
Tiempo de criaturas literarias, se entiende. Porque si algo ha brindado esta maldita crisis sanitaria es tiempo y recogimiento, los dos pilares sobre los que se alza la creatividad.
Es verdad que hace falta la chispa del talento, pero quizá está ahí y no lo sabemos. Todo se trata de tirarse a la piscina del folio en blanco o pantalla parpadeante y comenzar a escribir.
Si queremos escribir y crear, podemos y debemos hacerlo. La vida es demasiado corta para no hacer algo creativo y personal, que solo cuesta dejar suelta la mente, para tejer una historia.
Una novela con sus personajes, sus lugares, sucedidos y emociones. Además la receta mágica es universal y gratuita: introducción, nudo y desenlace, removido con la razón y salpimentado con imaginación. Aperitivo, plato fuerte y postre.
Lo más maravilloso de los escritos que hacemos es que cobran vida propia y cuando se releen nos parecen como hijos independientes. Algo familiar pero autónomo, y que además, admitámoslo sin escalofríos, nos sobrevivirán.
No debe asustarnos el reto. Escribir no es un privilegio reservado a quienes tienen marchamo social de escritores. Lo de escribir bien es otro cantar, pero aquí también jugamos con ventaja porque nosotros somos nuestros principales jueces. Además, ¿Qué es escribir bien?
La respuesta depende de la que demos a la pregunta conexa: ¿para quién escribimos?.
Si escribimos para nosotros, que es lo habitual, todo lo que escribamos estará bien. Somos juez y parte.

Si escribimos para los demás, para que les guste, el reto es mas ambicioso pero no inalcanzable, pero si no se alcanza, no se hunde el mundo. ¡Cuántas obras pictóricas, sinfonías y novelas famosas no hubieran visto la luz si hubiesen hecho caso a las malas críticas!.
Escribir, cocinar, bailar o tonificar el cuerpo son labores que requieren práctica.
Por mi experiencia de escritor (más de ensayos que de novela o cuento) lo importante es la arrancada. El trapo rojo de la inspiración. Cuando se agita delante de la mente es importante no mirar para otro lado. Hay que afrontar el reto.
Lo primero, tomar notas de las ideas para crear las líneas generales de la narración. No importa que luego el texto cambie de ruta y se enriquezca. Las novelas toman préstamos de nuestras experiencias, reflexiones, emociones y visiones, y la mente las combina. La novela es el fruto de una especie de polinización cruzada pues transportamos el polen de muchas de nuestras experiencias hacia la planta de la novela regado con nuestra imaginación.
Lo segundo, contar con esa herramienta imprescindible que son los diccionarios, hoy suplidos por la tecla de internet. Por supuesto, no sobra alimentar la despensa mental, leer otras novelas mientras se escribe la propia.

Y tercero, escribir hacia donde la imaginación nos lleve. Los escritores saben que concentrada la mente se exploran ideas que empujan la historia muchísimo más allá de lo que éramos capaces de anticipar o de exponer hablando. Acuden a la pluma o tecla impulsos con palabras y frases, con acciones y sensaciones, que fluyen como un río impetuoso. Saborea tu novela y deja que tus personajes decidan. Es maravilloso el momento de trance, en que la atención hacia el exterior hace desaparecer ruidos y palabras, mientras brotan personajes y situaciones.
Sin prisa, como se construyen las catedrales. La narración nos espera. Con más o menos descripciones, con más o menos diálogos, con más o menos adjetivos, con más o menos experimentos; vale ficción, humor, historia o relatos de aventuras.
La novela nace como una perla a partir de un grano de arena que se alimenta, se cubre de nácar y avanza hacia la belleza geométrica y brillante final.
Pero no nos precipitemos. Hay que leer la narración y corregirla, y corregir lo corregido. Ni Beethoven componía de una sola sentada. Somos los padres de la novela y nos duele ser severos con nuestros hijos. Eliminar texto nos duele como cuando Abraham tenía que sacrificar a Isacc pero hay que hacerlo. Si importante es escribir, más importante es releer y mucho más importante tener la humildad de someter la obra a la crítica de amigos.

Un momento de epifanía es declarar finalizada la obra. Este punto final hay que colocarlo con mano temblorosa porque las novelas son sarcófagos que encierran un ser querido.
Me pregunté muchas veces, por la sensación de Cervantes cuando estampó con su pluma el famoso Vale, al ultimar El Quijote. ¿Se despide Don Quijote o se despide Cervantes?, ¿O más bien es un aviso al lector de que ya está creado el universo para que se pasee por él y saque conclusiones?, ¿O una advertencia para que nadie ose añadir nada en el futuro a una historia redonda?
La mayoría de los juntaletras o escribanos somos simples aficionados, o mas bien felices aficionados, por eso la alegría de la escritura de una novela resulta infinitamente mas gratificante que la de los profesionales. Nosotros no tenemos que demostrar nada ni escribir por obligación.
Posiblemente cuando algún lector nos pregunte cómo creamos ese universo, podremos contestar de forma parecida a Miguel Ángel Buonarotti, el maestro del Renacimiento, cuando le preguntaron por el secreto de su imponente escultura del Moisés, y replicó:
Estaba en un bloque de mármol y yo me limite a liberarlo, quitándole lo que sobraba.
Miguel Ángel Buonarotti
Es verdad que la guinda de la publicación es difícil, pero si no se empieza a escribir será imposible. No podemos dejar pasar las oportunidades creativas y no hay duda que en tiempos convulsos como los que corren es un buen momento para dar rienda suelta a la imaginación y empezar esa historia que todos tenemos ahí para contar. ¡Ánimo!

NOTA: Si Usted tiene un manuscrito, puede enviarlo a editorial@editorialamarante.es adjuntando breve sinopsis y semblanza del autor.
Disfruta de las obras de José Ramón Chaves
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