Para Carl Jung, la mente humana llegó a convertirse en un complejo objeto de estudio, que involucraba más aspectos que aquellos que abarcan al ámbito meramente individual.
Atreverse a indagar en sus confines, a intentar descifrar el comportamiento de un individuo supone un reto, un desafío al intelecto de cualquiera, estudioso del tema o no. Resulta una labor tan enigmática como si a una persona inexperta en cocina le retan a adivinar los ingredientes del plato estrella del mejor chef y su modo de elaboración. Aun así, con tantos obstáculos a priori, no solo los profesionales como Jung se sumergen en ese mundo de recónditos callejones y lagunas indescifrables, sino que cada quien en algún momento de su vida, despierta a su propia existencia e intenta conocerse usando las herramientas ofrecidas por la psicología y su propio conocimiento de sí mismo.
Eso precisamente es lo que nos desvela en su obra Ruth Rozados (Grace Klimt), La mente dibujada, su mente plasmada en grafías e imágenes del prestigioso dibujante Salvatwitts (Salvador Martínez), que nos harán descubrirla y sentirla mediante sus experiencias, de una manera metódica y bien clasificada. Conceptos como consciente, inconsciente, retrato, figura… cobran una connotación especial, mostrados desde sus letras y las ilustraciones que las acompañan. Un viaje a un gran parque de atracciones, subidos en una gran montaña rusa, que nos hará ver paisajes nuevos vistos a través de sus miradas.
Dos filtros, dos mentes, dos realidades que forman una verdadera simbiosis atractiva y poderosa, que se concentran en las páginas de La mente dibujada. Una mirada ilustrada que nos coloca sobre la mesa situaciones que nos hacen girar la cabeza para otro lado o quizás prestarle más atención. No es la autora de La mente dibujada, indiferente ni impasible ante el dolor ajeno, las injusticias, los abusos o cualquier tipo de circunstancia que necesite ser atendida con urgencia por parte de quien tenga esa competencia. Su camino es tan exterior como interno, pues su mirada es larga, critica y profunda. No deja de observar lo que se fragua fuera de sus límites corporales, a la vez que atiende a su niña interna, esa voz que ella oye y a la cual sigue como mejor guía y luz. Cultiva su yo, su esencia, persigue el conocimiento e incluso nos desvela con disimulo, que no con ocultamiento, palabras del Kybalion, de las leyes del universo, de Hermes Trismegisto y de una plena conciencia de su persona en este estado corporal.
La mente dibujada es una mirada llena de arte al mundo desde lo más grande a lo más pequeño o viceversa, que nos atrapa entre letras y dibujos, pensamientos y expresiones, emociones y claroscuro. Una mirada a lo efímero desde una actitud terrenal y práctica, una secuencia de razonamientos, proposiciones, revelaciones, denuncias, hipótesis y divagaciones que dan forma a La mente dibujada. Una mirada interesante a un pozo de sabiduría aire fresco.
Para Carl Jung, la mente humana llegó a convertirse en un complejo objeto de estudio, que involucraba más aspectos que aquellos que abarcan al ámbito meramente individual.
Atreverse a indagar en sus confines, a intentar descifrar el comportamiento de un individuo supone un reto, un desafío al intelecto de cualquiera, estudioso del tema o no. Resulta una labor tan enigmática como si a una persona inexperta en cocina le retan a adivinar los ingredientes del plato estrella del mejor chef y su modo de elaboración. Aun así, con tantos obstáculos a priori, no solo los profesionales como Jung se sumergen en ese mundo de recónditos callejones y lagunas indescifrables, sino que cada quien en algún momento de su vida, despierta a su propia existencia e intenta conocerse usando las herramientas ofrecidas por la psicología y su propio conocimiento de sí mismo.
Eso precisamente es lo que nos desvela en su obra Ruth Rozados (Grace Klimt), La mente dibujada, su mente plasmada en grafías e imágenes del prestigioso dibujante Salvatwitts (Salvador Martínez), que nos harán descubrirla y sentirla mediante sus experiencias, de una manera metódica y bien clasificada. Conceptos como consciente, inconsciente, retrato, figura… cobran una connotación especial, mostrados desde sus letras y las ilustraciones que las acompañan. Un viaje a un gran parque de atracciones, subidos en una gran montaña rusa, que nos hará ver paisajes nuevos vistos a través de sus miradas.
Dos filtros, dos mentes, dos realidades que forman una verdadera simbiosis atractiva y poderosa, que se concentran en las páginas de La mente dibujada. Una mirada ilustrada que nos coloca sobre la mesa situaciones que nos hacen girar la cabeza para otro lado o quizás prestarle más atención. No es la autora de La mente dibujada, indiferente ni impasible ante el dolor ajeno, las injusticias, los abusos o cualquier tipo de circunstancia que necesite ser atendida con urgencia por parte de quien tenga esa competencia. Su camino es tan exterior como interno, pues su mirada es larga, critica y profunda. No deja de observar lo que se fragua fuera de sus límites corporales, a la vez que atiende a su niña interna, esa voz que ella oye y a la cual sigue como mejor guía y luz. Cultiva su yo, su esencia, persigue el conocimiento e incluso nos desvela con disimulo, que no con ocultamiento, palabras del Kybalion, de las leyes del universo, de Hermes Trismegisto y de una plena conciencia de su persona en este estado corporal.
La mente dibujada es una mirada llena de arte al mundo desde lo más grande a lo más pequeño o viceversa, que nos atrapa entre letras y dibujos, pensamientos y expresiones, emociones y claroscuro. Una mirada a lo efímero desde una actitud terrenal y práctica, una secuencia de razonamientos, proposiciones, revelaciones, denuncias, hipótesis y divagaciones que dan forma a La mente dibujada. Una mirada interesante a un pozo de sabiduría aire fresco.
Isamar Cabeza
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