Don Quijote de la Mancha - Francis Bacon
En recuerdo José Antonio Hernández de la Moya Magazine Opinión Pere Vila Fumas Redactores

Francis Bacon y El Quijote

El Quijote, una de las grandes joyas de la literatura española y universal. 

La escritora holandesa, Jettie van den Boom, es autora del libro “The deciphering of the Don Quixote & the unmasking of Avellaneda” (“El desciframiento de Don Quijote y el desenmascaramiento de Avellaneda»). Tras la publicación de mi artículo, ¿Quién escribió El Quijote? tuvo la gentileza de contactar conmigo para trasladarme algunas consideraciones al respecto como gran investigadora que es de El Quijote, una de las grandes joyas de la literatura española y universal. 

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Mis investigaciones me han llevado a considerar que, tanto la primera como la segunda parte —publicadas en 1605 y 1615, respectivamente— de “El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de La Mancha» son traducciones del inglés al español.

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Ingenuamente, afirmaba yo en este artículo, “Que yo sepa, nadie hasta ahora ha cuestionado ni por asomo la autoría de “El Quijote”, olvidando el precepto aristotélico de que “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Y es que, tras su llamada de atención, he podido comprobar que, efectivamente, la autoría del El Quijote sí ha sido cuestionada. Por ejemplo, en 1917, el austríaco Alfred von Weber Ebenhoff publicó un libro en el que daba ciertas claves acerca de la verdadera historia de El Quijote. Según von Weber, el autor de esta obra fue Francis Bacon, hombre de la corte inglesa en tiempos de Shakespeare, reconocido alquimista y escritor.

La siguiente entrevista con Jettie van den Boom explora la autoría de El Quijote por parte de Francis Bacon (Strand, Londres, 22 de enero de 1561, Highgate, Middlesex, 9 de abril de 1626), primer barón de Verulamium, primer vizconde de Saint Albans y canciller de Inglaterra, además de filósofo, político, abogado y escritor, considerado padre del empirismo filosófico y científico.

Vaya por delante que el propósito de esta entrevista no es abrir un debate incendiario, sino alertar la reflexión personal.

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PREGUNTA: En el año 2015 escribió en holandés el libro “The deciphering of the Don Quixote & the unmasking of Avellaneda” (“El desciframiento de Don Quijote y el desenmascaramiento de Avellaneda») que tradujo al inglés en 2022. En él defiende que la obra “El Ingenioso Don Quijote de La Mancha” procede de un original inglés, que nunca fue publicado.

RESPUESTA: Mis investigaciones me han llevado a considerar que, tanto la primera como la segunda parte —publicadas en 1605 y 1615, respectivamente— de “El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de La Mancha» son traducciones del inglés al español. Las publicaciones originales en inglés fueron publicadas con el título: “The history of the valorous and wittie Knight-Errant Don-Quixote of the Mancha”, en 1612, y “The second history of the valorous and witty Knight-Errant, Don Quixote of the Mancha”, en 1620. Entre estos dos periodos —En 1614— se publicó un “falso” Don Quixote, conocido como “El Quijote de Avellaneda” de Alonso Fernández de Avellaneda. El texto original en inglés nunca fue publicado y yo sostengo que, las dos partes de esta obra fueron escritas por un grupo de escritores comandados por el filósofo, político, abogado y escritor inglés, Francis Bacon.

P.: ¿En qué se basa?

R.: Pues, verá, José Antonio. Mi curiosidad por investigar la verdadera autoría de El Quijote surgió hace tiempo, leyendo en un libro la afirmación de que “Quizás, Don Quijote, no fue escrito por Cervantes». Como a mí me encanta esta obra y España, recuerdo que me enojó mucho.  ¿Cómo se atreve alguien a escribir eso? —pensé.

Así que, determiné investigar este enigma. Pasé casi una década de mi vida tratando de descifrarlo. Como puede imaginarse, no ha sido tarea fácil. El Quijote contiene ciertos códigos secretos, cifras, anagramas, seudónimos en los textos en inglés (y en el español de Avellaneda), que hay que descodificar. Por el momento he descubierto unos 100.

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P.: Usted sostiene que Miguel de Cervantes no era más que un pobre escritor español que había vendido su nombre y su historia a los ingleses para sobrevivir. ¿En qué circunstancias vendió su nombre y su historia y a quién?

R.: Yo creo que, el inglés, Francis Bacon, pensó en Cervantes como testaferro para situar la obra en España, por ser un país católico y, al mismo tiempo, iniciado en conocimientos hermetistas, esotéricos y cabalísticos. Cervantes estaba en contacto con el mundo editorial a través del librero Blas de Robles, que le había publicado La Galatea en 1585, en su ciudad natal de Alcalá de Henares. El manuscrito de la obra “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha” se la presentó en Valladolid a su hijo, Francisco de Robles, donde ambos vivían por aquel momento. Sin embargo, la edición príncipe (primera edición de una obra literaria) de la obra se publicó en su establecimiento en Madrid, cerca de la puerta de Guadalajara. Como es sabido, De Robles contrató la impresión de la obra a Juan de la Cuesta, en la calle Atocha 87, de Madrid, actual sede de la Sociedad Cervantina.

Por aquella época, la situación de Cervantes era crítica: tenía muchas deudas y muchos problemas familiares, y se encontraba sin trabajo. Su hermano Rodrigo había muerto el 2 de julio de 1600 en la Batalla de Nieuwpoort. Francis Bacon, bajo el pretexto de poder arreglar la herencia de su hermano, le invitó a que visitara los Países Bajos españoles. Evidentemente, los ingleses le pagaron los viajes y la estancia que duró desde 1602 hasta la mitad de 1604. A cambio, Cervantes tuvo que vender su nombre y su andariega, misteriosa y heroica historia.

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P.: Usted considera que “el cerebro” detrás de los tres libros de El Quijote fue Francis Bacon, coordinando a un grupo de diez personas que juraron guardar secreto sobre su colaboración en la redacción de esta inmortal obra. ¿Podría darnos más detalles al respecto?

R.: Mi primera investigación se centró en el supuesto escritor arábigo y manchego del manuscrito del Quijote: Cide Hamete Benengeli. Con la técnica de esteganografía (práctica que oculta información dentro de otro mensaje u objeto físico para evitar su detección), conocida desde la antigüedad, pude descubrirlo con relativa facilidad.

El nombre de este narrador-traductor aparece por primera vez en la obra en el capítulo IX de la primera parte, «Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron». Te leo el extracto que dice así: «Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de La Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo».

Con la técnica de esteganografía pude descubrir que, detrás del nombre de Cide Hamete Benengeli se esconde el de la Fraternidad de los Sireniacal Gentlemen, un grupo misterioso y selecto que se reunía cada primer viernes del mes en el Mere-maide de Breadstreet. (en la Sirena en la calle ‘Breadstreet’). En sus reuniones secretas, además de tratar los temas de carácter literario en los que estaban trabajando, discutían los misterios del océano, intercambiaban cuentos de sirenas y compartían recetas para preparar el néctar de las profundidades.

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P.: ¿Se conocen algunos nombres representativos de este selecto grupo?

R.: Sabemos poco al respecto. “The Sireniacals” era una hermandad ocultista. Sus miembros prometían solemnemente mantenerse en el anonimato y con respecto a sus discusiones; no obstante, existen algunas referencias a estas “reuniones de beaux esprits”. Las hemos encontrado en los parlamentos y en las cartas de Thomas Coryat (1577-1617). Relacionados con El Quijote: Ben Jonson, Robert Cotton, John Donne, William Stansby. No aparecen Francis Beaumont y John Fletcher, pero yo creo que fueron miembros también de esta sociedad.

P.: Bien. Concretamente, ¿Qué participación tuvieron estos personajes en la elaboración de El Quijote?

R.: Creo que El Quijote fue escrito por un grupo compuesto por 10 selectos escritores —coordinados por Francis Bacon— pertenecientes al selecto “The Sireniacals”. Para su elaboración se inspiraron en Parzival, un personaje legendario de la literatura medieval creado por el poeta alemán Wolfram von Eschenbach. La historia narra las aventuras y desafíos enfrentados por Parzival, un caballero en busca del Santo Grial. Cada uno de estos escritores se ocupó de un personaje o alguna escena: Francis Bacon de Don Quijote y Ben Johnson de Sancho Panza.Las traducciones al español de las dos partes las realizó Thomas Shelton; el llamado “Quijote de Avellaneda” le correspondió a James Mabbe.

P.: Deduzco, pues, que el papel de Cervantes se limitó a estampar su firma de la obra.

R.: Sí, así lo creo. Eso sí, en honor a la verdad, Cervantes escribió los versos “De cabo roto”, que no fueron publicados en la edición original en inglés. Así que, se puede decir que Francis Bacon la concibió y Cervantes la firmó. Como sabes, la obra consta de 126 capítulos (52 la primera parte; 74 la segunda). El número 126 contiene un significado oculto.

P.: ¿Cuál?

R.: Verá. El número 126 pasado a letras es ABF. Leído al revés es FBA, la abreviatura de Francis Bacon.

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P.: Curioso. ¿Algún otro código secreto, cifra, anagrama, seudónimo en los textos en inglés reseñable descodificado?

R.: Sí. La segunda parte, por ejemplo, de 74 capítulos y 1 prólogo. Si hacemos la correspondiente conversión nos da el número 75 que al dividirlo por 5 quedaría en 15. Si lo transformamos en 15 letras se conforma una oración que nos habla de la autoría de Francis Bacon (“I Bacan call V Back…..” ). Evidentemente, hay muchas otras indicaciones de esta autoría que detallo en mi libro “The deciphering of the Don Quixote & the unmasking of Avellaneda” (“El desciframiento de Don Quijote y el desenmascaramiento de Avellaneda»). Lo he visto en pasajes disfrazado de anagrama, acróstico o relacionado con el número 33, el valor numérico de Bacon (33= B+ A+ C+ O+N= 2+1+3+14+ 13). El número 33, por cierto, es un número maestro que representa una combinación única de energía física y espiritual capaz de abrir nuevas dimensiones en nuestra comprensión de la vida.

P.: No podemos pasar por alto tampoco uno de los grandes enigmas de esta obra que el autor plantea con su inolvidable comienzo, «En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…». ¿Cuál era, a su juicio, ese lugar enigmático? ¿Y el hidalgo?

R.: Muchos de los nombres que aparecen en esta obra tienen tres niveles de comprensión que el autor clasifica en: alto, sonoro y significativo. Por ejemplo, el nombre de Rocinante, el caballo de Don Quijote, no fue puesto por su dueño al azar. Pasó cuatro días meditando qué nombre darle a su corcel. Al final se decidió por Rocinante, de gran sonoridad, que representa la humildad y la nobleza, evocando la transformación de un vulgar rocín a un corcel inmerso dentro de un mundo de fantasía. La altura del nombre “Don Quijote” representa la nobleza de espíritu y sus aspiraciones elevadas; la sonoridad de “Don Quijote” es musical y resonante; lo significativo lo hallamos en el “Don” que evoca su ideal caballeresco y “Quijote” (“muslo” en castellano antiguo) que alude a su fuerza y valentía. Y, con respecto, a “La Mancha” también podemos encontrar estos tres niveles de comprensión de alto, sonoro y significativo. “La Mancha” (con “L” mayúscula) como región española se formó en 1691, es decir, 80 años después de la publicación en España de la primera parte de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”. Sin embargo “la Mancha” (con “l” minúscula) alude a una llanura donde crecían principalmente pastos (en árabe, “manxa”); un lugar relacionado con el El Canal de la Mancha (en francés “la Manche”). Este nombre es, a mi juicio, una metáfora del estuario entre Francia e Inglaterra. Don Quijote es, por tanto, a la vez caballero de la tierra y caballero de las aguas.

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P.: Usted indica también que las traducciones al español de las dos partes de “El Quijote” fueron realizadas por Thomas Shelton, y el de Avellaneda por James Mabbe. ¿Quiénes eran estos traductores? ¿Cómo habían llegado a dominar tan perfectamente el idioma castellano?

R.: Dos investigaciones simultáneas esclarecen quién es Thomas Shelton: Edwin B. Knowles: Thomas Shelton, Translator of Don Quixote, Studies in the Renaissance, Vol. 5 (1958) pp.160-175, the University of Chicago Press and Renaissance Society of America; y J. George, Thomas Shelton, Translator, in 1612-14, Bulletin of Hispanic Studies. 35:3 (1958: July) p.157- 164.

En 1603, Thomas Shelton, tenía sólo 23 años cuando tradujo El Quijote del inglés al español. Thomas era de Dublín (Irlanda) donde su padre Henry Shelton fue encarcelado en el Castillo de Dublín por negarse a firmar “el juramento de supremacía” cuando fue nombrado sheriff. La familia Shelton era originaria de la rama Norfolk de Inglaterra y era muy católica. Precisamente, esta fue una de las razones principales por la que confiaron la traducción de la obra a Thomas.

P.: El Quijote, como sabe, es una obra compleja que ejerció un enorme influjo en la narrativa europea. Está considerada la primera novela moderna, al marcar un hito en la literatura al desafiar las convenciones literarias de su época. El traductor debió ser un hombre muy preparado y gran conocedor del castellano de la época. ¿Lo estaba Thomas Shelton?

R.: Sí, lo estaba. Nos consta que el 20 de agosto de 1597 Thomas estaba matriculado como estudiante en el seminario jesuita irlandés de Salamanca. Probablemente estudió en Valladolid unos años antes para ser sacerdote. Sólo cuando ese seminario fue trasladado a Salamanca se registraron datos de los alumnos. Su nombre se encontraba en la lista. El primer colegio irlandés se fundó en Salamanca en 1592.

En 1603, su tío, Christopher Cusack, había fundado un seminario irlandés en Douai (ahora en el norte de Francia). El padre Cusack convocó una reunión en febrero de 1604. Parece ser que “Skelton” trabajaba como profesor de español en un colegio irlandés.

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P.: ¿Y cuándo comenzó a realizar la traducción de El Quijote?

R.: En el año 1604, en torno a los meses de febrero, marzo y abril. De 1604 a 1614 Shelton vivió en el sur de los Países Bajos, Amberes y Bruselas. Aquí conoció a Cervantes y William Trumbull, secretario de la Embajada inglesa en Bruselas, de quién recibió el manuscrito. Aún se conservan varias cartas que Shelton escribió a Trumbull.

P.: Y, ¿Qué sabemos de James Mabbe, el traductor de El Quijote de Avellaneda?

R.: Sabemos que, desde los 16 hasta los 61 años, tenía su residencia en el Magdalen College de Oxford; que aquí estudió Artes y que, tras graduarse en esta disciplina, realizó una segunda formación en leyes. En este privilegiado entorno se hizo amigo del político y diplomático inglés, John Digby. Durante el periodo de 1611 a 1615 ejerció como secretario del embajador inglés en Madrid, su viejo amigo Sir John Digby.

 En su autobiografía apunta el viaje en barco de Plymouth a San Sebastián, que duró un mes (9 de abril de 1611 – 6 de mayo de 1611; luego, se trasladó a Madrid para trabajar a las órdenes del embajador de Inglaterra en España. Al parecer, dentro de su equipaje llevaba en inglés “El Quijote de Avellaneda”. James Mabbe escribió poemas en latín, español e italiano.

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P.: ¡Qué interesante! ¿Y qué relación tuvo James Mabbe con Cervantes?

R.: James Mabbe contactó muy probablemente con Miguel de Cervantes en Madrid, durante su época en la embajada inglesa. Su relación con Cervantes no consta en ninguna parte, quizás debido a que ejercía también de espía católico. Cuando terminó de traducir el manuscrito de “El Quijote de Avellaneda” —en 1613—, se lo entregó en Valencia a Francisco Felipe Roberto Mey. Tradujo para el público inglés La Celestina y la primera parte de Guzman de Alfarache; también las “Novelas Ejemplares” (“Exemplarie Novells”) publicadas en Inglaterra en 1640. En el transcurso del año 1615, Mabbe regresó a Oxford.

P.: Y una cosa más sobre James Mabbe: ¿Qué relación tuvo con las ediciones “oficiales” del Quijote?

R.: Sí, sobre él conocemos un detalle muy interesante. En 1614, James Mabbe recibió un interesante paquete procedente de la embajada inglesa en París. Al parecer, fue enviado por Sara Harington (Lady Edmondes), la famosa mecenas de obras literarias, a la que algunos poetas y autores le dedicaron sus obras. Este paquete contenía una preciada joya: la segunda parte de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, traducido por Shelton. James Mabbe entregó a Cervantes el manuscrito traducido para que Miguel lo llevara a la editorial. Por supuesto, ninguna de estas actividades ha sido registrada, por lo que no existe ninguna constancia.

P.: Al parecer, el impresor de esta joya de la literatura universal fue William Stansby, el cual insertó pistas ocultas en el texto para que el lector pudiera sacar determinadas conclusiones. ¿Quién era este impresor? ¿Qué relación guardaba con el equipo que elaboró la obra? ¿Qué tipo de pistas insertó y por qué?

R.: William Stansby fue un importante impresor inglés integrado dentro del selecto grupo de los Sireniacals que publicó obras para figuras de la talla de Sir Walter Raleigh, Ben Jonson, Shakespeare, William Camden, John Donne o Coryat. El Quijote en inglés lo imprimió en los años 1612 y 1620 con el título “The history of the valorous and wittie Knight-Errant Don-Quixote of the Mancha”.

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En la época de Stansby no existía oficialmente la francmasonería —desarrollada durante la Ilustración del siglo XVIII—, pero, no cabe la menor duda, de que los miembros del grupo de Sireniacals tenía conocimientos iniciáticos, basados en la libertad de pensamiento, la fraternidad entre sus miembros, la búsqueda de la verdad, la ética y la moralidad, la filosofía y los símbolos.

El Quijote no es, como bien sabe, sólo una maravillosa historia de aventuras de dos inolvidables personajes, sino también un viajé simbólico que nos invita a explorar temas profundos y universales. Los molinos de viento, la oscuridad de la noche o la cueva son algunos de estos claros símbolos esotéricos. Por lo tanto, la obra de un autor o autores familiarizados con la sabiduría iniciática que podemos apreciar en esta obra a través de ciertos códigos secretos, cifras, anagramas, seudónimos, metalenguajes, etc.

Así, por ejemplo, en la portada de la primera parte de “El Quijote”, descubrimos un número simbólico: el 144. Es una cifra que simboliza la totalidad, perfección y plenitud. En numerología está considerado como número maestro, asociado con la espiritualidad y la iluminación. En la Biblia, el Apocalipsis menciona a los 144,000 elegidos que estarán con Dios en el Cielo. En el ámbito de las matemáticas, el 144 se le relaciona con el teorema de Pitágoras a través de su propiedad de ser un cuadrado perfecto que satisface la ecuación fundamental del teorema. En el contexto de “El Quijote”, este número viene a representar la búsqueda de la perfección, la totalidad de la experiencia humana que su protagonista, Don Quijote de La Mancha, emprende en su viaje.

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P.: Según su tesis, Cervantes vendió su nombre y su historia vital para sobrevivir. ¿De qué modo ha quedado reflejada esta venta en “El Quijote”?

R.: Lo vemos, por ejemplo, en la historia del Cautivo. Se trata de una clara analogía con la propia historia del cautiverio de Miguel de Cervantes. Como recordará, el Cautivo nos cuenta cómo su padre dividió su hacienda en tres partes: una para él y las otras para sus tres hijos. Cada hijo debía dedicarse a las armas, las letras o el comercio. El Cautivo eligió las armas y, tras varios viajes, fue apresado y hecho cautivo por el rey de Argel, lo que le lleva a vivir una serie de interesantes aventuras.

P.: ¿Y evocaciones sobre la huella inglesa de esta obra?

R.: Sí, por supuesto, con mucho gusto. Por ejemplo, en los versos preliminares de la primera parte del Quijote, un grupo de míticos héroes caballerescos —Amadís, Belianís, Orlando, Oriana, Gandalín— elogia los libros y ensalzan a sus protagonistas, cada cual en un estilo adecuado a su personalidad. De este modo, la princesa Oriana de Gran Bretaña evoca una figura noble y misteriosa, repleta de amores imposibles, aventuras épicas y desafíos caballerescos que se corresponde con el amor platónico de Don Quijote: Doña Dulcinea del Toboso. La Oda a Oriana dice: «En los campos de Bretaña, bajo el Sol dorado, Oriana princesa, con su mirada encantada, sus cabellos de fuego, su risa cristalina, espera a su caballero en la torre divina».

También podemos ver esta huella en el de “Cambio de horizontes”: «Toboso, su aldea, donde el viento canta; Sus calles empedradas, su gente franca; Allí reside su corazón, su raíz; Pero Londres, oh Londres, le llama con ardor; Las brumas del Támesis, los carruajes veloces; Los parques verdes, las luces nocturnas; En Londres, el mundo se expande, se despliega».

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P.: ¿Contamos con un original de “El Quijote” en inglés?

R.: Sí, por supuesto. Existen los originales de la primera y la segunda parte, no así el llamado Quijote de Avellaneda. Fueron publicadas, como he comentado anteriormente en 1612 y 1620, respectivamente por el impresor William Stansby.

P.: Según sus investigaciones, el equipo que escribió “El Quijote” consultó la biblioteca propiedad de Robert Cotton. ¿Quién era? ¿Qué tipo de libros contenía su biblioteca?

R.: La Biblioteca Cotton o Cottoniana (Cotton Library o Cottonian Library) fue una colección privada de Sir Robert Bruce Cotton M. P. (1571–1631), anticuario y bibliófilo inglés, que incluía libros, manuscritos, monedas y medallas. La utilizaron los principales eruditos de la época, entre los que se encontraban Francis Bacon, Walter Raleigh y James Ussher.

¿Quién era Robert Cotton? Un hombre interesado por el saber. Había sido educado para ser un católico estricto y, al igual que Ben Johnson, se formó en la Escuela Westminster con el maestro William Camden. Se graduó en Cambridge en 1585 y tenía el mismo interés que Camden, su maestro: coleccionar objetos antiguos, monedas y especialmente manuscritos. Tras la disolución de los monasterios por Enrique VIII, adquirió diversas bibliotecas.

Cotton poseía la mejor biblioteca privada de toda Gran Bretaña e Irlanda. Además, contaba con más de 1.400 manuscritos especiales y 1.500 cartas y sellos. Era tan extensa que estaba catalogada con los nombres de 12 emperadores romanos y 2 damas imperiales.

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P.: Y, finalmente, ¿Podría decirnos si, además de usted, hay otros investigadores que defiendan su teoría de la autoría inglesa de El Quijote?

R.: Sí, hay tres importantes escritores que confirman mi teoría: Alfred von Weber-Ebenhof, un precedente que causó un gran revuelo en 1917, Francis Carr y Mather Walker.

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Francis Carr con la publicación de su libro Who Wrote Don Quixote? (¿Quién escribió Don Quijote?) se pregunta: «¿Qué evidencias hay de que Miguel de Cervantes escribió Don Quijote? No hay ningún manuscrito, ninguna carta, ningún diario, ningún testamento, ningún documento que pruebe que escribió esta obra maestra. No hay ningún retrato, ninguna tumba marcada y ningún registro de pago alguno por Don Quijote, aunque se hizo popular en España y en el extranjero durante su vida. ¿Qué sabemos sobre Thomas Shelton, cuya traducción se ha ganado los elogios de los historiadores literarios desde que apareció en este país en 1612? ¿Qué sabemos de Cid Hamet Bengeli, el historiador árabe que, según nos dice Cervantes, es el verdadero autor? Hasta ahora no se ha hecho ningún intento adecuado de situar a Don Quijote en el contexto más amplio de la literatura europea, de las grandes obras, de escritores y dramaturgos de este periodo. Y nadie ha estudiado el texto de Shelton, que rara vez se lee hoy en día. Tras un examen de la publicación real de esta obra en Madrid y en Londres, revelando una sorprendente proximidad en fechas de registro, se analiza la historia de las aventuras de Don Quijote en España y emergen algunos detalles sorprendentes que muestran una comprensión notable de la historia y el folclore ingleses. La historia nos lleva de La Mancha a Sussex, de Madrid a Londres, a la corte de la reina Isabel y el rey Jaime».

José Antonio Hernández de la Moya

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