El Ayuntamiento de Salamanca y la Fundación Caja Duero presentan la exposición Los Rincones de Ubierna, una retrospectiva de la obra del pintor José Manuel González Ubierna (1900-1982) en la Sala de San Eloy de Salamanca. Esta nutrida exposición, muestra cuadros del artista de todas sus épocas. Escenas salmantinas, algunos rincones ya desaparecidos, además de marinas y pinturas costumbristas del norte de España, en especial lugares de Cantabria. Como complemento a la exposición, el espacio alternativo y cultural La Salchichería cuelga en sus salas obras de Ubierna en la muestra titulada: Salamanca, de Ubierna a Perro Chico en la que, junto a obras del pintor, se exhiben fotografías del colectivo de fotógrafos Perro Chico que muestran rincones pintados por el artista en su estado actual. Ambas exposiciones se clausurarán el próximo 20 de noviembre.
González Ubierna es uno de los artistas que mejor ha sabido interpretar a Salamanca. Fue alumno de González Arenal, y aunque se ha dicho de él que era ajeno a movimientos, ismos y modas, lo cierto es que en su pintura encontramos grandes influencias y sobre todo una trayectoria clara en su evolución pausada a lo largo de los años. Pintor de paisaje abierto y urbano, caseríos norteños, puertos y marinas; escapó del retrato pero no renunció al personaje como un elemento más de su pintura naturalista que le define.
En la etapa de mayor belleza expresiva, encontramos a un González Ubierna entre Solana y Zuloaga. Del primero toma el costumbrismo y la composición, del segundo el dibujo y el estilo pero renunciando a la descripción psicológica, al personaje, y centrándose en la narración visual urbana. Solo hace falta recordar la pintura de Zuloaga sobre el perfil de Segovia, con la catedral al fondo, y encontramos la influencia reveladora y positiva. Pero a Ubierna hay que descubrirlo, escarbar en su paleta, su pincel grueso, la habilidad emotiva para renominar con el color la luz, definiéndola en cada pintura y aportando una emoción raramente encontrada en pintores naturalistas.
Si continuáramos por el camino de las influencias nos toparíamos con Darío Regoyos en algunos aspectos donde se deja llevar por la impresión, sobre todo en su primera época, o con Vázquez Diaz en la deconstrucción de las escenas en sensaciones difícilmente observadas, en este sentido la pintura sobre Ledesma con el río Tormes a sus pies es un claro ejemplo. Pero, Ubierna tiene su aquel y acaso él mismo sin pretenderlo fue inspirador de pintores salmantinos de los sesenta y setenta del siglo pasado. La “reciedad” del dibujo, el color pardo berroqueño, los cielos cenicientos y tormentosos de la fría castilla y de las marejadas del norte, definen e incitan a retomar y descubrir a este gran artista que dividía su corazón entre Santander y Salamanca.
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