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21º Festival de Málaga – Cine en español: Documentales (1) – Mejores documentales. “El último país”, de Gretel Marín

Algunas de las secciones que siempre suscitan gran interés en el Festival de Málaga son las que se refieren al género documental (en las que se proyectan películas tanto españolas como latinoamericanas).

Hay una competitiva de largometrajes, otra (igualmente con sus correspondientes premios) de cortometrajes y, finalmente, una que se denomina “Sesiones especiales” donde se proyectan títulos fuera de concurso. Al igual que otros años, ha habido variedad y calidad. Vamos a dedicar tres artículos a este formato. En el de hoy, vamos a indicar los doce que más nos han gustado (en el que hay un hecho que va a llamar la atención). Posteriormente, en cada uno de los artículos comentaremos cuatro de ellos e incluiremos una entrevista con el realizador de uno de los cuatro títulos que hayamos reseñado. Hoy, el turno es para la directora cubana Gretel Marín y su documental El último país.

Los doce títulos que hemos seleccionado y que consideramos los más interesantes de esta edición son (salvo en el caso de Tierra sola, que tengo que admitir que es un documental por el que siento especial predilección y que, por ello, es mi preferido, el orden es aleatorio en el resto, de manera que no existe entre ellos jerarquía de preferencias por mi parte):

 

 

Tierra sola de Tiziana Panizza.

El último país de Gretel Marín

Kyoko de Joan Bover y Marcos Cabotá.

La vida suspendida de Harley Prosper de Juan Manuel Sepúlveda.

23 disparos de Jorge Laplace.

La cosa vuestra de María Cañas.

Rodar en andaluz. El cine en los tiempos del cambo de Eduardo Trías.

Margarita Alexandre de Fermín Aio Cuesta.

Lado B de Ricardo Yebra.

Camocim de Quentin Delaroche

La flor de la vida de Claudia Abend y Adriana Loeff

Casa Coraggio de Baltazar Tokman (pero, si este título se ha proyectado en la Sección Zonazine, ¿por qué lo incluimos aquí? Bueno, lo explicaremos en su momento…)

 En el artículo de hoy, vamos a comentar los primeros cuatro artículos del listado.

 

 

Tierra sola de Tiziana Panizza.- Les pediría que, por unos segundos, dejaran su mente en blanco y pusieran en orden todo lo que saben de la isla de Pascua. ¿Ya lo tienen?¿Creen que deben recordar algo más?¿Ahora? Muy bien. Pues, desengáñense: no saben nada de la isla de Pascua. O casi nada, para ser precisos. Porque hay una historia oculta de este enclave, posterior a toda la mitología de los moais que asombrará y nos dejará perplejos. Una historia de dominación y sojuzgamiento de un pueblo que,  a día de hoy, no ha cesado. Prepárense para descubrir cómo, muchas veces, las fantasías sobre el pasado sirven para esconder las miserias del presente.

 

El último país de Gretel Marín.- Un regreso a Cuba. Un intento por retratar lo que está sucediendo en el país. En tu país. Del viaje físico al viaje interior. De la mirada desapasionada a una exploración de tus emociones más profundas. A este documental dedicaremos el reportaje de hoy y en la entrevista que realizamos a la directora cubana Gretel Marín nos revelará más detalles de su singular experiencia.

 

Kyoko de Joan Bover y Marcos Cabotá.- Cuando creíamos saber todo sobre la relación entre John Lennon y Yoko Ono, este cortometraje documental nos revela una fascinante y desconocida historia que nos deja clavados ante la pantalla con la curiosidad de conocer su desenlace. Tras contemplar este título, mi reflexión se centró en la esclavitud comercial de los formatos. El cortometraje documental no es un género que suela encontrar muchas salidas para poder llegar al espectador. Sin embargo, se demuestra perfecto para esta historia que aquí se nos narra. ¿Por qué no tenemos una mayor amplitud de miras e intentamos descubrir que existen auténticas joyas más allá del largometraje de ficción?

 

 

La vida suspendida de Harley Prosper de Juan Manuel Sepúlveda.- El año pasado, el director mexicano Juan Manuel Sepúlveda ganó la Biznaga de Plata al Mejor Documental por su film La balada del Oppenheimer Park. Ahora, centra su mirada a uno de los personajes que allí aparecían, Harley Prosper, un antiguo chamán de una tribu nativa de Canadá que, un día, decidió abandonar a su pueblo y marchar a la ciudad. Este documental, aparte de mostrar el estado de postración física y espiritual en el que, debido al alcohol, se encuentra el protagonista, realiza una reflexión implícita al menos sobre dos cuestiones muy interesantes. La primera, el cuestionamiento del realizador sobre hasta dónde debe llegar en exhibir el estado de degradación de Harley Prosper, sobre los límites que el documental no debe sobrepasar bajo ningún concepto. La segunda, las dudas sobre qué perspectiva adoptar para narrar la historia de una persona que se ha quedado sin perspectiva: su pueblo lo rechaza pero el lugar a donde ha ido no logra su integración. Al final, La vida suspendida de Harley Prosper se convierte en el retrato amargo de un ser que se desvanece, vacío de cualquier referencia o arraigo.

 

 

* * *

EL ÚLTIMO PAÍS DE GRETEL MARÍN

 Si en otros artículos sobre el Festival de Málaga habíamos comentado que el tema de la “posverdad” había estado muy presente en muchas películas (profundizaremos en ello), otro de los grandes temas que ha articulado muchas historias ha sido cómo nuestro origen está dentro de nosotros y no hay forma de escapar de él. Hasta cierto punto, forma parte del trasfondo de Ana de día, impregnaba totalmente a Con el viento de Meritxel Colell (película ganadora de la sección Zonazine), era un sentimiento con el que luchaba el protagonista de La vida suspendida de Harley Prosper y, por supuesto, es uno de los ejes de El último país de Gretel Marín. Por ello, no es de extrañar que este documental no sea sólo un viaje físico, sino sobre todo introspectivo, desde el exterior al interior, desde lo geográfico a lo emocional. En esta interesantísima entrevista, la realizadora nos habla de su película y de la situación actual en Cuba.

 

 Fotograma de El último país

 

ACALANDA MAGAZINE: Buenos días, Gretel. Antes de entrar en tu documental, ¿nos podrías comentar brevemente tu formación y tu trayectoria hasta la fecha como cineasta?

GRETEL MARÍN: Pues yo estudié en Cuba, estudié Dirección de Medios Audiovisuales en el Instituto Superior de Arte, en la Facultad de Medios Audiovisuales. Estudié allí cinco años y después me mudé a Francia un tiempo. Allí, en la Sorbona, hice un Master de Teoría del Cine y, luego, hice un Master en Documental, que fue uno de los estudios que más me gustó hacer porque, realmente, desde que empecé a estudiar me sentí muy atraída por el documental como medio de expresión. Me parecía que era lo más manejable para mí, donde me sentía más tranquila y más libre, donde, sobre todo, podía experimentar más. Ante todo, me gustaba que podía trabajar con un equipo más pequeño, más reducido y profundizar en una realidad que me llena de inquietudes como, por ejemplo, mi país… Ahora, vivo en Angola, desde hace cuatro años, donde trabajo en una empresa que allí es bastante conocida, trabajando con el audiovisual, y ellos han sido uno de los que han apoyado la realización de este film.

ACALANDA MAGAZINE: ¿Qué película fue la que viste que te marcó en tus inicios para seguir la senda que has tomado?

GRETEL MARÍN: Hay tantas películas… Pero hay una de la me acuerdo mucho. Crónica de un verano de Jean Rouch, del cinéma vérité. Yo quería hacer películas así. Mi sueño de estudiante era ese. Quería hablar con la gente. Quería provocar. Quería discutir. Quería debatir. Quería, no sé, interesarme por la realidad. Y después me sentí muy influenciada, y eso cada cubano que ha hecho cine documental lo sabe y lo siente, por toda nuestra tradición de cine documental que empezó en los años 60, con el triunfo de la Revolución. Por supuesto, están Santiago Álvarez, Óscar Valdés, Nicolás Guillén Landrián, Sara Gómez… Hay toda una tradición cubana de hacer cine documental de la que me siento superheredera…

ACALANDA MAGAZINE: ¿Qué lugar ocupa esta película en tu carrera profesional?

GRETEL MARÍN: El último país es mi primer largometraje. Antes, he hecho otros tipos de experimentaciones, porque, para mí, lo real es lo que yo veo, porque hay tantas realidades, es tan subjetivo filmar, precisamente, que parece que cada cual tiene su manera y su visión de las cosas y eso es lo que me parece más atractivo dentro del “real”. Por eso, no me interesa nada hacer ficción, ni sé hacerlo, me gusta andar con la cámara, me gusta filmar lo que veo y preguntarme sobre lo que veo. 

 

Fotograma de El último país

 

ACALANDA MAGAZINE: Entrando ya en El último país, lo primero que llama la atención, desde el punto de vista global de la película, es que empieza hablando del exterior, de lo social, de lo colectivo, pero, al final, es un film superpersonal, superemocional y que acaba contigo haciéndote preguntas a ti misma… 

GRETEL MARÍN: Sí… Eso fue un proceso. Este film fue un proceso y, para mí, el inicio de una búsqueda. Porque lo que realmente comenzó siendo, o pudiendo ser, un reportaje, muy frío y muy distante tal vez, sobre los cambios en Cuba, sobre lo que la gente esperaba, sobre las expectativas que tenía la gente, en la línea del cinéma vérité, ir haciendo preguntas, andar por la calle y hablar con la gente con una cámara, comenzó a ser otra cosa mucho más personal, como decía, porque creo que, visualmente, el primer impacto que tuve es que no iba a encontrar nada de lo que estaba buscando. O sea, los cubanos somos así, el tiempo es lento, y hay una sensación de espera y una sensación de que no pasa nada. Y, ante esa sensación, como que me di cuenta que lo más importante aquí era por qué yo estaba haciendo este film en ese momento. ¿Por qué yo necesitaba hablar de identidad?¿Por qué yo necesitaba hablar de emigración?¿Por qué necesitaba hablar yo sobre Cuba? Además, en un momento en que a la gente no le importa…, no, no es que no le importe, es que se siente a veces muy frustrada, a veces muy desinteresada de una realidad que es muy compleja muchas veces… Es muy difícil vivir en Cuba todos los días y estar ahí y no saber realmente hacia dónde vamos… Entonces, para mí fue una oportunidad que tuve de pasar por una terapia fílmica y de poder iniciar esa búsqueda sobre lo que significa Cuba para mí, lo que he aprendido como cubana, lo que soy fuera de Cuba, viniendo de este país…

ACALANDA MAGAZINE: Lo que has dicho me recuerda un poco a los problemas que tiene Terry Gilliam con su adaptación de El Quijote, que no encuentra la manera de acabar realizando, y, entonces, tiene documentales sobre la película que él no puede hacer… Y tu documental, del mismo modo, es la historia de un documental que no se puede hacer… Entonces, acabas haciendo otra cosa…

GRETEL MARÍN: Sí, totalmente. Porque mi documental se vuelve una materia de entendimiento, una materia de comunicación, una materia de observación también, no sé, de búsqueda precisamente, un camino, uno de los caminos posibles… Entonces, es eso. A mí me parece que lo más importante fue, precisamente, esa reflexión, ese comenzar a hacernos preguntas y de utilizar el documental, utilizar una cámara, para reflejar todo eso.

 

 

Fotograma de El último país

 

ACALANDA MAGAZINE: A mí me sorprendieron muchas de las respuestas que dan las personas a quienes tú preguntas. Son respuestas muy lúcidas… Por ejemplo, la de un ciudadano que dice: “nadie sabe lo que va a pasar en Cuba”… Me parece tremendamente lúcido y, posiblemente, lo que más se ajuste a la realidad… ¿Incluiste ese testimonio porque hay mucha gente que tiene la conciencia de que no sabe qué va a suceder en el futuro?

GRETEL MARÍN: Existe totalmente. Disfruté muchísimo, aunque algunas veces me pesaba, pero lo disfruté muchísimo, de ese encuentro con la gente en la calle, porque el cubano habla mucho y comunica unos con otros, y hay mucho diálogo que pasa en lo cotidiano, pero estar en frente de una cámara te hace pensar qué vas tú a responder y en lo que pueda estar correcto o no. Y, muchas veces, me pasaba que había gente que contestaba cosas que formaban parte del discurso oficial, tenía otras respuestas extremadamente abiertas y extremadamente sinceras, como las de ese señor. Y, sobre todo, había gentes de mi generación que consideraban completamente normal hablar de lo que pensaban, que, muchas veces, era contradictorio con lo que se dice fuera de Cuba y dentro de Cuba, también… A mí me parece que el cubano no sabe lo que espera y no sabe si tiene derecho a esperar ni si tiene derecho a exigir cambios en Cuba ni si tiene derecho a participar en ese debate que debería haber sobre Cuba pero creo que el cubano, en general, es una persona lúcida, que sabe lo que vive porque lo siente, porque es consciente de todo lo que pasa… Y en eso tiene que ver mucho, precisamente, y es contradictorio, el sistema educativo, porque nos enseñan a pensar, nos enseñan a analizar, pero eso, al mismo tiempo, se vuelve contra el sistema… Es un círculo… Te educan para pensar, te educan para aprender… Y eso lo he podido comparar yo con el lugar donde vivo, Angola, donde hay un grupo de personas que tienen acceso a la educación, que tienen acceso a la información, y la mayoría de las personas son analfabetas. El pueblo, realmente, no tiene mucho acceso a la educación, a poder ir a escuelas, a universidades… Y la educación es muy mala en cualquier sentido… Y cuando lo comparo con niños en Cuba, con los que también estuve hablando y preguntando, lo que tú le puedas preguntar a un niño en Angola sobre su propio país no tiene nada que ver… Ese es mi punto de comparación, también. Nosotros, realmente, estamos preparados para pensar, para responder y para debatir… Que no funcione o que no haya un debate en círculos mayores de personas es otra cosa. Pero sí estamos preparados para eso…

ACALANDA MAGAZINE: Hay otro testimonio que también quisiera apuntar, que es el de un chico joven que viene a decir: “Nosotros, aquí, hemos sido como un experimento. Durante muchos años, no hemos podido tener ninguna religión y, después, nos dijeron que sí podíamos practicarla. Nos dijeron no a los gays y ahora somos más pro-gays que nadie…”. Lo dice con una gran serenidad… Me parece sorprendente.

GRETEL MARÍN: Sí, es realmente sorprendente. Yo recogí testimonios de mucha gente. Mucha, mucha gente. Yo quería también construir una historia que recogiera esa pluralidad y diversidad de puntos de vista dentro del pueblo cubano. Y esa capacidad de reflexión precisamente, también. Me interesaba muchísimo que se hablara muy claro. Que el documental demostrara que se podía hablar claro de las cosas y no poniéndolas más bonitas o hablando con dobles sentidos. Que se podía hablar directamente de las cosas y sobre los problemas cubanos y sobre la política cubana. Porque es verdad que nosotros hemos tenido una tradición de mucha censura y que lo han sentido otras generaciones. Pero yo creo que mi generación, y eso le da mucha frescura al film, está completamente desinhibida, que no le parece que tenga que esconder nada o se tenga que autocensurar. Porque creo que, ahora, el nivel de la censura en Cuba es más autocensura de la gente porque fue educada así, porque ya le dijeron que no podía decir ciertas cosas, que ya sufrió por decir ciertas cosas… Yo creo que esta nueva generación promete en ese sentido, en estar liberada de unos lazos, de unas ataduras que, en el pasado, impedían que la gente hablara y dijera las cosas abiertamente.

ACALANDA MAGAZINE: Hay un momento muy chocante en la película y es cuando estás en la zona de las tiendas particulares y uno de los propietarios te dice: “Oiga, esto es privado. Si quiere grabar aquí, tiene que pagar”. Es sumamente contradictorio con el espíritu que se puede vivir en el resto de la isla…

GRETEL MARÍN: Describe bastante bien lo que pueda ser Cuba. Y, para mí, era muy importante que esta escena estuviera en el film. Este era uno de los nuevos negocios que se ha abierto en Cuba… Para mí, esa cuestión de pedir dinero, de hacer una especie de transacción económica, por filmar o por lo que sea, porque es propiedad privada, es totalmente nuevo en Cuba. Desde los años noventa, evidentemente, tuvimos una especie de apertura, entró el dólar en Cuba, empezaron a verse este tipo de negocios privados pequeñitos… Pero, ahora, es moneda corriente. Y esta es una de las pocas cosas que yo conseguí filmar y que, de alguna forma, demostraba lo que estaba pasando… Que, para mí, también fue un shock. Le tuve que decir: “Pero, ¿por qué te tengo que pagar para filmar?”. Yo creo que el cubano no sabe lo que eso significa. Yo creo que el cubano está haciendo tentativas sobre lo que podría hacer, lo que yo puedo exigir, lo que yo puedo pedir, ahora yo pido dinero… Y, para mí, personalmente, eso es fatal. Porque a nosotros nos han enseñado otra cosa. Durante, mucho tiempo, hemos sido gente desinteresada, gente solidaria y gente que respeta, sobre todo, la vida humana… Profundamente humanos… La Revolución, pese a todos sus conflictos, todos sus defectos, todas sus cosas, las barbaridades que podía haber cometido y que podían haber lastimado al cubano, también nos trajo ese pensamiento humanista, ese pensamiento de solidaridad, ese pensamiento de que el otro también necesita ser feliz. Que tú necesitas tener una preocupación por el vecino, por los otros pueblos… Y también tenemos una tradición muy importante de internacionalismo. Para mí, es muy contradictorio y muy inquietante que el cubano empiece a pensar en el dinero.

  

Gretel Marín, directora de El último país (Foto de Lorenzo Hernandez)

 

ACALANDA MAGAZINE: ¿Por qué en tu documental apareces, tantas veces, de espaldas a la cámara?

GRETEL MARÍN: La primera vez que lo hicimos así casi fue por casualidad. Pero, después, pensé que era la mejor manera para decir, visualmente, que estaba mirando para esa realidad pero que no la entendía. Que era una manera de estar entre la cámara, que está filmando una realidad específica, y lo que está captando. Yo estaba entre las dos cosas y no entendía, precisamente, lo que estaba pasando. Y es esa negación. Es una forma de reflejar esa negación, dentro del filme y de lo que estaba filmando.

ACALANDA MAGAZINE: ¿Ves tu punto de vista, como alguien que vive fuera, muy diferente a los jóvenes que están en Cuba?

GRETEL MARÍN: Cuando yo vivía en Cuba, también sentía esa misma desidia y ese mismo desinterés. Porque tú estás preocupado por el día a día y por resolver problemas que no tienen solución, a los que tú no les ves la solución… Y eso es lo que también intenté conversar con algunos jóvenes que aparecen en el documental. Y es que, precisamente, tú estás tan enfocado, primero, en que quieres salir del país, en que quieres hacer tu vida, en que quieres hacer cine, en que quieres hacer teatro, y no puedes hacerlo en Cuba porque no te pagan bien, porque hay mil impedimentos… Porque es imposible… Y, a veces, te sientes con la soga al cuello y, entonces, no te interesa esa realidad, no te interesa esa política, no te interesa preocuparte. El hecho de haber salido, de haber tomado esa distancia sobre los problemas en Cuba y de haber vivido otra realidad me hizo pensar que yo podía volver y filmar esa realidad… De otra manera, creo que yo no hubiera podido hacer esa película.

 

Gretel Marín, directora de El último país (Foto de Lorenzo Hernandez)

 

ACALANDA MAGAZINE: Ahora que ya hay un nuevo presidente en Cuba, Miguel Díaz-Canel, ¿se espera algún cambio?

GRETEL MARÍN: Yo no lo sé pero a mí me da una especie de esperanza. De esperanza y, al mismo tiempo, de temor, por supuesto, porque, en cierta manera, él dice que va a seguir los mismos pasos, el mismo camino revolucionario dentro del Partido Comunista… A mí parece también que es de otra generación y que va a traer un poco de frescura a la política en Cuba. Era bueno que eso aconteciera. No sé, yo creo personalmente que hay algo ahí, la casualidad no existe y que yo esté presentando este film por primera vez en un Festival y, al mismo tiempo, estar sucediendo esto en Cuba me parece muy simbólico… Hay una esperanza, hay algo nuevo que está pasando y, para mí, El último país consiguió captar un momento de cambio, pero es un momento que empieza una nueva era para Cuba. Esto de tener un nuevo presidente que ya no forma parte de la familia de los Castro me parece fenomenal.

  

Gretel Marín, frente al puerto de Mariel, lugar de alto contenido simbólico en el film. Punto de salida, en el pasado, de quienes quisieron huir de Cuba. Para el futuro, posible punto de desarrollo económico para la isla. Lugar donde chocan todas las contradicciones.

 

 

Escritor y economista. Autor de los blogs de cine EL ESPECTADOR IMPERTINENTE y TERRITORIOS SOLITARIOS y del blog de economía EL DEDO EN EL DATO. Crítico de cine en la revista digital MOON MAGAZINE. Autor de tres novelas de género negro publicadas por la Editorial Amarante: SIN TREGUA SE CONSUMÍAN NUESTROS OJOS, EL DÍA EN QUE PARÓ LA MÚSICA y EL ENCLAVE I - EL TEMOR DEL MENSAJERO. Autor del libro LA ECONOMÍA ESTRESADA, también publicado por Editorial Amarante, sobre la evolución de la economía mundial desde 1945 hasta nuestros días.

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