Iván Robledo Magazine Opinión

Saber dejarse mirar

Buscar ese algo que nos hace amar o rechazar las cosas en nombre de una supuesta belleza ideal, es una aventura trágica de las de trasatlántico, pamela y parasol.

Déjeme que le diga, señora, que a veces el orden de las facturas sí altera el producto. Porque así es, como se lo cuento, que hay gente que se siente derrotar en cada factura que vence, y de ahí viene lo del orden, claro. Lo que también ocurre con esto del orden es que nos pasa a veces como cuando hablamos, que colocamos los adjetivos donde queremos sin lumbrera ni criterio, como para que retumbe, por lo del eco, para que se sepa mejor lo que queremos decir y por eso a veces decimos lo de ‘buena persona’ y otras lo de ‘persona buena’, que parece lo mismo pero no, y lo decimos para que se sepa que no lo es, que decimos una cosa pero en realidad queremos decir otra cosa. Y así vamos, y para que se haga una idea le diré que hay quien llama epítetos a los adjetivos, y con eso está casi todo dicho, que eso es cosa muy de gente de las de poner las íes bajo nuestros puntos.

Pero esto que le digo es todavía peor cuando se hace con las cosas que nos gustan. Porque verá, uno cree que se dice muy a la ligera eso de que sobre gustos no hay nada escrito, pero se olvidan más a la ligera que sobre las personas que escriben sobre los gustos de las personas si que hay mucho escrito. Por eso uno cree que lo de manejar los adjetivos es cosa de mucho provecho, en ocasiones de caridad, y uno piensa que está bien que así sea. Hay quien dice que está feo hablar de la belleza, que no está bien porque puede molestar y es verdad, que es una manera extraordinaria de llamar feas a las cosas y a las personas, que decir que no es feo algo que todos sabemos que es feo es llamar, además, tonta a esa persona. No se sabe el motivo, o sí en realidad, pero hay un cierto consenso en las cosas bonitas y en las feas, que es cosa distinta a decir que solo las cosas que nos gustan son bonitas, que sabemos por experiencia en cabezas muy ajenas que las cosas que nos parecen feas puede gustarle a otros, y eso nos hace sentir muy felices, mucho, raros pero felices.

Que las cosas sean tan simples tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y que no estemos de acuerdo en algo es siempre una ventaja porque así sabemos que ese algo es real y no un invento de gentes que se han puesto de acuerdo en que algo exista, que tan de acuerdo se han puesto que si ese algo no existiera a ellos no les importaría, ya inventarían otra cosa. Por eso decimos que hay una belleza que está por encima de todas las cosas que nos parecen bonitas, una belleza acerca de la cual se opina, se dice, se escribe, se guerrea, se toma Troya, se escapa, se pinta, se desmaya, se rima, se absuelve, se reza, se llora, se vuela, se vendimia, se resucita, se coloca un mechón detrás de la oreja, se es. Sin esa belleza no habría sombra, sin esa belleza todo sería cifra y alquitrán, sin esa belleza sus ojos, señora, serían como los ojos de cualquiera y eso no, no. No.

Lo de la belleza, como le digo, a veces causa perplejidad porque nos sorprende que nos gusten las personas a las que no le gustan cosas que a nosotros nos gustan, y no sabe uno si de eso trata en realidad la belleza. Y mire que no se lo digo para preocuparle, que bien sé que usted es de aldea y allí hace noche la belleza. Pero estará de acuerdo en que buscar ese algo que nos hace amar o rechazar las cosas en nombre de una supuesta belleza ideal, es una aventura trágica de las de trasatlántico, pamela y parasol.

Pues esto era lo que quería contarle, señora, que antes nos gustaban las cosas tal y como eran y ahora no se sabe bien qué decir. Uno cree, en fin, que la belleza es solo el camino que nos lleva a descubrir la hermosura que cada cosa posee, y lo bello es no hacer ese camino solo. Saber mirar, sí, pero también saber dejarse mirar. O no.

Iván Robledo Ray

Cartas a esta señora

1 comment on “Saber dejarse mirar

  1. Anónima

    ¡Qué bello se ha puesto, jodío!
    Eso sí: quién le ha visto y…

Gracias por comentar

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