Sí, existe un libro que contiene todo el universo. ¿Sabes cuál es? No me refiero a un libro científico que explique toda la realidad; tampoco hablo de ningún tratado filosófico ni de algún extraño manuscrito antiguo que contenga todos los saberes de una época. No. Me refiero literalmente a un montón de páginas en cuyo interior podrás hallar la mismísima esencia de la realidad. ¿De qué estoy hablando exactamente? ¿Te suena de algo el nombre de Mallarmé? Estoy seguro de que la respuesta te sorprenderá…
Hace algunos meses, oí en la radio la curiosa noticia de que las grandes editoriales, en los últimos años, han rebajado considerablemente la media del número de páginas de sus libros publicados. Este hecho me llamó tremendamente la atención, y me llevó a pensar que quizás, con el paso del tiempo, llegaremos a ver un día el LIBRO PERFECTO, es decir, un libro que no tendrá absolutamente ninguna página, un libro sin contenido en el que todo su ser y su mismísima esencia se encontrará en la nada. Un libro, en definitiva, cuya historia fluirá por siempre jamás en los inextricables laberintos de la imaginación. Este libro estará formado exclusivamente por las cubiertas, y estas, si es posible, ni siquiera lucirán un título: ni una sola palabra.
Esta idea, en apariencia estrambótica, no es específicamente mía. Jorge Luis Borges (1.899-1986), por ejemplo, en su magnífico relato El libro de arena, propuso un concepto similar: en esa historia, a manos del protagonista (que también se llama Borges) llega un libro cuyas páginas no son correlativas, sino que su enumeración no parece seguir ninguna lógica. En dicho ejemplar, conforme se van pasando las hojas, el contenido de las mismas desaparece para siempre, de forma que ya nadie puede volver a encontrarlo si lo intentase. De este modo, el lector de la historia intenta sin éxito alcanzar la primera página de la obra.
Cualquiera que haya leído alguna obra de Borges se ha percatado fácilmente de que la mayoría de sus relatos, ensayos o poemas están impregnados de ideas filosóficas y metafísicas: para él, era casi impensable escribir un relato de ficción sin exponer, directa o indirectamente, algún razonamiento filosófico.
Su libro infinito (o libro de arena) es claramente una metáfora sobre su concepción personal de la realidad, y, en concreto, sobre sus ideas acerca del tiempo. Aunque este libro ficticio es solamente eso, ficción, es curioso que uno de los llamados poetas malditos (Poètes maudits) se propuso materializar en la realidad una idea similar.
Stéphane Mallarmé (1.842-1898) vivió obsesionado con la redacción de su Libro Total. Aunque nunca llegó a escribirlo, sí recopiló varias ideas sobre las características que debía tener dicho libro, que fueron publicadas en su obra Fragmentos sobre el libro. En uno de sus párrafos, el poeta explica:
He trabajado infinitamente este verano, en primer lugar en mí, al crear por la más bella síntesis, un mundo del que soy el Dios, y en una obra que resultará de ello, pura y magnífica.
Stéphane Mallarmé
Lo cierto es que en estos textos en los que el autor intenta explicar cómo debería ser esa extraña obra, su lenguaje es en ocasiones ambiguo y confuso. No obstante, quizás sean precisamente la ambigüedad y la confusión las dos mejores herramientas para desarrollar un contenido tan complejo, pues su idea principal es que en aquel libro quedase representado todo el universo. Las páginas, en su concepción original, debían estar sueltas y no numeradas, de manera que cada vez que se leyese el texto este adoptase una forma distinta; la dirección de la lectura tampoco estaría predeterminada. Cada lectura sería, en esencia, siempre nueva y fresca, es decir, comenzar la lectura de ese libro equivaldría, de algún modo, a vivir una nueva vida.
Björn Blanca van Goch
@poetadeboquilla
www.poetadeboquilla.com
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