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El romántico elixir por el que murieron Romeo y Julieta

¿Cuál es la naturaleza del elixir por el que mueren los amantes? ¿Cuál es la esencia que parece haber pasado por siglos desapercibida? Y ¿Por qué siendo uno de los elementos clave de toda la tragedia, no se ha investigado más sobre ella?

La famosa tragedia de William Shakespeare es conocida como la historia de amor más apasionada y lamentable que haya sido escrita por la pluma de una mente mortal. Después de Hamlet, es la obra teatral que más apariciones ha hecho en los escenarios de todo el mundo. Sus versos son desgarradores a la vez que impecables, y aunque no haya sido leída, cualquier persona a la que se le mencionen los nombres de Romeo y Julieta sabe cómo su romance termina. Nada más evocarlos nuestros pensamientos viajan a la fiesta en casa de los Capuleto, a la célebre escena del balcón, la poderosa muerte de Mercutio o el suicidio de los dos. Y sin embargo, ¿cuál es la naturaleza del elixir por el que mueren los amantes? ¿Cuál es la esencia que parece haber pasado por siglos desapercibida? Y ¿Por qué siendo uno de los elementos clave de toda la tragedia, no se ha investigado más sobre ella?

“En el cáliz interno de esta débil flor

habita un veneno que es, medicina, a un tiempo,

que al olerse deleita al cuerpo todo,

y que al probarse mata el corazón y los sentidos;

como en las yerbas, se enfrentan gracia, instinto,

tal reyes enemigos, se apoderan del hombre.

Y si la peor llegara a dominar,

pronto el gusano de la muerte devoraría la planta.”

(Act II, escena III)

La sustancia de dicha pócima no es una que el autor especifique, por lo que concluiríamos que se trata de una bebida que era conocida y de uso habitual por la sociedad de la época. Un remedio y una droga fácil de conseguir pues así Romeo lo hace de las manos de un pobre boticario. Debía de ser entonces, un líquido que en su aspecto de veneno aún estando prohibido se comercializara, un líquido que en pequeñas dosis producía por el espacio de unas horas un dulce sueño, pero que consumido en exceso resultaría fatídico.

En el siglo XVI, los únicos narcóticos que poseían la doble naturaleza de deleitar y embriagar al cuerpo, como de a este matar, solo podían ser elaborados a partir de las plantas de la mandrágora y la belladona. Plantas también castigadas por su recurrente utilidad para con la práctica de la brujería y la hechicería, y conjetura que Julieta confirma de forma indirecta mediante una comparación que realiza entre el miedo que siente de quedar sepultada en vida y la locura que la consumiría.

“[…] ¡Ay de mí!, no sucederá

que al despertar tan pronto, con el olor nauseabundo,

y gritos como de mandrágora arrancada a la tierra

– ¡los mortales que viven no soportan oírlas! -,

no sucederá que llegue a enloquecer

rodeada de un terror espantoso, […]”

(Act IV, escena III)

El primer personaje en hacerse con semejante fármaco es Julieta. Esta se entera del exilio de Romeo y de que sus padres pretenden desposarla con Paris, por lo que desesperada acude a Fray Lorenzo en busca de consuelo y de un efectivo arreglo. El último, sabedor de  los hechos le responde:

“[…] vos que para evitarlo os prestáis a morir,

a una prueba que tiene la apariencia de muerte;

y que si osáis cumplir será vuestro remedio.”

(Act IV, escena I)

La muchacha acepta el ofrecimiento del fraile y decide que esa misma noche cometerá el engaño de beber hasta la última gota del frasco que la haga dormir bajo el rostro de la muerte, hasta que Romeo regrese de Mantua para desenterrarla del mausoleo en el que yacen todos sus antepasados.

No obstante, este es el motivo por el cual el enamorado acudirá a una botica con la finalidad de conseguir un remedio que le de la agonía que anhela, puesto que a raíz de la peste, la carta redactada de puño y letra de Fray Lorenzo en la que se exponía la trama con la que conseguir la libertad ambos, nunca llegaría a sus manos. Y embrujado por la desesperación de creer a Julieta muerta, compra el mismo tipo de elixir, alterado.

La dosis de Julieta había sido totalmente medida y comprobada para que despertara, mientras que la suya había sido creada con la finalidad de apagar hasta el más postrero destello de vida.

“[…] ¡Labios, puertas de aliento, sellad con este beso

legítimo un pacto eterno con la muerte

que espera! ¡Ven, guía amargo, ven, timonel

desesperado, ven fatal guía, y lanza ahora

contra las rocas destructoras tu barcaza sin norte,

y fatigada! ¡Bebo por ti amor! [Bebe] ¡Tú, veraz, boticario,

rápida es tu droga! Con este beso… muero…

Cae”

(Act V, escena III)

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