La Primavera fluye del corazón de la tierra como una savia ardiente en vertiginoso ascenso que rompe el manto helado del Invierno. Entonces todos los seres de colores regresan a la superficie porque, además del claro reflejo del sol, ahora cuentan con el suave amparo de los pétalos.
En esta época los paseos y las tertulias son más largos; y en cada nueva huella de nuestro camino dejamos enterradas semillas que, mezcladas con aquella savia caliente, crecerán con la forma y la ilusión de la suerte de un futuro amor, o de una risueña mirada tras un juego de caricias.

Pero este torrente de cálida lava llega inexorablemente a la ciudad; y con su candor de fuego atrae a solitarios y enamorados. En las calles se respira la magia de esa savia nueva que impregna a personas como bosques por igual.
Por ello las calles rebosan alegría, los amantes salen de las sombras y se buscan, todo es ágil, todo se acelera, el mundo gira más rápido. Porque lo que ahora se desliza por los adoquines no es la lenta niebla y la arraigada escarcha, sino un ballet liviano y sensual de polen dorado.
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