CERBERO Y EL HADA
El hada posó su abrazo en el animal como riendas de luz de una sedosa mañana. Cerbero, enternecido, hinchó su lomo con paz y estrellas, mientras ligaba sus latidos con el compás blanco del pecho de su advenediza ama. La joven, cómplice del amanecer, miró a los presos moribundos de Hades. Ellos desde los adentros, al ver la estela sometida del can en el umbral del Reino de la Muerte, corrieron hacia el sol rasgando la tiniebla arácnida que capturó sus vidas dentro de oscuros pozos de nieve. El último amante libre se detuvo para admirar el candor de aquel perro jubiloso, ya sin su hada, solitario pero con una blonda de camelias y avellanas colgando de su cuello pardo de toro.
JUAN J. RAMÍREZ
La Edad Media fue una época donde reinaba el ocultismo y el respeto religioso exacerbado. Por tanto, el miedo popular a los espíritus diabólicos estaba muy latente.
Para lograr ahuyentar a las entidades malignas, los hogareños colocaban en las puertas de la calle aldabas (también conocidas como llamadores) de figuras amenazantes como leones, gárgolas o monstruos mitológicos. De esta forma creían que los fantasmas que acecharan sus casas se espantarían al ver colgados en los portales estos temibles personajes.

#LaContraPortadaDe
LLAMADORES
Estimados lectores/as:
Estos llamadores adornados con seres grotescos eran la consecuencia de un miedo social a entes invisibles, y más aún, ilógicos. Pero ¿por qué el miedo irracional a entes fantásticos de todo tipo ha logrado perpetuarse en las distintas sociedades, a pesar del aumento exponencial de la alfabetización y del conocimiento científico-técnico? ¿O tal vez ese temor instintivo de la mente humana sea sólo el resultado de un arduo plan tendencioso?
¿Alguien duda de que la cultura popular se forja mediante un proceso de evaluación y consenso de cada uno de los individuos que forman una comunidad?
En mi opinión, quiénes todavía hoy en día cuelgan “esas cabezas de león” en las puertas de su casa por miedo a ser atacados por cosas intangibles, no tienen ninguna duda de ello.
Muy amables por considerar y leer mi artículo.
– Juan J. Ramírez