Vengo siguiendo con sumo interés las publicaciones de la revista ACALANDA sobre “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”, mediante el cual, una sociedad dividida por odios irracionales fue capaz de transitar con éxito desde un régimen autocrático a otro democrático, de un modo rápido, tranquilo y pacífico. Además, este espíritu de la Transición consiguió algo sublime: que la concordia entre todos los españoles fuera posible.
Tuve el privilegio de vivir plenamente este interesante periodo de la Historia de España conocido con el nombre de Transición política española, un periodo convulso y significativo pilotado por figuras de la talla de S.M. el Rey D. Juan Carlos, Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez y otros muchos. Todos los estudiosos de este momento histórico coinciden en que una de sus señas de identidad fue el consenso y el diálogo entre las principales fuerzas políticas, así como la propia madurez de la sociedad española que consiguió, en palabras de Adolfo Suárez, “elevar a categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”.
Nací en el pueblecito abulense de “La Horcajada”, situado entre las estribaciones de Gredos y las serranías de Malpartida y el Collado del Mirón y el puerto de Villatoro y la confluencia de los ríos Corneja y Tormes. Me siento muy orgulloso de mi tierra y de los personajes tan relevantes de la Historia de España que ha visto nacer. El último: Adolfo Suárez González, uno de los principales artífices de la concordia entre todos los españoles.
Sobre Adolfo Suárez tengo un recuerdo imborrable de juventud que deseo depositar en este BANCO DE RECUERDOS del “ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”.
Corría el año 1959 y me encontraba de exámenes finales de Magisterio. Entre prueba y prueba, los examinandos salíamos al pasillo para descansar un poco, serenar nuestros nervios e intercambiar impresiones con otros compañeros. Pues bien, en un momento dado, el barullo propio que se generaba entorno a los diferentes grupillos de compañeros derivó en silencio, sin causa aparentemente justificada. A continuación, para mi sorpresa, observé que algunos estudiantes rodeaban a un personaje desconocido para mí. Así que, pregunté que quién era. La respuesta que obtuve fue: ¿Cómo? ¿No lo conoces”? Pero si es… “Adolfito”, Adolfo Suárez.
Efectivamente, no lo conocía. Tampoco comprendía por qué despertaba tanta admiración entre mis compañeros y qué hacía allí; y, menos aún, podía sospechar que me encontraba ante un hombre destinado a entrar en la Historia de España por derecho propio. En mi descargo debo aclarar que, por aquella época, no estaba yo integrado en la vida social abulense.
Las recientes lecturas de “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN. CONVERSACIONES PARA TIEMPOS DE HOY”, publicadas por la revista cultural Acalanda me han hecho recordar momentos memorables de aquella época tan interesante. Como actualmente estoy trabajando en un libro de poemas —una de mis aficiones— me he animado a escribir un soneto en honor de mi entrañable paisano, Adolfo Suárez González. Un poema que deseo compartir en primicia con todos los lectores de estas maravillosas entregas sobre el espíritu de la Transición.
A Adolfo Suárez González
Era alto, de muy buena presencia, elegante, sencillo, caballero, de palabra redonda, muy sincero; con su voz, llenó el aire de decencia. Donde iba llamaba la atención; ya, de joven, era bien conocido; su expresión, noble fue, con buen sentido; al oyente inflamaba de ilusión. Conversando, en un grupo, yo me hallaba; al examen, muy pronto, hay que pasar; el pasillo, de voces, se llenaba. De repente, el silencio quiso hablar. Extrañado, pregunto qué pasaba. ¡Pues que Adolfo acaba de llegar!
Antonio Sánchez González
Maestro Nacional. Licenciado en Filosofía y Letras
Muchas gracias por acompañarnos. Acceso a las Conversaciones y al Banco de Recuerdos sobre el Espíritu de la Transición.
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