Aristóteles afirmó que el objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior. Ricardo Sanz -un maestro de la luz- sigue esta máxima aristotélica. Su técnica depurada consigue composiciones exquisitas donde los efectos de la luz se reflejan con maestría. Su visión del modelo desde el respeto y la elegancia, que pone la figura humana en el centro de su arte, lo han convertido en uno de los grandes retratistas del momento. Personalidades de la realeza, la aristocracia, la política y la cultura demandan su trabajo, atraídos por la elegancia de sus trazos.

Ricardo Sanz conjuga en todas sus creaciones tradición y creación de una manera sublime. Centra su producción artística en el paisaje, la pintura de género y el retrato, asentada sobre sobre los pilares de la luminosidad, el color, la escenografía y la búsqueda de la belleza.
Ha comentado que
En mis creaciones los destellos generan una atmósfera singular; la luz se proyecta sutil sobre personas y los objetos, pero lo que ilumina es el interior; es como si diera voz al yo más oculto.
Ricardo Sanz
Es que, realmente, en los trabajos artísticos de Ricardo Sanz la luz -casi crepuscular del atardecer y el amanecer- invitan a cierta introspección, en perfecta simbiosis con un azul tan característico de él, calificado por algunos críticos de arte como “Azul Sanz”.

Además de las escenas urbanas pintadas con cierta nostalgia, la figura humana adquiere una gran relevancia en su obra. Se observa un tratamiento individual de los mismos, sin caer en la reiteración. Se muestra contenido en los retratos institucionales; sin embargo, en los privados, da rienda suelta a su libertad creativa, emergiendo el Ricardo Sanz más personal.

Ricardo Sanz es vasco de nacimiento y madrileño de adopción. Nació en San Sebastián, iniciando su fructífera carrera de artista plástico a los catorce años con el maestro José Camps. Su abuelo materno, propietario de la galería de arte “La Perfecta”, tuvo una estrecha relación con pintores de fama universal de la talla de Sorolla, Zuloaga y Vázquez Díaz. En este ambiente propicio fue donde Ricardo Sanz comenzó en los años setenta su andadura por el mundo del arte plástico.

Ricardo Sanz se licenció en Historia por la Universidad de Deusto. En Madrid continuó su formación en Historia del Arte y pintura figurativa. Pasó una temporada en Italia y se instaló un tiempo en París. De la observación de las obras de las grandes pinacotecas y, tras muchos años de aprendizaje con grandes maestros, logró dominar el color y el lenguaje de la luz. Hoy vive en Madrid, aunque sigue desplazándose con frecuencia a San Sebastián, dos ciudades recurrentes para su obra paisajística en la que, guiado por su libertad onírica, nos muestra a Madrid bajo la lluvia o a la Gran Vía sin coches y a San Sebastián bañada por el sol.

Su obra ha ido evolucionando desde su inicial gama de colores suaves y grises, inspirados en los impresionistas vascos y franceses, hasta una paleta más fuerte y colorista. Observamos en ella-claramente-la influencia de Velázquez, Van Dyck, Rembrandt, la pintura del siglo XIX y la Escuela Española; también a los retratistas Ricardo Macarrón, Revello de Toro, Antonio López y Torrents Lladó,
Su cuadro “Madre de los Infantes”, una clara simbiosis de clasicismo y modernidad, creado para la Academia de Infantería de Toledo, está considerado como la mejor obra religiosa realizada en este siglo en España y, no solamente por su perfección técnica, sino también por una espiritualidad, que emociona en grado sumo. Y es que como su autor ha reconocido explícitamente:
Procuré poner el alma en cada pincelada.
Ricardo Sanz

En fin, podemos afirmar que la obra de Ricardo Sanz concibe la belleza artística como esencia espiritual que, como el amor, lo irradia todo, tomando forma en figuras imperecederas.

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