Cuaderno de bitácora – Página 11
Desde el aeropuerto de Lima en dirección hacia el Cuzco, tenía la sensación de que volvía a retomar por fin el ritmo de mi viaje, a no volver a hacer de la rutina ni un solo plan diario, a improvisar el día siguiente, a echarme la mochila al hombro para seguir viajando, y hacer de mi experiencia una suma de riquezas muy diferente a las que un día se llevaron de esta tierra.
Quizás porque la forma más fácil de sentirse perdido es quedarse siempre en el mismo sitio, o porque lo único que me quedará el día de mañana será un buen recuerdo y la idea férrea de creer que lo mejor está siempre por llegar, sin olvidar que este instante es el que cuenta.
Camino de Cuzco, -una de las ciudades más significativas al tratarse de la capital histórica por excelencia del Perú-; recordaba con mucho afecto una historia que me enviaron días antes de emprender mi viaje. Formaba parte de un fragmento de un cuento titulado: ‘Remando hacia el mar’.
Es la historia de un niño que, en su ansia de aventura construye una canoa de juguete tallada a partir de un pedazo de madera. En ella introduce un pequeño indio, hecho también de madera, y le envía hacia un viaje que a él le gustaría hacer, pero que no puede porque es demasiado joven.
El inicio de esta aventura comienza con la canoa posada sobre la nieve en lo alto de una colina, y en cuya base puede leerse: «por favor, si me encuentras, devuélveme al agua, estoy remando hacia el mar».
De esta forma comienza un largo viaje de kilómetros y kilómetros de distancia.
-«Yo me hice remero porque tuve un sueño»-, decía el niño mientras situaba la canoa sobre un banco de nieve de una colina. «El espíritu del sol posará su mirada sobre la nieve, la derretirá y el agua descenderá hasta el río, desde este hasta los Grandes Lagos, y desde allí llegará hasta el Océano Atlántico. Tú irás con el agua y vivirás aventuras que a mí me gustaría vivir, pero no puedo ir contigo porque debo quedarme y ayudar a mi padre…»
He intentado ser ese hombrecito de madera desde que emprendí mi viaje, para dar a conocer ese espíritu de aventura y curiosidad al niño que cada uno llevamos dentro; y esta última etapa hace referencia a gran parte de ese fragmento; especialmente si eres de esas personas capaz de sacar a la luz aquellas ideas que todos tenemos siendo niños, y que según mi opinión son la esencia más sincera de uno mismo.
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