LA TARDE DE MARZO
Un día como hoy guardé un camino verde entre las alas de un nuboso claro. Forjé en mármol la gracia y el aroma de una tarde de Marzo en flor. Prendí el horizonte de tu suave pecho en una colina fuera de nuestro tiempo. Recogí las sombras de los tallos y las hilé como una seda noctámbula. Hoy como aquel día, puedo fingir haberte encontrado, pero nunca podré mentirle ya a una tarde de Marzo.
Juan J. Ramírez

“Tarde azul” es una pintura del artista estadounidense Edward Hopper (1882-1967), exponente de la corriente del Nuevo Realismo. Está compuesta por figuras rígidas e impostadas, como si los personajes estuvieran posando para él. Esta poca naturalidad en los gestos, contrasta con el marco escénico costumbrista de la obra, un usual y tranquilo café francés.
Sin embargo, dos personajes destacan sobre todos los demás por conferir mayor emoción y significado a la obra. Uno es el payaso vestido con un luminoso disfraz blanco y pintado con un llamativo maquillaje facial rojo, que parece estar abstraído de su entorno. Su mirada perdida en los vasos de la mesita, su cigarro colgando de la boca y su forma desgarbada de sentarse, denotan un estado de ánimo melancólico y decadente.
Por otro lado, el segundo protagonista, el hombre solitario insimismado en el extremo izquierdo de la composición, también provoca esa sensación pesarosa por la falta de compañía, pero esta vez a través de una presencia austera y sombría.
Gracias a que Hopper usa dos personajes antagónicos en su estética (el payaso es la luz y el caballero, la sombra), comprendemos que todas las personas, sin importar su condición, pueden ser dolientes de la pesadumbre y la soledad.
#LaContraPortaDe
ANODINOS DE CAFETÍN
Estimados lectores/as,
A veces las tardes son antesalas melancólicas de noches de soledad.
Quizá, si agudizásemos la vista, distinguiríamos entre las facciones pesarosas de los clientes anodinos de un cafetín, las líneas nocturnas y trágicas de su inmediato futuro.
Tal vez así, con ese esfuerzo fraternal de fijarnos en los solitarios, advirtamos que tampoco nunca nadie nos mira a nosotros de esa forma, y recordemos, con la sensación de vértigo, que la noche llega para todos de la misma manera, sola.
Muy amables por considerar y leer mi artículo.
– Juan J. Ramírez –