Yo no soy un ángel, señor -aseguré-. Y no llegaré a serlo hasta que me muera. Soy solo yo… No busque en mí nada celestial, porque no lo hay; Como tampoco lo hay en usted, ni yo lo espero.
El primero de los cuentos en los que la escritora del XIX, Charlotte Brontë, se inspiró para construir su célebre novela, es por muy sorprendente que pueda parecer, La Caperucita Roja. Y digo sorprendente puesto que es una verdad establecida y reconocida por lectores y estudiosos en la materia, que Jane Eyre es una de las obras que defendieron la independencia de la mujer en la literatura de su época, del poder de decisión y de la aspiración a poseer conocimiento. Es un canto a la ambición profesional y personal del personaje femenino, quien elige perseguir sus sueños y ser la dueña de su libertad, a pesar de los conflictos y los negativos acontecimientos sociales en los que se ve inversa.
Y ¡qué boca tan grande tienes!
Y el lobo, saltando de la cama de la abuela y dando un feroz rugido, contestó a la niña:
¡Para comerte mejooooor!

Retomando el hilo de la conversación, quienes hayan indagado entre las interpretaciones de semejante relato habrán podido comprender que no es tan inocente lo que en este se plasma. En este caso, ubicaríamos el cuento en la sección de la novela en la que ella crece en el instituto para futuras “esposas diestras y completas”. Allí todo lo que se enseñaba era el silencio, la obediencia, y la insurrección. No debías mostrar tu sabiduría, pues sería una forma de rebelión, sino que tenías que permanecer callada y con la cabeza agachada para no captar la atención de Mr. Brocklehurst, el clérigo dirigente la institución quien encarnaría el personaje del malvado lobo feroz. Puesto que castigaba arduamente a las muchachas sin motivo alguno, les infundía terror a la sociedad en la que vivían, les inculcaba a la fuerza todos esos valores que destruyen el sólido espíritu de una heroína. Tomaba el aspecto de la feroz intransigencia del XIX.
Cuando cumplas quince años, te situarás frente a una rueca de costura, te pincharás con su aguja al enhebrar el hilo, y morirás.
– Exclamó enérgicamente el Hada Malvada observando a la princesa.
Con el segundo cuento Rochester aparece en escena, y continuará acompañándonos hasta el desenlace de este artículo. Su personalidad toma forma con el relato de la Bella Durmiente, en el que la autora cambio el contexto del escenario principal para ajustarlo a su novela y al carácter simbolista de la trama y de sus personajes. Si recordamos el nudo tradicional, la protagonista femenina se pincha el dedo índice con la aguja de una rueca, pero en la novela de Brontë, Jane Eyre habría corrido el mismo riesgo a partir de una rosa con espinas que Rochester le ofrece paseando en el jardín. Permíteme que me explique un poco más con tal de brindar sentido a la situación.

Jane se encuentra dando un paseo por los jardines del castillo, el día es claro, el cielo está despejado y el calor del sol le broncea de rubor las mejillas. Charlotte Brontë crea y diseña el perfecto decorado del Edén. Pero cuando Rochester surge de la nada, el ambiente cambia, el tiempo cambia, el frío vuelve, las nubes tiñen su color al de las sombras y da la sensación de que una tormenta vaya a precipitarse pronto sobre los dos. El paraíso es ahora el infierno, y su pretendiente le ofrece una rosa, pero no una rosa cualquiera, sino una rosa con espinas, una rosa con las agujas de la rueca. Si Jane Eyre llegara a aceptarla perdería su inocencia y su independencia, pues al pincharse una gota de sangre correría por su dedo hasta el borde de su muñeca. Cayendo en la tentación, expulsada de la arcadia. Un dato curioso antes de pasar al siguiente cuento de Barba Azul es que la mansión de Rochester se llama Thornfield Hall, que significaría en su pronunciación “el lugar de las espinas”.
No lo sabéis, repuso Barba Azul, pero yo sé muy bien. ¡Habéis tratado de entrar al gabinete! Pues bien, señora, entraréis y ocuparéis vuestro lugar junto a las damas que allí habéis visto.
La narración de Barba Azul como acabo de mencionar concede honor nada más y nada menos a uno de los personajes más importantes de la novela, y que sin embargo, han sido por mucho tiempo olvidados y entendidos sin comprensión desde la falsa justificación de la locura. Estoy hablando de Bertha Mason, y en consecuencia, de todas las locas del desván de la literatura. Rochester se vestiría de Barba Azul, pirata que surcaba los mares prendiendo, conquistando y enamorando a mujeres para después casarse con ellas. Lo que a todas les decía sin verse ninguna en la excepción es que no miraran en el piso superior, en la torre de Thornfield Hall, en el desván. Aquella era su única prohibición, ya que si desobedecían algo terrible les ocurriría, pero como la curiosidad es una de las inquietudes humanas más revoltosas e incesantes, las mujeres acaban siempre mirando el secreto encerrado de allí arriba. Un misterio que las llevaría a su perdición y prisión, pues Barba Azul mantenía bajo llave a las esposas que habían atentado contra su determinación, e iba acumulando las mujeres con las que desposaba en matrimonio. Para después volver a empezar. Tal y como hizo Rochester con Bertha Mason, la encerró bajo pretexto de locura, e intentó unirse con Jane estando todavía casado con la mujer que como un fantasma se arrastraba por el desván.
Esta rosa vivirá hasta tu cumpleaños número 21. Si para entonces puedes aprender a amar a otros y ser capaz de recibir su amor a cambio antes de que el último pétalo caiga, entonces el hechizo se romperá. De lo contrario, serás condenado a permanecer una bestia por el resto de tu vida.
– Hechicera
Por último, expondré el cuento clásico de la Bella y la Bestia. Un relato en que la Bestia, el señor Rochester, es castigo en su vanidad, orgullo y desprecio para con el resto de la humanidad por la magia de un ser extraño, en el caso de Jane Eyre es mortificado por Dios, a convertirse en una criatura despreciable. Una persona siniestra, sin sentido y violenta. Por otro lado, tenemos a Bella, Jane Eyre, quien con su entereza personal y superioridad de alma le concede la oportunidad de ser una persona mejor, más bondadosa y humana.
¿Crees que porque soy pobre, poco conocida, poco atractiva y pequeña, no tengo alma y no tengo corazón? ¡Piensas mal! ¡Tengo tanta alma como tú y llena de puro corazón! Y si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y mucha riqueza, habría sido tan difícil para ti dejarme, como lo es ahora para mí el dejarte. No estoy hablando contigo ahora por medio de la costumbre, convencionalidades, ni siquiera de la carne mortal: es mi espíritu que se ocupa de tu espíritu, como si ambos hubieran pasado por la tumba, y se situaran a los pies de Dios, iguales – ¡Como somos!
Charlotte Brontë hace que Jane sea la heroína de la historia. Ella es quien salva al “héroe masculino” del fuego cuando está a punto de morir en un incendio creado a manos de Bertha Mason. Es una guerrera que lucha por lo que quiere que su vida sea y por su libertad. Solo vuelve con Rochester cuando es un igual a él. No es coincidencia que este quede ciego a causa del segundo incendio que destruye la fortaleza, y que es testigo del suicidio de Bertha Mason, siendo este acontecimiento su purificación, puesto le ciega la vista. Una vista que poco a poco irá recuperando con la ayuda y el buen consejo de Jane Eyre.

Y tampoco es casualidad que cuando la protagonista descubre todos los misterios que la rodeaban y la descabellada mente pensante detrás de todos ellos, se levante para irse. En ese instante Rochester rompe en llanto abrazado a sus rodillas, rogándole primero que no le abandonara, después amenazándola con agredirla violentamente tanto a ella como a sí mismo. Lo único que sale de los labios de la heroína mientras le mira fijamente es:
Debo respetarme a mí misma. – Jane Eyre.
¿A quién ofenderías viviendo conmigo? ¿A quién le importaría? – Rochester.
A mí. – Jane Eyre.
Disfruta de la obra de Laura Martínez Gimeno
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