La palabra es creadora o destructora. Hay palabras que hieren y hay palabras que curan. Las palabras tienen el poder de empezar guerras o hacer la paz, de iniciar relaciones humanas o de destruirlas. Hay palabras de vida y hay palabras de muerte. El rey Salomón —probablemente el hombre más sabio de todos los tiempos— dijo que “Las palabras de los necios son como espadas que hieren; la de los sabios son medicinas”. Y, Shakespeare, contó que el valiente soldado, Otelo, casado con Desdémona, la bella hija de un respetado senador veneciano, es manipulado por Yago, un antiguo alférez, haciéndole creer que su esposa está teniendo una aventura con Casio, su lugarteniente. Otelo, furioso y lleno de celos, toma la decisión de matar a Desdémona, asfixiándola mientras dormía. Al darse cuenta que lo dicho era mentira y que su esposa le era fiel se suicida, al descubrir la auténtica verdad. ¡Demasiado tarde!.
Sabemos que hay personas que, conscientemente, no serían capaces de hacer el mínimo daño a otras; sin embargo, desconocen el poder letal que en su seno llevan algunas palabras. Ignoran que las palabras son como las flechas que, una vez lanzadas, no se pueden parar. Uno puede amenazar a alguien con una espada, pero cuando procede a darle el golpe mortal, puede devolverla todavía a la vaina. No sucede así con las palabras mortíferas: ¡Es imposible retirarlas una vez lanzadas!

Por ello, Luz Gracia y Raquel Fersán nos invitan a que nos sumerjamos en el reino de las palabras con su obra “La danza de las palabras”, un libro de relatos, poemas, aforismos, citas literarias y bellas ilustraciones. Una oda a la Palabra, dentro de una visión mágica del mundo, de una realidad diferente donde las palabras cobran vida y no bailan solas; un enigma en el que la escritura conecta corazones y acaricia el alma del lector, al que arrastra hacia un paraíso en la Tierra.
“La danza de las palabras” fue presentada el sábado 22 de junio en el emblemático Castillo de San Servando (Toledo). Su director, Carlos Rodrigo —escritor y poeta— nos explicó detalladamente la evolución histórica de este monumento, mandado construir como monasterio en 1024 en tiempos de Alfonso VI, convirtiéndose en alcázar en 1088. Luego, tras diversos avatares, y bajo el peligro de demolición fue declarado Monumento Artístico Nacional en 1874. Hoy está completamente restaurado y sirve como albergue y lugar de celebración de cursos y conferencias. Desde este espectacular lugar, se divisa una vista excepcional de la ciudad de Toledo y del río Tajo.

Carlos Rodrigo ha calificado esta obra como una oda a la Palabra en su sentido más amplio; a esa palabra que alimenta a la materia y dota a la naturaleza de armonía, si el que la usa le confiere un trato sincero y generoso; a esa palabra que, en el contexto actual, ha de vérselas con un cierto ambiente viciado, de batalla por el relato; una palabra donde la verdad es opinable y relativa; una palabra inmersa en un caos de palabras bravuconas, hueras y superlativas.
Las autoras nos hablan de una realidad enigmática. ¿Pero dónde habita esta realidad enigmática? ¿Cómo podemos acceder hasta ella? Esta es la cuestión.
Desde que el científico japonés, Masaru Emoto, demostró que la energía humana, los pensamientos, las palabras, las ideas y la música tienen un efecto directo en la estructura molecular del agua —la misma que cubre, por cierto, más del 70% de nuestro cuerpo humano—, asistimos al nacimiento de un nuevo paradigma basado en la llamada “ciencia del lenguaje positivo”. Una ciencia basada en una nueva visión de la realidad personal, educativa y cultural de nuestro tiempo.
Emoto demostró que, efectivamente, las palabras positivas como amor, gracias, salud, éxito o armonía generaban unas figuras preciosas perfectamente definidas en forma de diamantes o copos de nieve, mientras que las negativas como te odio, déjame, me molestas, o eso es mentira, generan unas formaciones de cristales turbios, cortados e incompletos.

Las palabras bondadosas son la mejor música del mundo. Y esta música todos la podemos tocar. Una palabra violenta pronunciada en un momento de cólera puede herir un corazón, debilitar una amistad, impulsar a una persona débil por el mal camino, o puede ser causa de un dolor duradero; sin embargo, los dichos suaves son panal de rica miel, de acuerdo con el Libro de los Proverbios.
El lenguaje sucio es como las aguas corrompidas que contaminan todo al removerlas. Las palabras limpias, por el contrario, revelan una mente sana, como un arroyo cristalino anticipa la existencia de un manantial purísimo. Además, el lenguaje puro repercute favorablemente sobre el alma. Por ello, deberíamos esforzarnos para que nuestro pensamiento, al transformarse en palabras, tome siempre la forma más bella posible.
Palabras como gracias, te amo, éxito, fantástico, maravilloso, estupendo, fabuloso, genial, perfecto, fuerte, precioso, felicidad, dicha, alegría, esperanza… son energías de alta vibración que construyen, expanden y engrandecen; sin embargo, palabras como fracaso, incompetente, inferior, equivocado, feo, iracundo, inútil, sucio, baboso, ridículo, aburrido… son energías de baja vibración que destruyen, constriñen y empequeñecen.

La famosa obra de Miguel Ruiz, “Los cuatro acuerdos” habla de la impecabilidad de las palabras que, con su poder, son capaces de crear, hechizar, cambiar y transformar. De ahí que nuestras palabras son nuestros mejores o nuestros peores mensajeros.
¿Te has sentido alguna vez conmovido por un gran orador? Todavía seguimos recordando las palabras de Buda, Jesucristo, Martin Luther King o Gandhi. Con el poder de sus palabras, estos grandes hombres no sólo influyeron en sus contemporáneos, sino que siguen influyendo en todos nosotros y lo seguirán haciendo en los que vendrán.
¡Cuán buena es la palabra que se dice oportunamente!. En verdad, como se afirma en el Libro de los Proverbios, La vida y la muerte están en el poder de la lengua: lo que escoja eso comerá. Y según un anónimo: No mezcles tus palabras con tu estado de ánimo, puedes cambiar tu estado de ánimo, pero no puede recuperar tus palabras.

El periodista y escritor Norman Cousins habló del vocabulario transformador. Afirmó que las palabras son capaces de producir enfermedades e, incluso, capaces de matar. Por este motivo, cualquier médico debería cuidar con esmero su manera de hablar en sus relaciones con sus pacientes.
En fin, creo que el mejor consejo de la sabiduría es cuidar nuestros pensamientos y nuestras palabras. Gandhi, nos aconsejó: Cuida tus pensamientos que se convertirán en palabras; cuida tus palabras que se convertirán en actos; cuida tus actos porque se volverán hábitos; cuida tus hábitos porque forjarán tu carácter, que determinará tu destino.
Y una cosa más por mi parte. Creo que se debería establecer el Día Mundial de la Danza de las Palabras. Un día dedicado a “El día de no hablar mal de nadie, ni a nadie”; un día para explicar el poder de las palabras tanto en su vertiente creadora como destructora; un día para aprender a pronunciar sólo palabras hermosas.
Luz Gracia y Raquel Fersán ya han puesto la primera piedra de esta bella y edificante iniciativa, conscientes de que las palabras están llenas de poder, fuerza, energía e intenciones, y la licencia para cambiar el mundo y a nosotros mismos.
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Fue un maravilloso acto de exaltación a la cultura y el buen gusto , en un marco incomparable, y este artículo está en la misma excelencia
Muchas gracias por el artículo!!
Me encantan las reflexiones tan acertadas que está generando nuestra Danza de las Palabras! Es justo el propósito que buscábamos con este libro Luz Gracia y Raquel Fersán… rendir homenaje a la Palabra.
Y me parece estupenda la idea que propones de crear una día de “La Danza de las Palabras” 🥰🥰
Mientras tanto… Bailemos! ✨
Gracias por cuidar y mimar la Palabra, José Antonio.
En este precioso artículo das cuenta de ello y eso dice mucho de tu sensibilidad y gusto exquisito por las letras y por la vida. Cada vez somos más los que acariciamos al danzar con las palabras. ¡Dancemos al unísono hasta los confines!
Mi gratitud y admiración para ti.
🌟 📚💫🦋
Genial.Me sumo al Día Mundial de la Danza de las Palabras.
Maravilloso artículo que danza en la frecuencia del amor, y el amor al prójimo, cada palabra tiene una frecuencia distinta que fluye en un lenguaje, hagamos en nuestro día a día un lenguaje sanador para el alma, tendrían que crearse más obras como la danza de las palabras, se crearía una realidad en la que la humanidad vibraría en armonía y amor. Gracias José Antonio, un abrazo 🤗💗🙏🏻