Leo la reciente noticia de que el estudio realizado por el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Yale (EEUU) avala la conclusión de que los buenos lectores viven más. Aunque no se trata de un estudio científico con espectro casi universal, con alta tecnología, ni multidisciplinar, lo cierto es que constituye un análisis riguroso por una institución de prestigio, con método científico y base estadística.
En particular concluye que aquellos que pasaban al menos media hora al día leyendo libros (no periódicos ni revistas) vivían dos años más que el promedio de la población. Veamos de donde nace la conclusión y las posibles explicaciones del fenómeno.
1. El estudio fue realizado por el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Yale (EEUU) tomando como base de análisis un grupo de muestreo de 3.635 personas durante 12 años (1992-2012).
Los voluntarios, todos mayores de 50 años, se separaron en tres grupos: No lectores; los que leían menos de 3,5 horas a la semana y los que se pasaban 3,5 horas o más leyendo cada semana.
La sorpresa la arroja el dato de que el grupo que dedicaba 3,5 horas, es decir media hora diaria por día a la lectura, vivían 23 meses más que la gente de su edad en promedio. Además, a mayor tiempo de lectura la longevidad también era mayor.
Uno de los investigadores, Becca R.Levy, profesor de epidemiología de la Universidad de Yale, comentó la conclusión a The New York Times:
Las personas que leen tan solo una media hora diaria de lectura del libro tenían una ventaja de supervivencia significativa con respecto a los que no dedicaban ese tiempo o no leían. La ventaja de supervivencia se mantuvo después de ajustar por la riqueza, la educación, la capacidad cognitiva y muchas otras variables.
La explicación científica para los investigadores radica en que la relación entre lectura y longevidad se da por los procesos cognitivos a nivel cerebral que se desarrollan al leer, pues se adquiere mayor destreza intelectual y genera empatía con los personajes de los libros.
2. Eso sí, el estudio advierte expresamente que se demuestra una correlación pero no una causalidad. O sea, está probado que quienes más leen tienen mayor probabilidad de vivir más tiempo, pero no están probadas las razones de esto.
Por eso, con respeto al estudio, y partiendo de que ese resultado estadístico es objetivo, me permitiré arrojar algunas posibles explicaciones sobre la mayor longevidad de los lectores (sin olvidar que hablamos en términos generales pues en la vida se tropiezan infinidad de factores colaterales que pueden truncarla o extenderla: hábitos nutritivos poco saludables, accidentes, enfermedades, etc).
- Los lectores aprenden situaciones y viven experiencias que asumen en su bagaje intelectual de respuesta ante riesgos y sorpresas, con lo que evalúan mejor los riesgos y consiguen evitarlos. Por poner un ejemplo extremo, quien ha leído Robinson Crusoe (Daniel Defoe) sabría sobrevivir mejor en caso de naufragio o en soledad que quien tendría que apañárselas por su propia ocurrencia.
- Los lectores, especialmente de novela, aprenden el valioso don de la empatía empatizar con personajes y a comprender mejor la psicología ajena, con mayor dosis de tolerancia y capacidad de escuchar que quien va armado solo con sus prejuicios y visión unilateral. Y si hay menos conflictos, menos discusiones, mayor tolerancia… pues está claro que las enfermedades cardiovasculares y las alteraciones emocionales se suavizarán (frustraciones, depresiones, agresividad, etc).
Los lectores habituales, si dedican mucho tiempo a la lectura, es evidente que el uso alternativo de ese tiempo en cualquier otra actividad representa mayor riesgo (pasear, conducir o hacer deporte son objetivamente de mayor riesgo que estar sentado en el sofá leyendo).
- Los lectores habituales suelen ser personas más tranquilas y sosegadas, pues no solo se están quietos horas mirando fijamente las páginas del libro, sino que demuestran su paciencia para ultimarlo, a diferencia de personas inquietas que confiesan que “no pueden estar parados”. O sea, los lectores tienen menos estrés y menos tensión.
- Los lectores habituales saben administrar su tiempo para desconectarse durante esa labor de sus dispositivos móviles (pantallas, smartphone, etc) y dejar bajar su presión arterial así como bajar el bombardeo de las neuronas a niveles sosegados.
- Los lectores habituales al mantener en la ancianidad el hábito de la lectura parece que contribuyen a frenar la demencia senil e incluso el alzheimer, por aquello de que lo que no se usa, se oxida antes.
-
¿ HOSPITAL O BIBLIOTECA ? Los lectores, cuando son ancianos y ya las limitaciones físicas les impiden acometer retos deportivos, viajes o aventuras que les motiven, si no tienen esa puerta abierta a la experiencia y novedad que son los libros, estarán más tentados para la abulia y pérdida de ganas de vivir propias de quienes seguirán viviendo por los ojos de otros leyendo novelas de aventuras, viajes o experiencias. O sea, más ganas de vivir.
- Los lectores, por definición, tienen siempre alerta la voluntad de leer, ya sea unas instrucciones de un medicamento, las advertencias del avión para caso de siniestro o los carteles que alertan a los usuarios de riesgos. Y así, alguien informado es alguien prevenido y por ello menor riesgo para la salud y vida.

3. E incluso podríamos añadir, ahora en clave de humor, que posiblemente los lectores habituales son más longevos porque no les gusta dejar un libro a medio leer que les atrapa, y hasta la muerte tiene que esperar a que lo terminen (aunque personalmente creo que es placentero dejar sin leer un libro que se empieza y no cautiva).
En fin, quizá algún día veremos los libros con un mensaje en la solapa impuesto desde la Administración sanitaria:
Esta lectura beneficia su salud.
Y es que la vida sabe mejor si leemos más y ganduleamos menos. Y ahora ya no tengo excusa… voy a seguir leyendo que así podré cumplir 120 años y me gustaría que vosotros también leyeseis para poder felicitarme…
Pingback: Padres energúmenos que no dan ejemplo ni en el deporte – Vivo y Coleando