Los belenes, los árboles de Navidad, el frío y la nieve, los majestuosos edificios, la típica iluminación navideña, la gente abrigada, los encuentros con la familia y los amigos, las chimeneas humeantes, las castañas y el chocolate caliente, las compras y los puestos donde comprar, los regalos, nuestros mejores deseos para los demás, las alegrías y la esperanzas… En fin, pareciera como si durante este periodo mágico del año un espíritu bondadoso se adueñara de todos nuestros corazones, haciendo de este mundo un lugar más feliz.

Sí, un espíritu —“El espíritu de la Navidad”— proveniente del centro del sistema estelar para traer consigo al mundo la paz, el amor, la armonía, la alegría y la prosperidad para todos los seres humanos. Un espíritu con el poder transformador de lo cotidiano en extraordinario y de lo anodino en mágico. Una energía que nos empuja a ver la vida con el ojo de un niño, sin el peso de lo vivido y la angustia de todo lo que deseamos hacer o conseguir. En fin, una fuerza capaz de convertir cualquier hecho habitual en todo un cuento: un cuento de Navidad.
Todos podríamos contar nuestro propio cuento de Navidad. Si me lo permiten yo les contaré el mío. Se trata de una historia de amor. La historia más maravillosa que yo he vivido con Ana María, el amor de mi vida. Escuchen…

Nos conocimos un 25 de diciembre del año 1982, a las dos menos diez de la madrugada, en la discoteca de mi pueblo. Recuerdo fielmente este dato porque fue mi particular treta seductora para entablar una primera conversación con una chica de 16 años, repleta de luz. Luego siguió lo de “estudias o trabajas”, tan típico de aquellos años dorados. Era la época de la música disco y sonaba la canción “Feliz Navidad”, de Boney M.
Nuestro primer abrazo, que convenimos al comenzar a sonar la música “agarrada” —que así se decía entonces—, nos supo a gloria bendita. Ambos experimentamos por primera vez la más profunda fusión de dos cuerpos y de dos almas. Un evento misterioso que tuvo que producirse necesariamente con la mediación de la fuerza del destino y la flecha irresistible de Cupido.
Desde aquel inolvidable suceso personal ha llovido mucho. Hoy, afortunadamente, Ana María sigue estando en mi vida. Juntos hemos construido un matrimonio feliz cuyo simple secreto ha sido tratar de vibrar siempre al unísono, en una armonía cuasi musical. También, siguiendo al pie de la letra los consejos contenidos en el famoso poema de Khalil Gibran, titulado “Tus hijos no son tus hijos”:
“Dejando que haya espacios dentro de nuestra cercanía; permitiendo que los vientos del cielo dancen libremente entre nosotros; amándonos con devoción, pero sin hacer del amor una cadena, sino más bien un flexible oleaje entre los litorales de nuestras almas”.
“Tus hijos no son tus hijos” de Khalil Gibran
Así que, ya ven, “El espíritu de la Navidad” puede hacer auténticas proezas: crear una maravillosa historia de amor; convertir a una rana en un príncipe; e incluso, cambiar al ser más egoísta del mundo en el más generoso; al más intransigente en el más permisivo y flexible; al más desalmado en el más amoroso; al más desdichado en el más feliz… Del mismo modo en que lo relata el “Cuento de Navidad”, de Charles Dickens: una historia inolvidable donde, un hombre avaro y egoísta —Ebenezer Scrooge— cambia su forma de ser durante unas frías navidades, tras la visita de tres singulares fantasmas.

Pero, dejemos las cosas claras. “El espíritu de la Navidad” no siempre hace que las cosas sucedan con la facilidad “del coser y del cantar”. Los cambios profundos entrañan el deseo y la voluntad de las personas de querer que las cosas cambien. Por ello, el señor Scrooge, personaje principal de “Cuento de Navidad”, de Dickens, tendrá que pasar por duras experiencias antes de conseguir que su vida sea feliz.

Podcast: CUENTO DE NAVIDAD gracias a Lluisa Martínez tvcostabrava.com
Lluisa Martínez tvcostabrava.com
José Antonio Hernández de la Moya
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