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Flores de despedida con aroma a eternidad

¿Qué sería de esta vida sin esos detalles que nos elevan y nos permiten distinguirnos de la monotonía gris que nos envuelve?

Entre la vida y la muerte hay tanto espacio y tantos matices que incluso hay tiempo para hablar de amor y de flores…

Ha habido gente valiosa en todas las épocas, gente cargada de sabiduría que supo dejarnos su legado en forma de creencias o leyendas que se han ido transmitiendo por los siglos de los siglos. No solo la ciencia es imprescindible, también los pequeños detalles, esos que nutren el espíritu y nos impulsan a ser seres mejores, resultan importantes para la evolución del ser humano.

Todo tiene su tiempo exacto… la fruta no cae del árbol hasta no estar madura, las hormigas trabajan todo el verano para estar tranquilas y con sus depósitos de alimentos repletos disfrutar del invierno. Y es que todo tiene su momento preciso. El invierno llega con sus corrientes de aire frío, sus tormentas, sus ventiscas y su cielo nublado y lloroso, pero también con un toque nostálgico que se empieza a notar en octubre y se va intensificando conforme el año se va agotando. Atrás quedan los meses de frenesí por las vacaciones veraniegas, los días festivos salpicados en el almanaque, hasta llegar noviembre y diciembre. El tiempo parece pararse, como novedad las flores se convierten en protagonistas… y las almas y los ausentes y los mitos y los días marcados de esperanza e ilusión.

Flores que inundan de simbolismo, belleza y aroma los camposantos de España y de todos aquellos lugares que, como nosotros, seguimos dedicándoles ese primero del penúltimo mes a todos nuestros seres queridos, a todos aquellos que ya partieron de este plano existencial.

Se dice, según la creencia del pueblo mejicano, que la flor conocida como cempasúchil, tagete o vulgarmente “flor de muerto” conecta el mundo de los vivos con el más allá:

Dice la leyenda que Xóchitl y Huitzilin estaban enamorados desde que eran niños y que por las tardes subían a la montaña dedicada a Tonatiuh, el dios azteca del sol, y le ofrendaban ramos de flores.

Pero un día se desató la guerra y Huitzilin fue a pelear para defender las tierras aztecas y murió.

Destrozada de dolor, Xóchitl pidió al dios Tonatiuh que la librara de su sufrimiento y la reuniera con su amado.

El dios del sol cumplió con el pedido y dejó caer sus rayos sobre Xóchitl, y ella se transformó en una flor de color amarillo intenso.

Luego un colibrí se posó en el centro de la flor y ésta abrió sus 20 pétalos liberando un aroma intenso.

Siguiendo el mandato de Tonatiuh, el amor de la pareja azteca permanecerá mientras haya colibríes y flores de cempasúchil en los campos mexicanos.

Tal vez es por eso que la flor de cempasúchil es la reina de los altares de muertos en México. Lo cierto es que no hay ofrenda sin esa flor.

«En la época prehispánica, los mexicas utilizaban esta flor por el olor, porque es muy particular. Cuando viene el día de muertos en México, todos reconocemos ese olor. Y la tradición dice que lo que atrae a los muertos es el olor de esa flor».

BBC – Día de muertos

Y es que la vida es diversidad, sonrisas y llantos, saltos inesperados de la alegría a la pena y al contrario, pero también sutilidad en los detalles, en la minuciosidad con que se regala nuestro tiempo a mimar a nuestra familia, a las personas que nos importan. Del amarillo intenso de la flor de cempasúchil pasamos al rojo vigoroso de la flor de Pascua que cada vez inunda más los jardines de nuestras ciudades, los arriates de las glorietas y el rincón elegido de nuestra casa para marcar la llegada de las fiestas navideñas.

Entre flores se despide noviembre y con flores recibimos diciembre.

¿Podrá existir mejor modo de despedir esos días que ya nunca más tendremos la oportunidad de vivir?

Y siguiendo con la ofrenda floral, diciembre marca la llegada de las fechas navideñas con el regalo a nuestros seres queridos de la popular flor de Pascua. De color rojo pasión, de grandes hojas, la poinsettia florece en México entre el último y el primer mes del año, por tanto, su origen proviene también de este país latino.

La flor de Pascua es también conocida como flor de Navidad o Poinsettia. Esta planta tiene su origen en México, concretamente en Taxco de Alarcón y es propia de regiones tropicales. Tuvo su auge y expansión gracias a los frailes franciscanos en el siglo XVI, ya que decoraban las Iglesias con estas flores el día de Navidad. De ahí que esta planta se relacione con las fiestas navideñas por la decoración en los nacimientos. Esto se popularizó entre 1521 y 1821, durante el periodo colonial.

Pero quién la dio a conocer al mundo fue Joel Roberts Poinsett, el embajador de los Estados Unidos en México, quien ejerció tal cargo entre los años 1825 y 1829. A su vuelta al país norteamericano, Ponsett se llevó varios esquejes con los que dio a conocer esta flor en América del Norte.

Europapress.es – ¿Conoces el origen de las Flores de Pascua?

La poesía, de ser persona y poder elegir, sin duda, preferiría vivir anclada a estos meses del año, sosegados y serenos, cuando moribundo parece haber perdido el ímpetu de la juventud, las ganas de devorarlo todo… Y ya en la senectud saborear cada minuto consciente de que cada vez le quedan menos, recreándose en la belleza, en lo esencial que a veces no es visible al ojo humano.

Isamar Cabeza

2 comments on “Flores de despedida con aroma a eternidad

  1. Felipe Chaneta

    Dos fieles seguidores nos acompañan hasta el final. Nuestra propia sombra, claro. Y…las flores. Aunque ambas dominan el lenguaje de los gestos, la primera lo interpreta de forma cautiva acompasando su movimiento al del cuerpo, pero sin aportarle nada, anocheciéndolo. Mientras que las segundas, lo hacen de forma libre y desinhibida, con una simbología y un color tan variados que dan con la respuesta adecuada para cada momento (alegría, consuelo, sosiego, prosperidad, simpatía, inocencia, pureza, amor, melancolía, larga vida y despedida). Por eso las flores son lo mejor, lo más selecto y escogido de algo (3ª acepción de la RAE). Por eso el amén de la naturaleza es siempre una flor (Oliver Holmes).

    Hoy, la escritura -siempre elegante- de Isamar Cabeza se viste de la alegría multicolor de los crisantemos -otoñales y eternos- (“flor de oro”) y el rubor enamorado de los pascueros -invernales y navideños- (“flor más bella”), dejando a su paso una suave fragancia a azahar fresco. Y nos recuerda que, en estos lóbregos tiempos (de pandemia, indiferencia y desafecto) donde mandan la frialdad, las malas hierbas y los desencuentros, debemos abrirnos, volvernos a la luz y compartirnos (como si fuéramos flores) para crecer en humanidad y reencontrarnos como sociedad y como personas.

  2. Sus comentarios siempre son bocanadas de aire limpio y energía necesaria para seguir en la brecha. Mil gracias, Felipe.

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