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El “Jardín cerrado” de la imaginación, la curiosidad y la eternidad de Carlota Josefina Bérard

Cada uno de nosotros poseemos un soberbio y acogedor jardín cerrado que debemos visitar -al menos una o dos veces todos los días- para no olvidar aquello que nos hace felices e inspira las inquietudes y las ilusiones que nos individualizan. Un lugar al que acceder guiados por el poder de la curiosidad.

“Acaso la belleza puede ser dolorosa?

Cuando es demasiada, sí.

Cuando es anhelada, sí.

Cuando se acaba,

también”

(58: 2020).

La autora de esta novela corta y tercera de una saga, Carlota Josefina Bérard, nos introduce en la lectura a través de la impetuosa eclosión de una primavera llena de vida y color. Una estación que emplea para componer un homenaje y canto a la naturaleza que nos rodea y que como habitantes de esta debemos mimar, proteger y respetar, pues su gran ofrenda y deleite es el noble tacto de las flores sobre nuestra piel, al igual que los olores que sus pétalos desprenden en el viento y los sabores de los frutos que cultivan sus árboles. Todos estos elementos surcan y trazan la obra “Jardín cerrado”.

La innovadora, gentil y deliciosa pluma de Carlota Josefina Bérard recrea en sus primeros versos el despertar de un jardín cerrado que no secreto, explorando de esta manera uno de los escenarios del imaginario literario más primitivos e idealizados. No obstante, lo reescribe y reinventa otorgando con su interpretación un original abanico de significados que el lector tendrá el placer de descubrir de la mano de dos entrañables personajes, Greta y su hijo Winter. El alegórico jardín es el espacio principal en el que se sucede la acción, y que sirve como antítesis de lo mundano, superficial e insustancial, ya que en su riqueza interior se halla la fantasía, el sendero que conduce a los sueños y el retorno a la etapa más maravillosa de todas, la infancia.

En mi lectura comprendí que cada uno de nosotros poseemos un soberbio y acogedor jardín cerrado que debemos visitar -al menos una o dos veces todos los días- para no olvidar aquello que nos hace felices e inspira las inquietudes y las ilusiones que nos individualizan. Por este motivo no es un jardín secreto, impenetrable y recóndito, sino un lugar al que acceder guiados por el poder de la curiosidad. Una fuerza del espíritu creador que también fue la de Lewis Carrol al plasmar su jardín de las flores parlantes en “Alicia en el País de las Maravillas” (1865), la de Shakespeare al diseñar el eterno refugio del amor verdadero en “Romeo y Julieta” (1597) o la de Oscar Wilde en el cuento “El jardín del gigante egoísta” (1888).

Jardín cerrado” (2020)
“Las puras azucenas,

eran trompetas anunciantes,

y como un arcoíris sedoso,

se esparcían los tulipanes.


Mientras los tréboles del prado,

invitaban una taza de té,

los iris púrpuras sonreían,

con su linaje francés”

(12: 2020).

Carlota Josefina Bérard realiza con “Jardín cerrado” una obra ejemplar cargada de referencias simbólicas que mucho tienen que ver con otros temas como la maternidad, la pérdida o la despedida, la eternidad y la esperanza del reencuentro que os invito a descubrir por vosotros mismos. Y es que la magia de esta novela corta reside en que desarrollará y consolidará un concepto propio y diferente en los intelectos de los que se sumerjan en sus páginas.

Por todas estas razones me encantaría recomendaros su lectura, porque no habrá dos interpretaciones iguales, debido a que no existen dos jardines cerrados idénticos. Cada alma guarda bajo llave un espacio para la creatividad y la experiencia. Un Edén que solo puede ser alcanzado, revelado y liberado por la misma mente que lo posee, pues hay tantos jardines cerrados como corazones.

Laura Martínez Gimeno

3 comments on “El “Jardín cerrado” de la imaginación, la curiosidad y la eternidad de Carlota Josefina Bérard

  1. Justicia

    Hermoso libro me encanto igual que Greta y Blanco
    Jardín tiene algo más que te llena de Paz
    Gracias

  2. Juan J. Ramírez

    Estoy de acuerdo con la autora y contigo Laura, en que todos tenemos un jardín cerrado vivo en nuestro espíritu que de alguna forma, nos sirve de escape a otra realidad y nos devuelve la inspiración.

    Algo así le sucedía también al protagonista de la novela “El lobo estepario” de Hermann Hesse , que a pesar de ser un hombre que repudiaba los convencionalismos sociales y subsisitía aislado por voluntad, siempre se detenía en el descansillo de la escalera de su pensión donde había un conjunto de plantas aromáticas que la patrona cuidaba con pulcritud. Su disposición tan ordenada y el olor perfumado que emitían, le evocaba su infancia y la vida burguesa y amable junto a su madre.

  3. Juan J. Ramírez

    Estoy de acuerdo con la autora y contigo Laura, en que todos tenemos un jardín cerrado vivo en nuestro espíritu que de alguna forma, nos sirve de escape a otra realidad y nos devuelve la inspiración.

    Algo así le sucedía también al protagonista de la novela «El lobo estepario» de Hermann Hesse , que a pesar de ser un hombre que repudiaba los convencionalismos sociales y subsisitía aislado por voluntad, siempre se detenía en el descansillo de la escalera de su pensión donde había un conjunto de plantas aromáticas que la patrona cuidaba con pulcritud. Su disposición tan ordenada y el olor perfumado que emitían, le evocaba su infancia y la vida burguesa y amable junto a su madre.

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