonte de otra persona, como cuando miramos el horizonte allá a lo lejos y no soñamos que en ese momento alguien está mirando hacia nosotros, que somos su horizonte.

Y esto era lo que quería comentarle, señora, y no por lo de tantos amaneceres, que bien sé que usted es de aldea y con los amaneceres se hace una coleta, no. Se lo digo porque uno de amaneceres sabe lo justo, que es tan poco como saber de aguas cristalinas, pero a veces uno pierde el apetito y sueña que viaja en uno de esos amaneceres que iban hacia cualquier parte. Le decía que uno amanece como quiere y creo que es verdad, pero sobre todo es cosa de mucha responsabilidad. Uno cree que las cosas se hacen distintas al pensar cómo alguien a quien no se conoce puede convertirse en el amanecer de otra. A veces da miedo pensarlo, y otras veces da vértigo. Abrir los ojos y saber que en otro lugar, y saber que en otro día, y saber que en otro momento otra persona sabrá que ya ha amanecido para ella. Y dirá:

-¡Ya es de día!

O no.

Iván Robledo Ray

Cartas a esta señora

1 comments on “Cómo amanecer

  1. Anónima

    Pues entre el miedo y el vértigo, ¡a una se le ha hecho de noche!
    Y además se ha hecho con la misma duda de siempre: saber si alguna vez aprenderá a amanecer, o a ser amanecida. O tan siquiera, esta o cualquier otra noche, soñarlo (con loísmo forzado).

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