Érase que se era, una niña, que vivía, en una ciudad fría. Lykke era bella, como el encaje antiguo; habitaba en un viejo edificio, con chimeneas y ladrillos… Su ciudad se encontraba al norte, donde el sol duerme temprano, y las horas pasan, despacio. No pudiendo salir a la calle, por su condición, pasaba el tiempo, con su caja de música, y su bailarina al interior, Tarareaba su polca, una y otra vez, tra la la la la… y era feliz. Cuando la fatiga, o la tristeza, a ella se acercaban, rápido se trasladaba, a la ventana, y ahí se sentaba, mirando el azul cielo, y era muy feliz. Como era de esperarse, hacia viento en esa ciudad; las blancas nubes, como espuma de café, se movían, sobre el cielo, así como su cabello rojo, así como sus deseos, sus mejillas devenían, como manzanas acarameladas, y su pecas más pronunciadas. Su piel, adquiría un olor, a sal marina, pues el mar, a su pequeña ciudad, abrazaba; y mientras su colonia, de violetas, se evaporaba, Lykke se concentraba, en leer, las memorias de Chateaubriand, en su lengua original, esperando ella, algún día, escribir las suyas… Y sola, sin poder salir, de su habitación, le quedaban solo, las noches del azul, para contar las estrellas, del vasto firmamento, brillantes y claras, como las de un cuento. Le quedaba, respirar la lluvia, de las tormentas nocturnas, que hacía revolotear, las golondrinas, que bajo su techo, anidaban, y con los truenos, se atemorizaban. Solo le quedaba, acariciar, las celestes, nomeolvides, que crecían, entre el musgo, a la orilla de su ventana. Ella se mojaba, el rostro, el cabello, y era feliz. Cuando uno permite, a las gotas de lluvia, mojarlo, se puede ser, de lo más feliz. Así era ella, con lo poco, con lo mucho, con todo, Lykke era feliz; felicidad era Lykke, felicidad era ella.
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LYKKE
Lykke, en danés significa felicidad, y también es un nombre escandinavo femenino.
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