Francisco F. Micol Opinión

Semiótica y procedimientos lingüísticos

Semiótica andina

El estudio de los signos en la vida social constituye un campo interpretativo muy versátil desde tiempos inmemoriales. Un signo se define como objeto, fenómeno o acción material que, por su naturaleza o convención, representa o sustituye a otro. La semiótica es la ciencia encargada de estudiar, cuantificar y ponderar los muy diversos signos en nuestro mundo.

Son muchos los autores que han estudiado el término, entre los más reconocidos cuentan Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística estructural; Charles Sanders Peirce, considerado el fundador del pragmatismo y padre de la semiótica moderna; Eric Buyssens, lingüista belga autor de obras como «Les Langages et le Discours. Essai de linguistique fonctionnelle dans le cadre de la sémiologie» (Las lenguas y el habla. Prueba de Lenguaje funcional como parte de la semiótica); Charles William Morris, filósofo y semiótico estadounidense; Umberto Eco, escritor y filósofo italiano, experto en semiótica, cabe destacar sus obras «Apuntes para una semiología de las comunicaciones visuales» y «Las formas del contenido».

En la diferentes definiciones se encuentran elementos comunes y otros que resultan absolutamente opuestos. No obstante, todos coinciden en que la semiótica no es un acto de lectura, sino de una actitud exploradora sobre lo que existe como fondo de toda significación: sus raíces y los mecanismos que la sostienen.

Para muchos de estos intelectuales, la semiótica incluye a todas las demás ciencias, que se dedican al estudio de los signos en determinados campos del conocimiento. Es decir, la ven como una ciencia orientada a estudiar cómo funciona el pensamiento para explicar las maneras de interpretación del entorno, la creación y difusión de conocimiento que tienen las personas.

Otros especialistas más específicos definen la semiótica como una disciplina encargada de los estudios vinculados al análisis de los signos a nivel general, tanto lingüísticos (relacionados a la semántica y la escritura) como semióticos (los signos humanos y de la naturaleza).

El signo lingüístico es entendido como el vínculo más relevante en los sistemas comunicativos humanos. Está formado por un significante (la imagen acústica) y un significado (una idea que se tiene en la mente respecto a cualquier palabra). Para Charles Sanders Peirce (1839–1914), el signo es una entidad compuesta por el significante (el soporte material), el significado (la imagen mental) y el referente (el objeto, ya sea imaginario o real, al que alude el signo).

Charles Sanders Peirce
Charles Sanders Peirce

El procedimiento lingüístico, por ende, estudia la palabra como signo y también sus discordancias referentes a la imagen acústica y la idea que ésta suscita. Dicha parcela del lenguaje ha motivado infinidad de controversias dentro de la dinámica existente entre la imagen acústica (significante) y la idea que de ella se tiene (significado).

Siendo la palabra una unidad lingüística dotada de significado, es fundamental conocer la misma en su contexto. El estudio del contenido lo hace la semántica, ciencia encargada de estudiar la relación que existe entre significantes y significados. La denominada semántica léxica es, sin duda, la más prolífera, ya que se encarga fehacientemente de la relación que en un discurso (ya sea hablado o escrito) se establece entre varias palabras.

Resulta forzoso, pues, conocer con exactitud los dos aspectos de la palabra, el significante y el significado. En una oración hablada, los términos empleados para la misma deben estar armonizados ya que de lo contrario surgen aberraciones imperdonables.

El zafio desconocimiento del léxico da lugar a una cotidianeidad exasperante, ya que los registros semánticos se bifurcan hasta el punto de lo incomprensible. Examinemos la siguiente oración:

El viejo herrero, siempre risueño, empezó su jornada follando sobre el retinto carbón.

El análisis realizado merced a la semántica léxica, hace virar la oración hacia su exacto esclarecimiento. Todos los signos encajan perfectamente salvo uno que por estar aislado de contexto implica un subconcepto vulgar. El verbo follar tiene seis acepciones en el diccionario. Primera: soplar con el fuelle. Segunda: soltar una ventosidad sin ruido. Tercera: formar o componer en hojas algo. Cuarta: hollar (en desuso; 1ª, pisar, dejando señal de la pisada; 2ª, comprimir algo con los pies; 3ª, abatir, humillar, despreciar). Quinta: (en desuso) talar o destruir. Sexta: (verbo transitivo vulgar) practicar el coito.

A tenor del significante ambiguo, como puede verse, la onomasiología se encarga de nombrar a los objetos y establecer las diferentes denominaciones para una misma cosa. Es la rama de la semántica que investiga los significantes que corresponden a un concepto dado. En la oración, evidentemente, el viejo herrero sopla con su fuelle sobre el carbón de la fragua.

Otra rama de la semántica, contraria a la anterior, es la semasiología, que estudia la relación que existe entre un objeto y su nombre. En el caso del diálogo, parte del receptor al emisor para el estudio del mismo. Es el estudio semántico que parte del signo y de sus relaciones, para llegar a la determinación del concepto.

Con absoluta precisión, la pragmática se encarga de estudiar las relaciones entre significantes y usuarios; es decir, de qué forma emplean los seres humanos los diferentes signos (palabras) a la hora de comunicarse.

En un contexto vulgar, la oración escrita como ejemplo cobra un significado opuesto al que hallamos en un argumento culto, cuando el discurso retrata la actividad del herrero a primeras horas de la mañana.

Otra rama de la semántica, aunque con personalidad propia, es la sintaxis, una especialidad semiótica encargada de estudiar las relaciones entre los diversos significantes. Forma parte de la gramática que estudia el modo en que se combinan las palabras y los grupos que éstas forman para expresar significados, así como las relaciones que se establecen entre todas esas unidades.

En cada idioma la semiótica ocupa un lugar diferente y por tanto su entorno de análisis también varía. En el caso de España, su intervención en el ámbito de la comunicación se ha mostrado un tanto despareja y hasta superflua. Podemos decir que se pueden distinguir dos líneas bien definidas dentro de la semiótica, una se encuentra enfocada al discurso social y la otra a lo visual.

La semiótica del discurso social, también conocida con el nombre de socio-semiótica, se encarga de estudiar el proceso a través del cual los medios de comunicación de masas llegaron a integrarse a la cultura de la sociedad, produciendo diversas tipologías en los discursos, tales como periodístico, publicitario y político; a partir de los cuales ha surgido el discurso social, que toma cosas de cada uno de ellos para expresar ideas con las que el pueblo se siente identificado.

A su vez, en los últimos años, la cercanía entre la semiótica y la comunicación de masas se ha afianzado aún más gracias a las tecnologías avanzadas utilizadas en el campo de las artes audiovisuales. Esto ha generado que la semiótica deba comenzar a estudiar el significado de los signos en el mundo de la informática y la inteligencia artificial. Posiblemente esto exigirá una unificación entre el lenguaje coloquial y las nuevas tecnologías, y un amplio estudio de estas consecuencias podrá colaborar para un mayor entendimiento entre las relaciones sociales de diversa naturaleza.

El más acertado de todos los expertos en semiótica, sin duda, es el estadounidense Charles Sanders Peirce. Como ya he dicho anteriormente, su estudio del signo versa en tres componentes bien definidos: significante, significado y referente.

El significante se establece como un fonema o secuencia de fonemas que, asociados con su significado, constituyen un signo lingüístico. Ejemplo: hacer la mostaza / Entre muchachos, hacer salir sangre de las narices uno a otro cuando andan a puñetazos.

Un significado es, en lingüística, la representación mental que todo signo (palabra) nos evoca. Ejemplo: libro / Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen.

Para el referente, la definición viene determinada como la realidad extralingüística a la que remite un signo. Ejemplo: bah / Interjección usada para denotar indiferencia o desdén.

En España existe la tozuda manía de no emplear el diccionario porque para muchos (me excluyo) ello implica ignorancia o incultura. Nada más lejos de la verdad. El lenguaje, sobre todo el español, contiene una inmensa gama de palabras (signos) con significantes prácticamente ilimitados. El procedimiento lingüístico no es arrogancia, sino imperiosa necesidad; merced al mismo podremos expresarnos mejor y con mayor precisión, ya sea conversando o escribiendo.

Diccionario de la lengua española
Diccionario de la lengua española

Y por suerte, hoy gozamos del DRAE en formato digital y sin costo alguno, con la inmensa ventaja que en el mismo se incluye el Diccionario Panhispánico de Dudas así como el Diccionario Esencial. Para todas las edades, se comprende. Don Fernando Lázaro Carreter, y esto a título de ejemplo, jamás salía de su residencia sin el DRAE. Era lo primero que empacaba en su valija. Incluso cuando viajaba, gustaba de «aprender» nuevas palabras y siempre usaba un cuaderno donde iba encadenando oraciones. Hagamos lo mismo porque de seguro vamos a enriquecer nuestro léxico y la manera de comunicarnos con los demás.

Francisco F. Micol

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