El origen de la Navidad se encuentra en el nacimiento de Jesús, descrito en los evangelios de Mateos y Lucas. Quizás la historia más maravillosa jamás contada. Ambos evangelistas coinciden en que Jesús nació en Belén de Judea, en un pesebre; que su madre, María, estaba desposada con un hombre llamado José; y que su concepción se produjo por intervención divina. Sin embargo, según algunos expertos en estudios bíblicos, la natividad de Jesús es una leyenda, una bella y tierna leyenda. Un relato inolvidable que lleva en sus entrañas la añoranza del ser humano de renovación, superación, paz y felicidad y de creación de un mundo mejor.
Al indagar sobre la procedencia del periodo más mágico y significativo del año, podemos comprobar que los antecedentes de la Navidad están ligadas a los ciclos vitales de la Tierra y el Cosmos que, posteriormente, el cristianismo integró dentro de sus creencias. En efecto, antes de la aparición del cristianismo ya se rendía, en esta misma fecha, culto al Sol, identificado por aquellas culturas ancestrales con un dios joven que nacía y moría cada año al compás de los ciclos naturales. Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dionisio, Baco, Adonis, Tammuz, Agni, Krisna, Manú o Buda aparecían por estas fechas, nacidos -curiosamente- de una virgen, en una gruta o en un establo y entre animales.

La leyenda del nacimiento de Jesús es silenciada en los evangelios de Marcos y de Juan. No obstante, de estas escrituras se infiere que Jesús y su familia eran oriundos de la aldea de Nazaret, una pequeña población de Judea, en la que se hablaba un dialecto del arameo, siendo reservada el hebreo como lengua para el culto. “¿Nazaret?; ¿acaso puede salir de ahí algo bueno?”, está escrito en el evangelio de Juan, probablemente con el propósito de hacer hincapié en que el “Niño-Dios” nació en un lugar muy humilde.

Dejando a un lado la cuestión la historicidad del nacimiento de Jesús, así como su origen ancestral y legendario, nos encontramos con un significado profundo donde podemos hallar las claves para retirar el velo que cubre un sublime mensaje de incalculable valor para el despertar de la Humanidad. ¡Descubrámoslo!.

Unos setecientos años de este inolvidable episodio del nacimiento del Niño Jesús, leemos en el profeta Isaías que “El Señor mismo os dará una señal: Una virgen concebirá y dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel”. Después, en el evangelio de Mateo se nos muestra que el nacimiento de Jesucristo fue un evento cósmico extraordinario para dar al mundo a un hombre extraordinario, destinado a cambiarlo desde un punto de vista espiritual. El evangelista lo expresa del siguiente modo:
“Y dará a luz un hijo que se llamará Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí una virgen encinta que dará a luz un hijo que llamarán Emanuel’ (Dios con nosotros)”.
Los nombres elegidos para el “Hombre-Dios” que se encarna para salvar al mundo no fueron determinados al azar. Jesús proviene del arameo, “Yeshua”, (“Jesús-Salvador”); Emmanuel es citado por el profeta Isaías con el significado de “Dios con nosotros”. Luego, Jesús sería también designado con diversos sobrenombres: Cristo, Ungido, Hijo de Dios, Cordero de Dios, Hijo del Hombre, Hijo de David, Rey de los judíos…

Se ha especulado a cerca de los nombres Emmanuel y Jesús. Al respecto, San Jerónimo, escribió que “Ambos nombres significan lo mismo, no al oído, sino al sentido”. Siguiendo esta puntualización, el nombre de Emmanuel (“Dios con nosotros”) vendría a expresar la naturaleza, la personalidad del Hijo de María; mientras que el de Jesús (“Dios salva”) nos conduciría hacia la titánica misión del Hijo de Dios al encarnarse: la salvación de la Humanidad.
Título: Maternidad
Bronce y acero
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Lluisa Martínez tvcostabrava.com
José Antonio Hernández de la Moya
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Gracias José Antonio por tu artículo sobre el sentido auténtico de la Navidad.
Me ha gustado mucho, excepto la frase de que “según algunos expertos en estudios bíblicos, la Navidad [natividad] de Jesús es una leyenda”. En realidad el artículo trata de dos cosas diferentes que se entremezclan, una si la encarnación y el nacimiento de Jesús fue real y que Jesús existió, y otra el por qué se celebra el nacimiento el 25 de diciembre. La primera está abalada por más fuentes que la de los bilblistas que especulan que el nacimiento es una leyenda, éstas fuentes serían: la historicidad que envuelve el nuevo testamento incluido san Lucas -Lucas era médico y poco dado a leyendas-, el testimonio de los apóstoles, de san Pablo, de los llamados Padres de la Iglesia y de otras fuentes no cristianas. En cuanto al segundo aspecto, hay que decir que las fuentes bíblicas solo hablan del nacimiento de Jesús en Belén, no de la fecha; que fuese el 25 de diciembre no se empezó a celebrar hasta mediados del siglo IV, siendo cierto que en esa fecha ya los romanos celebraban el “Dios invicto” por ser el solsticio de invierno; pero el que los cristianos lo hicieran coincidir con las fiestas romanas por proselitismo es una hipótesis, ya que en algunos escritos se defiende la tesis simbólica de que Jesucristo sería el nuevo sol. Fuera como fuese, lo que se puede concluir es que el nacimiento de Jesucristo en Belén fue histórico y está bien documentado y que lo de la fecha no importa tanto.
Saludos: Javier
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