El Museo D. Ramón y Cajal nunca ha sido más necesario. La sociedad española en su conjunto, adultos pero sobre todo los más jóvenes, chicos y chicas, está falta de referentes, de ejemplos a seguir.
Y D. Santiago Ramón y Cajal es uno de ellos. Un “E.C.E.”, según la terminología empleada por Howard Gardner, el psicólogo profesor de Harvard autor de la teoría de las inteligencias múltiples. Gardner defiende que para llegar a la excelencia profesional se necesita ser Excelente, Comprometido y Ético (E.C E.). Y la vida y legado de D. Santiago así lo confirman.
Es por muchos conocido que su excelencia científica le valieron premios y reconocimientos internacionales. Pero no lo es tanto su compromiso al frente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Biológicas por la educación en la que, como se refiere en la semblanza del Legado Cajal, “alentó cambios estructurales en el sistema educativo español, siendo la JAE el germen del Consejo Superior de Investigaciones Científicas”.
Este compromiso con la educación como motor del cambio social se reflejaba en las palabras que D. Santiago pronunció al recoger hace exactamente un siglo la Medalla Echegaray: “España no alcanzará su pleno florecimiento cultural y político mientras los docentes de todos los grados no acierten a fabricar, en cantidad suficiente, el español que nos hace mucha falta, es decir, un tipo humano tan impersonal por abnegado, tan firme y entero de carácter, tan tolerante y abierto a todas las ideas, tan esforzado y constante en su empeño, tan agudamente sensible a nuestros infortunios que, reaccionando pujantemente contra las causas de nuestro atraso y de nuestros errores, consagre, lo mejor de sus energías y de sus luces a la prosperidad del país, al servicio del Estado y al enaltecimiento de la Nación”.
Y uno de los elementos necesarios para lograr una sociedad más ética es la tolerancia de la que hablaba el Sabio aragonés. Y la tolerancia no se construye sin comunicación. Hoy en día en que la sociedad se encuentra polarizada es necesario que, como neuronas del sistema social, recuperemos la hendidura dendrítica, ese espacio que permite la comunicación entre ellas, a través de los neurotransmisores.
Y debemos usar también esa capacidad cerebral descubierta por D. Santiago, la plasticidad neuronal, para crear nuevos caminos neuronales y sociales que nos permitan ser escultores de una nueva y mejor sociedad.
Y D. Santiago fue capaz de conseguir todos sus logros en medio de guerras, epidemias y crisis. Dejemos que su luz nos sirva nuevamente de guía.
Diego Gómez Fernández
Abogado y profesor asociado de derecho administrativo Universidad de Vigo
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