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El pescador de cangrejos, de Manuel Alcalde

¿Será que el verdadero sentido de la vida es caminar y caminar sin pensar demasiado hacia dónde nos dirigimos? ¿Será que la vida es un estado de pura inercia sin más motivos de trasfondo?

¿Qué de misterioso se puede ocultar tras un título tan singular? ¿Por qué pescador de cangrejos y no de cualquier otra especie marina?

Confieso que a mí el título me atrapó y la portada también. Siempre me pareció el cangrejo un animalito curioso, con su cuerpo aplastado, sus ojos a modo de antenas y esa manera de andar marcando un estilo propio. Pero quizás esas particularidades solo sean un efecto de la adaptación al medio, por ello su cuerpo es bastante plano (para poder ocultarse bajo la arena de los depredadores), por eso también sus ojos son de esas características (como periscopios de submarino que controlan todo a su alrededor) y por eso será que hacen tanta gracia al caminar de lado en lugar de hacerlo hacia delante, como viene siendo lo normal (salvo en ellos porque no tienen rodillas, tal cual nosotros u otros animales, y sus articulaciones solo les permiten andar de costado).

El pescador de cangrejos de Manuel Alcalde es una novela corta envuelta en un halo de sencillez y simpleza aparente que guarda entre sus líneas todo un entramado que profundiza a niveles muy hondos de la psique y el comportamiento humano, no en vano, su autor es licenciado en filosofía.

Manuel Alcalde bebe de fuentes tan variadas como lo son autores tan dispares en tiempo y pensamiento como el estadounidense Salinger, el ruso Turguéniev o el japonés Osamu Dazai.

¿Qué pueden tener en común un agente de inteligencia norteamericano activo durante la Segunda Guerra Mundial, con un escritor ruso de principios del siglo XIX y un polémico escritor marxista nacido en el Japón del recién estrenado siglo XX? Sin duda, un hilo conductor une estas tres piezas claves sobre las cuales Manuel Alcalde edifica su interesante obra.

La destrucción es el punto de unión, el declive se hace latente en la vida de cada uno de ellos y se hará visible mediante sus escritos, pero también por sus decisiones que les llevarán incluso al suicidio, como fue el caso de Dazai.

El pescador de cangrejos nos sitúa en plena era contemporánea con una historia actual, pero con un sabor agridulce y añejo que enraíza con la filosofía nihilista de la que fue padre el filósofo Turguéniev, como uno de los tres pilares básicos en los que Manuel Alcalde se apoya para desarrollar esta historia.

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por el sentido de la vida? ¿Quién no se ha parado alguna vez a reflexionar sobre el rumbo de su vida?

El pescador de cangrejos es una invitación a la reflexión y al estudio, un interesante expositor de teorías filosóficas tomando como referentes a tres exponentes destacados dentro del mundo de las letras y el pensamiento en boca de dos chicos jóvenes. En ellos se mezclarán las voces lejanas y consagradas como vestigios de una humanidad que tiende a quemarse a lo bonzo como escape a su propio dolor, a sus frustraciones y al vacío que lo inunda todo.

El pescador de cangrejos es una mirada minuciosa a la oscuridad de la caverna, a la cara abrupta de nuestro ser, a esa faceta oculta y sombría que nos manipula y gobierna la mayoría de las veces.

El pescador de cangrejos es una alegoría del declive del ser humano, de su descenso por la rampa del desaliento y la pérdida de todo sentido que impulse a seguir viviendo.

Isamar Cabeza

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