Sur ce sentiment inconnu dont l’ennui, la douceur m’obsèdent, j’hésite à apposer le nom, le beau nom grave de tristesse.
F. Sagan
Sobre este sentimiento desconocido cuyo aburrimiento, y dulzura, me obsesionan, dudo a precisar el nombre, el bello nombre grave de tristeza.
F. Sagan
Al término de mi Doctorado en el arte de la performance, leí las primeras líneas del libro gastado y oloroso de Françoise Sagan, Bonjour Tristesse, estas tocaron lo recóndito de mi alma y fue ahí cuando supe que quería escribir; así de bello, de delicado.
Mi destino, pareciera que se definió en ese momento; aunque ya mamá años atrás me lo revelaría al decirme que me veía como escritora. ¿Sexto sentido materno? Sí. Mamá me iluminó, Sagan me lo confirmó, Simone de Beauvoir, en el arte de la escritura me educó, y mi esposo, en el arte de la literatura, me apoyó.
Comencé mi primera novela corta en África, cinco años después se publicaría en España; Greta Legris una composición densa, existencialista y elegíaca al color gris y a la melancolía durante los meses de Otoño. Ya cuando concluía de escribir esta novela, Blanco, nacía, mi segunda obra, distinta, ligera, como esponjosos copos de nieve cayendo del cielo. Blanco: prosa poética, cuento, relato breve, como desee llamarse. El texto respira, es mínimo, sucede durante una tormenta de nieve en invierno e incluye como protagonistas al color blanco y a un niño; la inocencia, pureza y sencillez son la esencia de la pequeña historia.
Enamorada de la literatura francesa, rusa, alemana y británica, de Alfred de Musset, Aleksandr Pushkin, Novalis, Hermanas Brontë, solo por nombrar algunos… Amante de la simplicidad cinematográfica y de la profundidad humana de Ingmar Bergman, de las construcciones cerradas y de un mundo donde el tiempo se detiene del cineasta Jean-Pierre Melville, de la tempestad irrevocable del cine de Béla Tarr y de la enigmática pasión de la poesía de Emily Dickinson. Más y más nombres existen en mi cabeza y corazón y más hojas de papel serían necesarias para ellos, para su justo honor, descripción y admiración… tal vez no acabaría.
El Romanticismo dentro de las artes es un periodo que me hechiza, desde los finales del mil setecientos hasta la mitad del mil ochocientos me envuelven con su naturaleza, su sentimiento, su libertad, su misterio y su insondable reflexión del alma humana…
La música es también otra fuente de inspiración, teniendo melodías en cada obra: para Greta Legris de Gabriel Fauré la Élégie Op. 24 y para Blanco de Edvard Grieg el Ave Maris Stella… Olores, perfumes, también para cada obra, que sirven para mi inspiración, así como imágenes, grabados, para las mismas, tales como The White Watch de Charles Haslewood Shannon para Blanco…
Ahora escribo mi tercer obra, vendrá la cuarta; otros colores, otras sensaciones, y del año, otras estaciones, que finalmente cierren el ciclo de primavera, verano, otoño e invierno y un sinnúmero de reflexiones que estos preciosos períodos de la naturaleza conllevan.
No sé porqué, pero la palabra, dainty, que quiere decir: pequeño, fino, exquisito, delicado, me persigue…
Creo que menos es más, en el alma abierta, en la sensibilidad abundante y en el amor infinito, en Dios y en la vida eterna… así como en la importancia de los momentos maravillosos que da la vida, únicos e irrepetibles, pues vamos hacia adelante y nunca hacia atrás; como quiera, pareciera que el pasado esta hecho de sueños, pues a momentos no sé si mi pasado lo viví definitivamente o lo soñé. En todo caso, quisiera morir, leyendo, escribiendo y amando.
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