Como cuestión previa, debo señalar que FRANCISCO CALERO CALERO, profesor emérito de Filología Latina de la UNED, que ha dedicado la mayor parte de su actividad investigadora al humanista JUAN LUIS VIVES, considerado el intelectual más sobresaliente del humanismo europeo, sostiene en su obra EL VERDADERO AUTOR DE «LOS QUIJOTES» DE CERVANTES Y AVELLANEDA, que Juan Luis Vives fue el verdadero autor tanto de los “Quijotes” de Cervantes como del de Avellaneda. Evidentemente, esta propuesta tan innovadora rompe con el paradigma oficial que atribuye a Cervantes la autoría de El Quijote. Para fundamentarla, el profesor Calero ha utilizado un riguroso enfoque filológico y filosófico.

A continuación resumo los principales argumentos en los que se basa:
1. Análisis filológico
El profesor Calero considera que el estilo, el léxico y la estructura de El Quijote presentan rasgos propios de la literatura de la primera mitad del siglo XVI. Aspectos próximos a la escritura humanista-renacentista de Vives, alejados de la prosa barroca del siglo XVII.
2. Influencia del pensamiento de Vives
Según el profesor Calero, la obra refleja con profundidad ideas filosóficas, psicológicas, pedagógicas, éticas y morales propias del pensamiento humanista de Juan Luis Vives, especialmente observables en su defensa de la libertad, la justicia, la educación, el pacifismo, la igualdad y la dignidad del ser humano o la crítica social. Sostiene, además, que El Quijote es una novela con una carga intelectual y filosófica mucho más coherente con el ideario humanista-renacentista de Vives que con el perfil biográfico de Cervantes.
3. Conocimiento profundo de las lenguas clásicas
El profesor Calero considera que la autoría de El Quijote — la obra magna de la literatura española y, quizás también del pensamiento humano— debe ser atribuida a un verdadero conocedor de las lenguas clásicas, dominador del latín, el griego, la literatura hebrea y renacentista. También, con altísimas capacidades literarias; amplios conocimientos de la mitología, la Biblia, el Corán, la Cábala, el hermetismo y la sabiduría; de humanidades relacionadas con la pedagogía, filosofía, teología, derecho y la historia; y de la ciencia física, matemática, astronómica y la medicina. Un perfil que encaja perfectamente con Juan Luis Vives. No así con Miguel de Cervantes, calificado de “ingenio lego” por el bibliógrafo y erudito español, Tomás Tamayo de Vargas, quien así lo llamó en su obra “Junta de libros, la mayor que ha visto España hasta el año 1624”.
Cervantes, según Tamayo de Vargas, fue un hombre poco instruido, que había leído poco, por lo que el resultado de su gran obra sólo podía proceder de inspiración divina, más que del propio esfuerzo intelectual y capacidad literaria. Después, el filólogo e hispanista, Américo Castro, retomó este calificativo de “ingenio lego” para referirse a Cervantes como un escritor falto de conocimientos de lenguas doctas.
4. Fecha y modo en qué fue escrito el manuscrito
El profesor Calero ha determinado que El Quijote fue escrito en torno a 1535, cinco años antes del fallecimiento de Vives (1540), unos 70 años antes de la publicación oficial de la primera parte de la obra en 1605. Además, considera que la obra fue escrita por Vives de una manera ininterrumpida o sin pausas significativas.
5. Sobre el llamado “Quijote de Avellaneda”
El profesor Francisco Calero afirma que El Quijote de Avellaneda no es una obra apócrifa o una parodia independiente, sino parte del mismo proyecto literario. Es decir, tanto la primera parte como la segunda, así como el de Avellaneda formarían parte de una única obra global.
6. Consideración final.
La tesis de la autoría de El Quijote por parte de Juan Luis Vives, defendida por el profesor Francisco Calero, no ha sido aceptada hasta la fecha por el cervantismo oficial.
Personalmente, considero que las reticencias a la hora de asumirla estriban en que se ha construido durante más de cuatrocientos años un paradigma, es decir una creencia colectiva que atribuye la autoría del Quijote a Cervantes, sin ponerla en duda o cuestionarla, como lo han hecho los ingleses en el caso de Shakespeare.
Recordemos la famosa frase de Einstein:
«Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».
Einstein
El Quijote es una obra rica y polifacética que viene siendo analizada desde innumerables puntos de vista. Precisamente, su grandeza y genialidad radica en su capacidad para abordar temas universales que trascienden el tiempo. Sin embargo, sorprende que pocos autores se hayan animado hasta ahora a “hincarle el diente” a la cuestión de la autoría. Algo insólito, pues como dejó escrito el hispanista y filólogo alemán, Kurt Reichenberger:
«La mejor novela de la literatura universal comienza con aclaraciones del autor»
Kurt Reichenberger
Una observación obvia y de suma importancia la de comenzar con el conocimiento del autor para conocer en profundidad la obra.
También, en esta misma línea, nuestro hispanista, filólogo y estudioso del Quijote, Américo Castro:
«Mucho más nos habría valido que, como en el caso de Shakespeare, se discutiera si él fue realmente el autor de estas obras admirables».
Américo Castro
Al menos este primer paso necesario de la autoría exigida por estos grandes filólogos e hispanistas para abordar la mejor novela de la literatura universal y, probablemente también del pensamiento humano, como afirmó el escritor ruso Dostoievski, ya ha sido dado por el profesor Calero, prestigioso filólogo y figura mundial en el conocimiento de la vida y obra del pensador valenciano Juan Luis Vives, que ha sido capaz de construir una argumentación sistemática, erudita e innovadora que ha interesado a algunos lectores e investigadores no conformistas, entre los que yo mismo me encuentro.

Pues bien, conocida la tesis del profesor Francisco Calero, algunos plantean a continuación la siguiente e interesante cuestión:
Si Vives murió en 1540 y Cervantes nació en 1547, y la publicación de la Primera Parte de El Quijote se produjo en 1605: ¿Dónde permaneció el manuscrito todo este tiempo?
En efecto, si aceptamos la hipótesis de que El Quijote fue escrito originalmente por Juan Luis Vives y no por Cervantes, surge una cuestión clave:
¿Dónde se conservó el manuscrito durante los más de 60 años que transcurrieron entre la muerte de Vives (1540) y la publicación de la Primera Parte del Quijote (1605)?

Estas son algunas hipótesis:
- Depositado en los archivos del ducado de Béjar.
La dedicatoria de la Primera Parte del Quijote al Duque de Béjar no fue un gesto casual ni un mero ornamento literario. En el Siglo de Oro, dedicar una obra implicaba una relación concreta —de patronazgo, gratitud o dependencia— con la casa nobiliaria receptora. Cuando una obra de tal magnitud se ofrecía a un linaje como el de Béjar, su circulación inicial quedaba casi siempre vinculada a la familia y a su archivo señorial.
Por ello, si consideramos la tradición de custodia de manuscritos en las grandes casas nobiliarias, unida al peso político y social del ducado —creado en 1485 por los Reyes Católicos para Álvaro de Zúñiga y Guzmán, justicia mayor de Castilla, alcalde del Castillo de Burgos, y también Duque de Arévalo y de Plasencia—, resulta probable que el manuscrito original del Quijote estuviera en manos de alguno de los sucesores de aquella poderosa estirpe.
Primero, entregado al III duque de Béjar, Francisco de Zúñiga Guzmán y Sotomayor (1498-1544), de buena formación e inquietudes intelectuales, gran amigo de Vives y de una enorme influencia política al ocupar un lugar destacado en el gobierno del emperador Carlos V; luego, viendo la luz en tiempos del VI duque de Béjar, Alonso Diego López de Zúñiga y Sotomayor (1577-1619), coetáneo de Cervantes, empobrecido, sin influencia política y con escasa formación e inquietudes intelectuales.
Según el investigador Francisco Rodríguez Marín, el VI duque de Béjar era “gastador, perezoso e inculto” y Anastasio Rojo Vega en su obra Documentos sobre los seis primeros duques de Béjar” ha escrito:
«La casa de Béjar no era a comienzos del XVII rica pero con falta de poder político, sino pobre y con falta de poder político».
Anastasio Rojo Vega
De acuerdo con Rojo Vega —que ha documentado muy bien las aficiones y capacidades intelectuales del III duque de Béjar— don Francisco de Sotomayor y Portugal o de Guzmán y Sotomayor ocupó un lugar destacado en el gobierno de Carlos V, pues fue miembro del Consejo de Hacienda y colaboró con el Emperador en sus empresas guerreras, especialmente en el asedio de Viena por los turcos (1532), aportando la enorme cantidad de 82.000 ducados, cuando el duque de Alba y la duquesa de Medina Sidonia lo hicieron con 50.000.
Por lo tanto, parece lógico que la dedicatoria de la Primera Parte del Quijote (Al Duque de Béjar, Marqués de Gibraleón, Conde de Benalcázar y Bañares, Vizconde de la Puebla de Alcocer, Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos) fuera dirigida al III duque, acaudalado, interesado en las artes y las letras y de gran influencia política —y no al VI— de pocos recursos económicos, inculto y sin influencia política. Recordemos que los autores normalmente dedicaban sus obras a personajes influyentes y acaudalados, con la finalidad de obtener la correspondiente protección y ayudas económicas.
Así que, esta dedicatoria no parece que sea circunstancial —como muchas que se incluían por interés o prestigio editorial—, sino que cobra otra dimensión si la colocamos en el contexto de la íntima relación que unía al III duque de Béjar con Juan Luis Vives, el más importante filósofo humanista español del siglo XVI.
Sobre la amistad de Vives con el III duque de Béjar, Francisco de Zúñiga Guzmán y Sotomayor, se conservan cartas que reflejan una gran amistad. En una de estas cartas, en la que Vives le explica a don Francisco de Zúñiga la idea de la vida como sueño, le dice:
«Me pareció que debía escribirte este relato porque me consta que te agradan estas fábulas, gracias a las cuales nuestro espíritu se halla mejor dispuesto para la virtud».
Juan Luis Vives
Además, Vives le dedicó una de sus grandes obras, «De anima et vita» (1538), considerada por los investigadores alemanes como la base de la psicología moderna y a Juan Luis Vives el padre de esta disciplina humanística.
Y es que ambos —Vives y el III duque de Béjar— fueron productos del mismo clima cultural del Renacimiento español, centrado en la virtud, la razón, la educación y la moral, por lo que se pueden estudiar en paralelo como expresiones de esa corriente; uno, desde pensamiento filosófico; el otro, desde el mecenazgo y la nobleza ilustrada.
Juan Luis Vives (1492–1540), nacido en Valencia, fue contemporáneo de Erasmo y Tomás Moro. Exiliado por su ascendencia judía y sus ideas reformistas, desarrolló una vida modélica dedicada al estudio y la escritura. Propuso una educación basada en la virtud, el diálogo, la piedad y la razón. Su «De institutione feminae christianae», escrito para Catalina de Aragón, y su «De disciplinis», son monumentos del humanismo cristiano, que aspiraba a renovar la sociedad a través del conocimiento, la virtud y la moral.
Su pensamiento influyó en muchas cortes europeas y también penetró en los círculos ilustrados de la nobleza castellana. Una de esas casas fue la de los Zúñiga, duques de Béjar, protectores de las artes y las letras.
Francisco de Zúñiga y Sotomayor —III Duque de Béjar—, a quien, como se ha dicho, va dirigida la dedicatoria del Quijote, de acuerdo con la tesis del profesor Francisco Calero, representa la culminación de una casa nobiliaria que había abrazado los ideales renacentistas. Recordemos que su corte fue un centro de mecenazgo literario, de obras históricas y religiosas. Por lo tanto, en este ambiente, las ideas de Vives germinaron con total naturalidad.
El III Duque (Francisco de Zúñiga Guzmán y Sotomayor) era, por lo tanto, el receptor ideal para una obra como el Quijote: una profunda reflexión humanista sobre la realidad, la condición humana, la virtud, la libertad, la justicia y las letras. Así que, la dedicatoria de su autor no se dirigía a un noble cualquiera, sino a alguien cuya formación y sensibilidad lo hacían heredero cultural del humanismo promovido por Juan Luis Vives.
Desde esta perspectiva, la dedicatoria del Quijote no es un mero acto protocolario. Es un gesto intelectual y político.
Es algo así como si el autor hubiera pensado:
“Esta obra, que reflexiona sobre la realidad, la condición humana, la virtud, la libertad, la justicia y las letras procede de la tradición humanista, de la que tú, noble Duque, eres su legítimo destinatario”.
El Quijote, desde este prisma, se sitúa en la corriente secreta del humanismo español que, aunque marginado por el oficialismo contra reformista, siguió vivo en ciertas casas nobles, en algunos círculos erasmistas y en la literatura.
Hoy, después de más de cuatrocientos años, debemos conectar la figura de Juan Luis Vives con la de Don Francisco de Zúñiga Guzmán y Sotomayor, verdaderos representantes del idealismo humanista.

- En poder del círculo esotérico de Francis Bacon y la Fraternidad de los “Sireniacal Gentlemen”.
Para la escritora holandesa, Jettie van den Boom, autora del libro «The deciphering of the Don Quixote & the unmasking of Avellaneda» («El desciframiento de Don Quijote y el desenmascaramiento de Avellaneda»), del año 2015 (actualmente se puede adquirir en español en formato digital titulado EL QUIJOTE Y LA VERDAD OCULTA, 2025), el “Don Quijote” original es un libro escrito en inglés publicado en 1612 con el título «The History of the valorous and wittie Knight-Errant Don-Quixote of the Mancha»; y después, «The second part of the history of the Valorous and witty Knight-Errant, Don Quixote of the Mançha», en 1620.
Por lo tanto, las traducciones al español de la Primera Parte, de 1605 y de la Segunda Parte, de 1615, fueron publicadas con anterioridad a las originales en inglés, de 1612 y 1620. Entre estos dos períodos, en 1614, apareció el llamado «Quijote de Avellaneda». Este texto original en inglés nunca fue publicado.
Jettie van den Boom considera que “el cerebro” detrás de los tres libros de El Quijote fue el escritor y político inglés, FRANCIS BACON, coordinando al círculo esotérico “The Sireniacal Gentlemen”. Seis miembros de este club ayudaron a escribir, imprimir y proporcionar los libros correctos para citar tanto en el Don Quijote como en el Avellaneda. Además, estos seis miembros, los dos traductores y Cervantes juraron guardar secreto sobre su colaboración en la redacción de esta inmortal obra.
Francis Bacon —a juicio de Jettie van den Boom— pensó en Cervantes como testaferro para situar la obra en España, por ser un país católico y, al mismo tiempo, iniciado en conocimientos hermetistas, esotéricos y cabalísticos. Cervantes estaba en contacto con el mundo editorial a través del librero Blas de Robles, que le había publicado La Galatea en 1585, en su ciudad natal de Alcalá de Henares. El manuscrito de la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha se la presentó en Valladolid a su hijo, Francisco de Robles, donde ambos vivían por aquel momento. Sin embargo, la edición príncipe (primera edición de una obra literaria) de la obra se publicó en su establecimiento en Madrid, cerca de la puerta de Guadalajara. Como es sabido, De Robles contrató la impresión de la obra a Juan de la Cuesta, en la calle Atocha 87, de Madrid, actual sede de la Sociedad Cervantina.

Al parecer, por aquella época, la situación de Cervantes era crítica: tenía muchas deudas, problemas familiares y se encontraba sin trabajo. Su hermano Rodrigo había muerto el 2 de julio de 1600 en la Batalla de Nieuwpoort. Francis Bacon invitó a Cervantes a que visitara los Países Bajos españoles, con el pretexto de poder arreglar la herencia de su hermano Rodrigo. Los ingleses le pagaron los viajes y la estancia que duró desde 1602 hasta la mitad de 1604. A cambio, Cervantes tuvo que vender su nombre y su andariega, misteriosa y heroica historia.
El trabajo principal de Francis Bacon, de acuerdo con las investigaciones de Jettie van den Boom, detalladas en mi anterior artículo FRANCIS BACON Y EL QUIJOTE consistió en escribir el papel del héroe; Ben Jonson, el de Sancho Panza; John Donne los poemas y a “los dos amigos”; a Francis Beaumont & John Fletcher se les asignó la tarea de escribir las historias sueltas. Estos autores hicieron uso de la biblioteca propiedad de Robert Cotton. Por su parte, el impresor, William Stansby, insertó pistas ocultas en el texto para que el lector pudiera sacar las correspondientes conclusiones. Las traducciones al español estuvieron a cargo de Thomas Shelton (DQI + DQII) y James Mabbe («El Quijote de Avellaneda»).
Tras más de una década de investigaciones, van den Boom ha descubierto hasta la fecha que El Quijote contiene más de cien códigos secretos, cifras, anagramas, seudónimos en los textos en inglés (y en el español de Avellaneda).

- Conservado en círculos eruditos o religiosos.
Vives tenía conexiones con humanistas, universidades y círculos intelectuales en Flandes, Inglaterra, Francia y España. Su manuscrito pudo haber quedado en manos de discípulos o seguidores que lo guardaron en bibliotecas privadas o instituciones académicas.
Dado que El Quijote era una obra crítica y satírica, pudo haber sido considerada demasiado arriesgada para ser difundida en su tiempo y haber permanecido oculta.
- Pérdida parcial y redescubrimiento.
Es posible que el manuscrito original se extraviara o quedara incompleto, y que posteriormente alguien lo encontrara y decidiera difundirlo. Si Cervantes tuvo acceso a él, quizás recibió una versión fragmentaria que requirió ser editada o completada antes de su publicación.

- Transmisión a través de copistas o manuscritos secretos.
En el siglo XVI, muchos textos circulaban en copias manuscritas antes de ser impresos. Si el texto de Vives fue copiado por otros intelectuales, pudo haber sido transmitido de generación en generación, llegando finalmente a manos de Cervantes o de algún editor.
En este contexto, Cervantes pudo haberlo presentado como propio, adaptándolo a las necesidades del momento.
El crítico literario José Delfín Val, asegura en su artículo EL QUIJOTE DE 1604, publicado en la revista literaria ZENDA, que la novela circuló por Madrid y por Valladolid antes de que empezara a venderse por Castilla legalmente, en 1605.
En el libro de la Hermandad de San Juan Evangelista “á la Porta-Latina y de los Impresores de Madrid” —indica Delfín Val— se apunta una entrega de dos ejemplares impresos del Quijote para los fondos de dicha Hermandad. Ese asiento tiene fecha de 26 de mayo del año 1604, fecha en la que el Quijote todavía no existía oficialmente, pero ya estaba impreso. Además, comenta el dato curioso de que en ese libro de cuentas de la Hermandad de Impresores de Madrid hay una nota del ejercicio de 1604 a 1605 que dice:
«En julio se vendió un Quixote a 8 reales y medio».
- Relación con órdenes religiosas o bibliotecas censuradas.
Vives tuvo contacto con círculos religiosos e intelectuales que podrían haber mantenido su manuscrito en bibliotecas restringidas o bajo censura.
La Inquisición y otras instituciones pudieron haber impedido su publicación en el siglo XVI, pero su contenido pudo haber resurgido en un momento más propicio a inicios del siglo XVII.

- Posible conexión con Cervantes o su entorno.
Si Cervantes tuvo acceso al manuscrito, pudo haber sido por medio de eruditos, religiosos o bibliotecas en las que se conservaban textos antiguos. También cabe la posibilidad de que no fuera Cervantes el descubridor directo, sino un editor o impresor que decidió atribuirle la obra.
Por lo tanto, a la luz de los argumentos esgrimidos, podemos considerar que el manuscrito de El Quijote del pensador valenciano, Juan Luis Vives, concebido y plasmado sin interrupción o sin pausas significativas —a juicio del profesor Francisco Calero— en torno al año 1535, estuvo en custodia, resguardado, copiado o transmitido de manera privada antes de llegar a Cervantes.
Es verdad que esta hipótesis se enfrenta a la falta de evidencia documental directa, pero se basa en la idea de que muchas obras han tenido procesos de transmisión largos y ocultos antes de ver la luz. En la Biblioteca Nacional de España existen actualmente un gran número de manuscritos en proceso de catalogación completa y no todos los registros distinguen si la autoría está atribuida, desconocida o pendiente de investigación.

Un buen ejemplo de este tipo de manuscritos es «La francesa Laura», una comedia palatina —por desarrollarse en un ambiente cortesano y aristocrático, con elementos de enredo y trasfondo político— conservada de forma anónima en la Biblioteca Nacional, atribuida recientemente a Lope de Vega en su etapa final de vida (entre 1628 y 1630) tras rigurosas investigaciones de carácter filológico y computacional.
Un descubrimiento, por cierto, que refuerza el valor de la Inteligencia Artificial (IA) en la investigación filológica y la recuperación del patrimonio literario.
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Ahora he traducido mi investigación holandés también en inglés, pero además en español en un libro digital. Puede ordenarlo por Amazon Kindle Store: El Quijote y la verdad oculta, 2025.
1) “El texto original en inglés nunca fue publicado y Jettie van den Boom sostiene que las dos partes de esta obra fueron escritas por un grupo de escritores comandados por el filósofo, político, abogado y escritor inglés, Francis Bacon,” dices.. pero mezclas los tres libros: El DQI y el DQII en inglés fueron publicados en Londres en 1612 y en 1620!! Pero El Avellaneda.. este texto original en inglés no fué publicado, aunque ha sido escrito por los mismos autores de la fraternidad de las Sireniacla Gentlemen ¡Qué lástima que te equivocas! Son Francis Bacon, Ben Jonson, John Donne y ‘los dos amigos’ Frank Beaumont & John Fletcher.
2) “Tras más de una década de investigaciones ha descubierto que El Quijote contiene ciertos códigos secretos, cifras, anagramas, seudónimos en los textos en inglés (y en el español de Avellaneda)”, dices y es Verdad, pero ¿“ciertos”? Son 100 compacabezos y creo que es suficiente, pero quien se atreve a investigarlos y decirme si me he equivocado?
Jettie H. van den Boom