Fotograma de Moonlight (Jenkins, 2016)
Aitana Monzón Arte Cine Magazine Opinión Redactores

Familia, homosexualidad y trauma

Ambas historias muestran la paternidad como una institución negligente cuya predilección por las drogas, las relaciones extramatrimoniales o la homosexualidad reprimida antes que por el bienestar familiar actúan de manera hiriente y convulsa en el desarrollo de los niños.

Parte 2. Moonlight (2016)

Si en la primera parte hablábamos de la maravillosa novela gráfica que nos ofrece la estadounidense Alison Bechdel, llega ahora el turno del largometraje de Barry Jenkins (2016), Moonlight.

Fotograma de Moonlight (Jenkins, 2016)

Basado en la obra teatral autobiográfica de T. A. McCraney, Jenkins ofrece una narrativa que se estructura alrededor de la fragilidad de la masculinidad negra, la homosexualidad, las drogas y el trauma infantil. Al igual que en la historia anterior (véase el artículo “Familia, homosexualidad y trauma. Parte 1: Fun Home: Una familia tragicómica”), el espectador se introduce en el desarrollo de Chiron, un niño que reside en un barrio marginal de Miami. De acuerdo con Kameron J. Copeland, lo que precisamente la película enfatiza es el sistema que fuerza a los hombres negros a adoptar una masculinidad que toma la brutalidad, fortaleza y supresión emocional como la norma. Y por esto, la personalidad de Chiron destaca desde un primer momento. Debido a su orientación sexual, el protagonista recibe bullying por parte de sus compañeros de clase y, por su carácter sensible, termina convirtiéndose en un niño solitario, alienado del mundo exterior, adoptando una conducta tímida e introspectiva que dará forma a su personalidad adulta.

Imagen de Chiron (T. Rhodes) de adulto

Como espectadores aprendemos que su madre, quien en un primer momento se postula como protectora y cariñosa, resulta ser drogadicta, convirtiéndose así en una figura ausente de autoridad. Al igual que en Fun Home, Chiron también encuentra refugio más allá de ese ambiente hostil, pero no es con la literatura –como le ocurre a Alison–, sino con el personaje de Juan, un vendedor de droga que le salva del abuso doméstico y escolar al que está sometido y adopta una figura paternal… algo que, en sí, encierra una gran paradoja.

Paula (Naomie Harris), madre de Chiron

Conforme el protagonista crece, sigue siendo una persona reservada. Pero el hecho de entablar una relación casi familiar con Juan y su pareja, Teresa, le ayuda a abrirse y plantear cuestiones sobre su sexualidad. Chiron, a una temprana edad, les pregunta qué significa la palabra faggot –término peyorativo equivalente a marica– y si él es uno de ellos, a lo que Juan responde: “Marica es una palabra que se usa para hacer daño a los gais. […] Puedes ser gay pero no debes dejar que nadie te llame marica”. También en un determinado momento le advierte al chico: “Un día tienes que decidir por ti mismo quién vas a ser. No puedes dejar que otros lo decidan por ti”. Hay diferencias muy claras entre las figuras parentales de Alison y Chiron, basadas en el concepto judeocristiano de la culpa. En el caso de Moonlight, Juan se presenta como un vendedor de droga que, indirectamente, vende cocaína a la madre de Chiron. Cuando se da cuenta, es su sentido de la responsabilidad el que actúa como un motivo poderoso de remordimiento. En cambio, no vemos esto en el caso de Bruce Bechdel. Algo que sí es similar en ambos casos es que la figura paterna acaba desapareciendo: incluso si Juan muere, su imagen sigue repercutiendo en el desarrollo del joven, actuando como una especie de autoridad. Aunque sí puede ser que su ausencia le niegue a un ya adulto Chiron esa confianza en sí mismo que antes le transmitía; y consecuentemente, eso haga que reprima su homosexualidad.

Juan (Mahershala Ali) y Chiron (Alex Hibbert) en el mar

Otra figura importante que ayuda a moldear la adolescencia del protagonista es, sin duda, Kevin, el compañero de clase que en un principio le ayuda a integrarse diciéndole que no debería dejar que ningún otro niño le pisoteara, pero que más adelante acabará convirtiéndose en uno de los abusadores. El lazo de unión entre ambos es su sexualidad encubierta: Kevin es bisexual pero, como Chiron, lo esconde. En un principio Kevin también es alguien en quien cobijarse. De hecho, en un determinado momento, ambos comparten un breve encuentro sexual que repercutirá a gran escala en sus vidas. Sin embargo, Kevin adopta un esperado rol heteronormativo, pues superficialmente se muestra como un tipo duro, siguiendo esa regla no escrita de la masculinidad negra. Con esta actitud traiciona a Chiron, mostrándose así públicamente como alguien capaz de pegar al frágil y homosexual compañero de clase. La paliza a Chiron actúa como el punto de inflexión que hace que el protagonista decida, finalmente, sobre su futuro.

Encuentro de Chiron (A. Sanders) y Kevin (J. Jerome) en la playa

Contrario a lo que pudiera verse en la historia de Alison, quien sí acepta y disfruta su orientación sexual, parece que en el caso de Chiron no se supera realmente el trauma –basado en el miedo a exponerse demasiado con la gente que aprecia, puesto que siempre acaba excluido o rechazado. Esto desemboca en una vida adulta reservada y misteriosa. Aunque también paradójica: acaba siendo vendedor de drogas y adopta esa apariencia ruda de la que ya se ha hablado. En cambio, sí que vemos una especie de tregua entre el protagonista y su ya anciana progenitora, quien vive en un centro de desintoxicación y reconoce haber sido una mala madre. Por otro lado, en un determinado momento, un Chiron ya adulto vuelve a encontrarse con Kevin, quien lo acaba llevando a su casa y reconoce que nunca ha actuado como quisiera, diciendo: “No he hecho nada que de verdad quisiera hacer. He hecho lo que los demás creían que tenía que hacer”. En ese momento, ya casi conclusa la narración, Chiron le confiesa que Kevin ha sido el único hombre que le ha tocado. Por esto podría decirse que, pese a todo, sí hay, como en el caso de Alison, una confrontación con su trauma homosexual.

Chiron (T. Rhodes) y Kevin (A. Holland) vuelven a verse de adultos

Ambas historias, Fun Home y Moonlight, representan la paternidad como una institución negligente cuya predilección por las drogas, las relaciones extramatrimoniales o la homosexualidad reprimida antes que por el bienestar familiar actúan de manera hiriente y convulsa en el desarrollo de los niños –algo que por supuesto se verá reflejado en sus vidas adultas. Tanto Alison como Chiron son niños cuyo proceso de maduración se ve interrumpido o incompleto por una gran falta de afecto, entendimiento o protección. Incluso si más tarde llegan a perdonar –o aceptar– los fallos de sus progenitores, siempre les quedarán secuelas que repercutirán en sus relaciones afectivo-sexuales del futuro. Su retrato como representantes de una minoría –Alison es una mujer lesbiana; Chiron es un hombre gay negro– supondrá un doble esfuerzo a la hora de explorar su sexualidad o superar los obstáculos. Sin embargo, hay una clara diferencia en la manera en la que se enfrentan al mundo: Alison abraza y manifiesta su homosexualidad, mientras que él elige vivir en las sombras. Como resultado, ambas historias ponen de manifiesto la importancia de una estructura familiar estable para el completo desarrollo físico y psíquico de los niños.

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