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Navidad… que sea dulce, que sea tiempo de reflexión, que siga siendo tiempo de amor y paz, que siga siendo tiempo de cuentos, magia e ilusión

No hay otro momento en todo el año que se desmarque tanto como la Navidad, no de manera tan global y a un mismo tiempo. Es la época familiar por excelencia, la de las muestras de afecto, de solidaridad y compasión.

Obviamente, para cada cual la Navidad tiene un significado distinto. La infancia deja huella, los recuerdos atesorados nos hacen comportarnos de una manera o de otra según nuestras vivencias.

Mi abuela paterna, Isabel se llamaba, solía recibir a todo el que llegaba a casa con una copita de anís y mantecados y durante todo el mes de diciembre no faltaba de la mesa del comedor ni la bandeja con la botella de Machaquito y varias copas, ni la canastita de mimbre con los dulces cubiertos de ajonjolí. Era su manera de felicitar las fiestas navideñas, costumbre que yo he perpetuado.

El paladar rememora los dulces típicos, la vista reclama las luces de fantasía que adornan las calles y los oídos se disponen a degustar de los villancicos interpretados con panderetas y zambombas… y, a falta de estos, con la botella de relieve dentado, que se recicla como instrumento musical cuando se queda vacía.

Detalles imprescindibles que han hecho y hacen de estas fiestas una época distinta al resto. En literatura, nadie supera la presencia de los cuentos de Charles Dickens. Su Cuento de Navidad, novela corta editada cuando tenía treinta y un años y ya el éxito y la fama eran compañeros de viaje, formó parte de mis navidades de adolescente y hasta hoy día sigue siéndolo.

A Christmas Carol. In Prose. Being a Ghost Story of Christmas (1843), más conocida como A Christmas Carol y traducida al español como Canción de Navidad

¿Qué sería de una Navidad sin la presencia del ávaro Scrooge y la lección de moral que Dickens deja patente en el relato?

Otro de sus clásicos, también llevado al cine o a animación, es la novela de Oliver Twist, conmovedora historia que Dickens narra con gran maestría y una desarrollada habilidad para las descripciones que no deja indiferente al lector.

Tras historias como las del autor de Portsmouth, me es imposible no preguntarme por su vida e indago en ella para comprobar si, como supongo, existen puntos en común entre su historia personal y esas fantásticas y desgarradoras historias que narra. Todo escrito lleva algo de autobiográfico, sea o no de manera consciente, sea o no voluntario. También a Dickens le ocurre, también plasma en sus líneas detalles que lo identifican con David Copperfield, y el fatal vaticinio que le cayó encima nada más nacer, o con Oliver, y el sentimiento de abandono que sintió tras suplicar a sus padres que lo sacaran de aquella fábrica de betunes, donde entró a trabajar como un eslabón más de una cadena de esclavitud propia de la Inglaterra de la Revolución Industrial de principios de siglo XX.

Oliver Twist (1837/39)

También fue deudor, como algunos de los personajes que traman la historia de Ebenezer Scrooge, aunque el verdadero responsable fue su padre, quien fue a prisión por ese motivo y no salió hasta no saldar sus deudas. Su infancia estuvo marcada por la miseria y los malos momentos, escasez económica, hambrunas y unas jornadas de trabajo excesivas para obtener un mendrugo de pan y unos cuantos chelines. Pero él aspiraba a una vida mejor y cuando a los doce años, por fin, consigue viajar a Londres junto a su familia, da el primer paso a su nueva vida al entrar a trabajar en un bufete de abogados como escribiente. Había aprendido por sí mismo lo que sabía, su madre le ayudó lo que pudo y el poco tiempo de escuela del que dispuso le enseñó las bases, después él solo fue ampliando sus conocimientos. Era ávido lector y de buen gusto, exquisito en sus lecturas como lo demuestra que Don Quijote de la Mancha o las aventuras de Robinson Crusoe formaran parte de ellas.

Con quince años entró como taquígrafo en el Parlamento londinense y fue allí donde empezó a destacar, sus magnificas descripciones destacaban del resto. Fue contratado por el editor de un periódico para redactar artículos que describieran a la sociedad de la época y tanto gustó lo que escribió que editaron un libro con todos sus artículos. Había nacido una nueva celebridad, Charles Dickens se convirtió en un escritor de best seller, gracias a su talento, su perseverancia y a esa fe en un futuro mejor que nunca le abandonó.

Sus relatos están cargados de denuncia por las lamentables condiciones de vida que sufría la clase proletaria, combinado con dosis de comicidad que le da lugar a crear personajes patéticos y odiosos, trasladados quizás fielmente de la realidad a la ficción literaria.

Fue un niño con una infancia desgraciada, pero nunca perdió las esperanzas en un futuro mejor. Se enamoró de la hija de un banquero, pero este lo despreció por no tener fortuna e impidió una relación entre ellos, por eso se juró, al estilo de Scarlett O´Hara en lo que “El viento se llevó”, que jamás sería rechazado por ninguna otra Mary. Dickens cumplió su palabra, ya nunca más sufriría escasez económica llegando incluso a comprarse su propio periódico.

Lo valioso, dejando a un lado la aportación de su estilo literario, es el mensaje impregnado en todas sus obras, ese aroma a eterna lucha que nos anima a evolucionar y a superarnos sin perder nunca de vista nuestros sueños.

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Isamar Cabeza

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