Al igual que las figuras sobre un tablero de ajedrez, la poesía se desliza por la realidad cotidiana para capturar su sensualidad, unas veces disfrazada de monotonía y otras oculta en una dimensión paralela dejando entrever solamente un leve haz de su resplandor dorado.
En mi caso, me acompañan en esta búsqueda poética dos alfiles y una reina, donde los alfiles actúan como guardianes esbeltos y firmes que protegen una esperanza, personificada en una mujer, la reina, entre el caos de un panel de batalla comparable al destino incierto de la vida.
Pero las piezas además de fichas para jugar, pueden ser elementos de construcción para erigir un nuevo espacio. De esta forma, mi poesía se sustenta en los siguientes tres elementos de inspiración: dos alfiles como columnas (una de luz y otra de libertad) y un pilar central (la mujer).
LA LUZ

Como poeta pienso que la luz más sugerente es la de las primeras y últimas horas del día. Porque bajo esa luz mortecina y casi fosforescente las superficies adquieren un halo misterioso y espectral; pareciera que el cielo nos avisase de que estamos en la antesala de un suceso mágico.
LA LIBERTAD

Considero que la belleza es el principio de la libertad, de ahí mi predilección por ambientar mis poemas en hermosos paisajes naturales y abiertos. Por otro lado, también reparo en la conexión espiritual tan fuerte que existe entre los seres humanos y la Naturaleza; pienso que las emociones fluyen mejor entre árboles, olas o rocas, sencillamente porque estamos hechos de los mismos componentes y por tanto, latimos en la misma sintonía.
LA MUJER

La mujer, mi primera y última inspiración como poeta. Ella es el espejo donde pueden consolarse los idealistas, porque el planeta más crudo y severo reflejado en él se convierte en un lugar tierno bajo un sol naciente. Creo que el amor a una mujer es tan valioso que trasciende los límites de lo humano, y necesitamos entonces de la poesía para abarcar su universo.
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