Club de Lectura - Marcos Azzam Gómez
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Un momento inestimable

Sobre "La literatura en el Heavy Metal", de Marcos Azzam Gómez.

Me he propuesto escribir una reseña de música, y no se trata de un disco, sino de un libro. Será la primera vez, algo que de algún modo me devuelve a la adolescencia, el momento más íntimo y más mítico para hablar de música, para sentirla.

En esa edad de oro, ya prescrita, la música, al menos para quien intenta escribir esta reseña, se convierte en un ritual privado que tiene de melómano lo que tiene de sensual. Ese ritual va unido al momento en que uno compra un disco (o compraba, porque la música pop, en su propia evolución, ha ido prescindiendo del soporte físico, se ha liberado del fetiche, por así decirlo, lo que bien mirado constituye su gran paradoja), lo despoja del envoltorio como de una virginidad virtuosa, lo introduce en el reproductor y deja que éste libere la música como un hechizo o, en su caso, una decepción.

Sobre ese ritual fetichista que acaba convirtiendo una simple audición en toda una efeméride, se expresa mejor el delirante grafómano que fue Lester Bangs. En sus palabras, un disco es una promesa que si bien no se confirma, esto es, no transforma nuestra realidad, a cambio la intensifica, la convierte en un rizo inacabable, en un bucle de expectación, ansiedad y cierta psicosis que culmina en el momento en que uno ve girar el disco en un limbo de sonido perfecto. Por pura estadística, añade Bangs, ese momento climático a menudo se resuelve en decepción, porque cualquier mitómano sabe (con ese saber intuitivo, supersticioso que tienen los mitómanos) que en el fondo el mundo musical está repletode simplones y charlatanes, con unos pocos genios y chiflados de la melodía banal entremedias.

El libro que me propongo reseñar está lleno en gran medida de genios y chiflados que desconozco y recuerdo a partes iguales, porque nos refiere la historia de un movimiento musical –el heavy metal– del que conservo la visión incompleta que me han dado los años, sus devociones e infidelidades, y al fin, sus abandonos. Esto no es como andar en bicicleta, que no se olvida nunca. Aquí hay que volver a aprender a pedalear, y para eso me ha servido este espléndido libro de Marcos Azzam Gómez, para recuperar una destreza, y para enlazar una pasión actual (la literatura) con un viejo entusiasmo (el heavy metal) que he ido arrinconando en no se sabe qué desván de sonidos, quitándole a su música ese aire sagrado, esa vibración esparcida por el aire como polen que menciona Ramón Andrés es su más reciente libro.

La literatura en el Heavy Metal (LC Ediciones; 2019) es un libro que he abordado con esa curiosidad autobiográfica. Si me demoro en ella es porque se me antoja esencial descubrir el vínculo que nos une a determinadas lecturas, aquello que nos aproxima a un libro y que nos hace pensar que sus páginas también son una promesa, un rizo inagotable. No oculto que al abrir esas páginas he sentido algo de aquel viejo ritual con el que ambientaba una audición de Iron Maiden o Judas Priest, por citar sólo dos nombres que comparto con los que se recogen en este breve pero completo manual.

La literatura en el Heavy Metal

Si uno lee con atención el libro de Marcos Azzam llegará a la conclusión (apresurada, errónea) de que el Metal es un género musical que tiene todos los requerimientos para ser abandonado por su público. Su genealogía literaria nos remonta al Romanticismo, una época que llega a nosotros investida de cierta levedad imaginativa, con su idea de lo sublime ligada tanto a la belleza como al horror, su interés por la mitología y el terror gótico, su visión idealizada de la vida, la extrema subjetividad, los excesos imaginativos del Yo lírico, etc. Todo eso nos interesa un rato, mientras somos jóvenes; sirve, como dice Marcos, para inventar la vida antes de que esta suceda, porque cuando finalmente sucede se encuentra uno rebasando la conradiana línea de sombra que nos advierte de dejar atrás las razones de la juventud temprana, entre ellas la pasión por el Metal.

Marcos Azzam

Es cierto, el heavy metal es un estilo musical que, en apariencia, se sabotea a sí mismo; aglutina todo aquello que primero nos fascina y luego nos abochorna. Leer el libro de Marcos Azzam me ha servido, entre otras cosas, para recordar aquella fascinación primera y comprender de paso este bochorno último, que ahora me parece un convencionalismo más. Ocurre con la propia identidad del aficionado al Metal, al que le gusta evadirse situándose en espacios míticos e imaginarios de la historia, pero que, como bien explica el autor de este libro, valiéndose precisamente de esa evasión de lo literario consigue fijarse a la realidad, ubicarse socialmente y aprender a gestionar sus emociones a través del grupo, creando una especie de memoria social donde encaja, por ejemplo, la experiencia del terror, que en palabras de Twitchell, citadas en el libro, tiene poco que ver con el terror en sí y más con establecer las reglas de la socialización y extrapolar un código oculto de conducta sexual. En ese sentido no hay diferencia entre el joven (o no tanto) que corea himnos inspirados en textos de Tolkien, Lovecraft, Byron o Poe y el que, valiéndose de otros estilos musicales más “comprometidos”, expresa el desencanto de la clase obrera, porque lo que ambos ponen en juego, en definitiva, es el valor y la vigencia de una cultura subalterna (en términos gramscianos, nos recuerda Marcos) que responde a los requerimientos efímeros de la juventud, algo que, al parecer, se cura con la edad.

Dice Marcos Azzam a propósito de su libro, que es un estudio sociológico y a la vez musicológico, y esto último me lleva al modo en que las letras, extraídas de un amplio corpus literario que va de Shakespeare a George R.R. Martin, de Dante a Arthur C. Clarke, de Shelley a Charles Perrault, del Satanismo al Rock Cristiano…, son arrolladas por la música, dejan de ser palabras y se transforman en una expresión idiosincrásica, y valga como ejemplo el comentario de Walser recogido en el libro, que nos habla de cómo un mismo texto poético («oigo pasos y no hay nadie ahí; huelo las flores y los árboles están sin nada») recorre la distancia que va de la frenética agonía de la paranoia a la deliciosa desorientación del amor burgués dependiendo de que el intérprete sea AC/DC o Frank Sinatra.

Si juntamos ese timbre de frenética agonía y el peculiar muro de sonido que lo soporta con el inagotable corpus literario del que se vale el heavy metal, entenderemos esa especial empatía texto/música que, al decir de Marcos Azzam, se produce en este género musical y que afecta al modo en que lo literario es percibido por un público, llamémoslo así, subalterno. En ese sentido se pregunta uno si es por eso que el heavy metal es la música apropiada para expresar un pathos determinado, en el que esta música se entiende a la perfección con los textos de Dante, Goethe o Baudelaire, es decir, con Dios y con el Diablo.

Estas y otras preguntas se las hace uno al compás de la lectura de un libro en el que la perspectiva histórica del heavy metal se convierte finalmente en pura entropía. Así, al recapitular, podemos consensuar sus orígenes (Led Zeppellin, Black Sabbath o tal vez aquella guitarra distorsionada de Jimi Hendrix) pero solo para perdernos luego en una taxonomía imposible de géneros y subgéneros que evolucionan y se dispersan en la actualidad y a los que no alcanza aún mi curiosidad ni mi memoria, ocupadas como están en reconstruir ese momento inestimable del que hablaba Bangs, un momento que transcurre siempre (y todavía) en una tienda de discos.

Vis à Vis

La sorprendente relación entre el Heavy Metal y la Literatura

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Jorge L. Penabade

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