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Poesía reunida, de Gloria Rivas Muriel, en la Feria Municipal del Libro de Salamanca

Su “Epílogo-Poema” es una rendición. Una declarada rendición de poeta cuando asegura “nos duelen las venas de tanto recorrido…” ¡Ay, de los poetas!

El corazón del lector se bate continuamente ante la ternura y el miedo. Con aparente ingenuidad, la autora nos convoca al compromiso pues nos sentimos en la cuerda floja del corazón.

Con ocasión de la recién terminada Feria Municipal del Libro de Salamanca, tuve el privilegio de presentar el último poemario de Gloria Rivas Muriel, nacida en Fuente de San Esteban (Salamanca) y afincada en Laguna de Duero (Valladolid) desde 1975.

Licenciada en Filología Hispánica, es profesora de Lengua Castellana y Literatura. Escribe poesía, relato breve, artículo de opinión y crítica literaria. En el año 2012 publicó A la sombra de un tilo, una selección de artículos que habían ido saliendo en la revista Reflejos, donde había colaborado a lo largo de dieciocho años. Dos años más tarde publicó el libro de microrrelatos titulado Yo me llamo Ying, en el que aúna lírica y denuncia social. Breves historias en las que, junto a recuerdos de la infancia de esta salmantina, nos alcanzan relatos protagonizados por mujeres y niñas en las que refleja situaciones de “injusticia y desigualdad” como los obstáculos que tienen las niñas para ir a clase en Afganistán o las mujeres que sufren “situaciones de explotación laboral” en Rusia.

Ha colaborado en antologías con otros autores y participa asiduamente en recitales poéticos y en congresos relacionados con la lengua y la literatura.

Ha publicado los títulos A la sombra de un tilo, selección de artículos de opinión, (2012), Hexágonos azules (Ayto. Valladolid, 2015), Yo me llamo Ying, libro de microrrelatos (2013) y su edición bilingüe (2020). Haikus o el arte de mirar, escrito junto al poeta Ángel de Castro y publicado en 2016, es un acercamiento a la necesaria serenidad de una naturaleza en armonía.

La escritora, integrante del colectivo literario ‘Los perros del coloquio’, ha defendido la orientación reivindicativa de sus creaciones ante una “sociedad dura” en la que la literatura “no sólo debe de ser estética, sino de compromiso”, puesto que “una vez que los valores formales están asentados, lo importante es que los contenidos denuncien”.

Ha sido reconocida con premios como el IV Premio Nacional de Hiperbreves de Movistar; el primer premio de las XXXVIII Justas Poéticas Castellanas de Laguna de Duero y el primer premio de poesía ‘Piedra del Molino 2013’. También ha sido finalista del XIII certamen literario ‘La Voz del Aula’ de la Diputación de Valladolid y del II Concurso de microrrelatos ACEN o el II Premio Internacional de Poesía Piedra del Molino, por su obra “Con gratitud a la nieve”. 

Presentación del poemario Poesía reunida. Fotografía de @corchadophoto

Ya desde la Introducción de Poesía Reunida (Ed. Castilla Ediciones, 2023) la escritora nos confiesa que publicar poesía es rendirte, ofrecer tu vulnerabilidad, abrir las puertas del corazón. Porque este libro está cargado de corazón.

Como buena docente, tiene la mirada hecha al niño y a la ternura de lo cotidiano. No se le escapa lo íntimo, el color ni la textura de los actos mínimos y, como buena filóloga, por otra parte, valora y se detiene en el sabor de las palabras, por eso las elige de entre tantas y, como haría con las manzanas que sabe colocar cuidadosamente en una cesta, las escruta, las palpa, las huele y, una vez escogidas, las deposita suavemente en el poema.

En el presente poemario Gloria Rivas nos presenta una selección de textos escritos en los últimos treinta años ordenada en cuatro libros:

Versos de un libro habitado

Mi vida en el bosque

La soledad de junio

La mano del mortero es de madera

 concluidos por un Epílogo-poema

El primero de ellos, Versos de un libro habitado, incluye poemas premiados con galardones como el Premio Poesía Universidad Popular de Almansa, Premio Antonia Cerrato, Certamen de Poesía Huerta de San Lorenzo o el Premio Piedra de Molino.

Con imágenes de gran plasticidad, lirismo y una inmensa ternura, su palabra nos emociona y nos hiere suavemente como punzada de nieve.

Así comienza el poemario, con los ojos de la niña que asomada a la ventana asiste al cambio maravilloso del paisaje que sucede tras la nevada. Nieve que nos lleva hasta el Campo de refugiados de Moqebleh, en el que los niños juegan al escondite o la rayuela, ajenos al ruido que, en cambio, sí percibe el lector, o a la orilla helada del Moscova, donde la abuela Vera lavaba la ropa y hablaba de amor con su joven vecina sefardí, o a las praderas de las tribus del norte en las que, de madrugada, con imágenes llenas de color y de temperatura, en medio de la noche gélida una mujer da a luz, solamente acompañada de la mirada de alguna avutarda, sobre el blanco de la nieve, a una niña de bronce que será lumbre de libertad.

El mismo contraste que, como fuerzas complementarias, asistimos a percibir entre la voz de las niñas afganas que regresan a la escuela de Kunduz, en su camino de oro tras los ataques de la noche, “salí de noche, pero ya amanece” dice la niña. “Ya asoma por el monte de berilio el sol de cada día y ya calienta las trenzas apretadas de mis primas”, continua en su camino hacia la escuela, y la voz de la maestra que, mientras, recoge cuadernos, lapiceros y su propio desaliento antes de la llegada de las niñas.  

Ternura y emoción lírica que nos trasladan la misma desazón que sufre la maestra en el estómago ante la injusticia y el dolor de los más débiles.

La autora nos regala, pese a todo, su posición vital y apuesta por sonreír ante la vida, ante las cosas verdaderas y sencillas.

El segundo libro, titulado Mi vida en el bosque, nos tiende ante la hierba. Acompañados por el amor que se profesan la voz lírica y el naturalista y escritor Henri Thoreau, van apareciendo en este jardín de letras salamandras, tortugas, ranas, erizos, culebritas de agua, cigarras y mariposas.  Poemas como el dibujo delicadísimo sobre una taza de porcelana, dedicados a animales pequeños casi personificados.

Con imágenes muy visuales en las que vemos a la lechuza cazar roedores en el hueco del abedul por la noche, bajo la amenaza y el ruido de un aserradero que no duerme y esquilmará el bosque.

Las escenas son descriptivas y ante nuestros ojos se suceden escenas como si de un cuento tradicional se tratase. Nos regresa a esos bosques magníficos y oscuros en los que de niños se sucedían el miedo y el peligro de la inocencia más pura. La niña que siente el miedo en la noche ante el canto de la grulla; la grulla que canta para salvar su nido de los depredadores que pueblan este bosque del que deseamos no salir. Pese a todo.

Bosques como los que defendía Ana María Matute metida en su cuarto de escritura, en los que la infancia se pierde y enhechiza. En estos bosques maravillosos en los que sucede la vida de los seres más pequeños de manera natural, el mayor enemigo es el hombre que amenaza con el fuego o con la sierra la completa desaparición.

El corazón del lector se bate continuamente ante la ternura y el miedo. Con aparente ingenuidad, la autora nos convoca al compromiso pues nos sentimos en la cuerda floja del corazón ante el dolor y la injusticia. Solo puede aliviarnos el sonido de la lluvia, el regreso al paraíso de la infancia. Como la ilustradora de matrioskas, Gloria Rivas nos describe escenas de cuento.

El tercero de los libros, La soledad de junio, incluye doce poemas, doce latidos a modo de calendario. Bellísimo es el dedicado en septiembre a la escuela de Malala, por cuyos versos avanzan los ojos del lector como por un puente colgante de delicadísima fibra, pues teme encontrarse de frente con la herida.

El cuarto y último de los libros, titulado La mano del mortero es de madera, ya desde su sonoro y onomatopéyico título cuya textura y sabor sentimos desde el inicio, mastica las palabras, que nos saben a fruto.

“Vivo por las palabras -dice la autora- desde niña(…) Vivo por las palabras con semilla: /avena, trigo, sésamo, cebada/ las que hacen al hombre sedentario/ mientras trituran las mujeres de África.”

“El léxico se debe al compromiso/tanto como a la acequia y al recuerdo” continúa. Poeta comprometida con la vida, su voz se debe tanto a la hormiga que carga con su grano de cebada, a la cigarra que canta, a la noche plagada de estrellas tanto como al dolor y la exigencia de un mundo más justo y solidario.

Poemas que cantan elementos desechables: los zapatos marrones con cordones de la niña, el lazo del que reniega en su pelo, el abrigo de paño cheviot que le dura tres inviernos. Pequeñas cosas como las matrioskas, esas muñecas rusas de madera, apilables, que elaboran en talleres nada poéticos, con perfume, en cambio, de abedul, también mujeres, resignadas, vestidas con mandiles que se atan también unas a otras en un “continuum” sin fecha, sin justicia social.

Su “Epílogo-Poema” es una rendición. Una declarada rendición de poeta cuando asegura “nos duelen las venas de tanto recorrido…” ¡Ay, de los poetas!

En este bellísimo poemario sin tiempo, en cambio, hay abundantes referencias geográficas: Mar Negro, Caspio, Río Ousse, Huebra; Kioto o Kazusa, Costantinopla, Montes Himalaya o Elburz, Mingora, la Provenza… Árboles cuya sombra y energía cobijan palabra, pensamiento y gestos sencillos: cedros, abedules, cerezos, tilos, almendros…  Pequeños animales tejiendo la vida: avispas, milanos, lagartos de blancas tripitas y delantalitos blancos, como los de las mujeres que trabajan en el taller las matrioskas, como los de Lorca. Porque también Lorca está en estas páginas, y Miguel Hernández y Pedro Salinas, y Matsuo Basho, Alma Malher, Benedetti, García Márquez, Virginia Wolf o Greta Garbo.

Porque es un universo maravilloso este bosque en el que Gloria Rivas nos adentra. Rindámonos a su lectura. Les aseguro que de él no saldremos como entramos.   

(Gracias a Isabel Sánchez Fernández por su excelente y amoroso trabajo para poner en pie la Feria Municipal del Libro en la ciudad de Salamanca cada año y a todas las personas que forman parte de este bosque de letras. Gracias al fotógrafo Félix Corchado por las fotografías.)

Por Mónica Velasco

Fotógrafo: @corchadophoto

2 comments on “Poesía reunida, de Gloria Rivas Muriel, en la Feria Municipal del Libro de Salamanca

  1. Lourdes

    Me ha encantado la reseña, Mónica

    • monicavelasco

      Muchas gracias por la lectura. Un saludo.

Gracias por comentar con el fin de mejorar

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