Monumento a los Abogados de Atocha. Benjamín Núñez González

La gran ilusión. Del luto a la esperanza

Qué fácil es empujar a la gente… Pero qué difícil guiarla.

R. Tagore

El verdadero acto de descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos.

M. Proust

PREFACIO

Hace unos meses recibí la amable invitación de José Antonio Hernández de la Moya y José Francisco Adserias Vistué para participar en un proyecto sobre la —hoy desalabada, vituperada y vapuleada— Transición. Consistía en una entrevista personal que daría pie, en unión de otras, a un rico collage (de pareceres, imágenes, canciones y videos). La idea era tan oportuna y sugerente, como audaz y a contracorriente. Pero, sin duda, el interlocutor… era equivocado. Hube de rechazar cortésmente la invitación por honestidad y conciencia (hacia mí y hacia ellos) y por el bien del invento. En mi opinión, para ser el entrevistado adecuado, se requería haber sido protagonista —activo— o testigo —directo y desde dentro— de la arquitectura de la Transición o, alternativamente, gozar de cierto predicamento, significación o reconocimiento. Esa especial condición confería el plus de interés necesario para garantizar la llamada de atención del potencial lector y, con ello, el posible seguimiento y la lectura del texto. Es decir, ¡el éxito del proyecto! Y yo, desde mi voluntaria anonimidad y notoria insignificancia, carecía de ella. Cosa distinta era que, desde la discreta atalaya del comentarista y al hilo de lo que se fuera publicando, pudiera aportar algunas reflexiones (como hice, de hecho). No sé si José Antonio y José Francisco entendieron mi postura. Pero sé que la respetaron. Hoy he recibido una tarjeta de invitación para asistir a la fiesta que, como colofón, pone fin al tema. Se sugiere a los asistentes que lleven, para compartir, un plato de elaboración propia en forma de artículo. Espero que el mío les guste.

CAMBIO DE VIDA

En los años 70, fallecido Franco, cada día se daba un paso… al futuro. Eran años de ilusión. También de desconfianza, dolor y miedo. España nadaba entre dos aguas (el aperturismo y el inmovilismo), pero con líderes adecuados para encauzar aquellos torrentes que venían de direcciones contrarias. Alrededor de ella surgió una auténtica “Leyenda del Tiempo”. Fue bautizada como “Transición”. Pero bien pudo ser llamada “Sueño” (como el poema lorquiano que dio nombre al revolucionario disco de Camarón:

El Sueño va sobre el Tiempo flotando como un velero…
El Tiempo va sobre el Sueño hundido hasta los cabellos.

Este prodigio, ensoñación y portento: abrió puertas y ventanas; aireó mentalidades; cambió costumbres; desbloqueó emociones; acabó con dogmas; desinfectó heridas; y unió y reconcilió a todos los españoles de bien.

No crean que cambiar faja por minifalda, ropa cerrada por escotada o censura por libertad (de expresión, información, pensamiento, creación, manifestación, organización, religión, voto…), ni pasar de la represión a la fantasía sexual (despenalización de anticonceptivos, cine de desnudo o topless), diversificar el educar, ponerse en huelga, presumir la inocencia, divorciarse, amnistiar o dejar de represaliar, fue tarea fácil. No, claro que no. Pero, aún con ovejas negras, atentados y ruido de sables, “el Sueño” se hizo realidad gracias al consenso, al compromiso, al trabajo en equipo

Aunque el talento gana partidos, el trabajo en equipo gana campeonatos.

M. Jordan

y a quitar ¡el qué dirán! del imaginario colectivo.

ORIGEN

Pero la Transición, no sean ingenuos, se estuvo fraguando desde mucho antes de la muerte del dictador. Políticamente desde el 21 de julio de 1959. Fecha en que recibimos la visita de representantes de instituciones internacionales (los equivalentes a los actuales hombre de negro) que nos indicaron las reformas que había que hacer para que España fuera viable (plan de estabilización, liberalización de la economía y desarrollismo). Esa actuación, de rebote, dio lugar a una fractura interna entre los falangistas y los tecnócratas del Régimen que nunca acabó de cerrar. Lo que unido a las ideas modernas que traían los emigrantes que regresaban, al aire renovado del Vaticano (y la reordenación ideológica que sufrió el clero español con el nombramiento del Cardenal Tarancón) y del mayo francés del 68, al despertar de la Universidad y, sobre todo, a que el espíritu de la Transición, desde mucho antes que germinara, ya aparecía cultivado por muchos ciudadanos en forma de valores (laboriosidad, integridad, valor de la palabra dada, respeto a lo ajeno, vocación de servicio…), facilitaron el cambio. Esa semilla y mensaje implícito ya existían. Los añadidos del saber verlo, reconocerlo y potenciarlo (con la escucha y el diálogo), del asumir que había que perder algo (renunciar) para ganar mucho (reconciliar, unir y convivir) y del riego, cuidado y recolección del fruto, los puso un tal Adolfo Suárez.

MÁRTIRES

La Transición, aunque fuera milagrosamente pacífica, también tuvo sus finados. ¡Los muertos de su felicitad! que decía el verso de Silvio Rodríguez

Algunos, asesinados desde dentro. Otros, desde fuera. Entre los primeros, recuerdo a los casi niños —19 años— Manuel García Caparrós (por colgar una bandera andaluza, en Málaga)

o a Javier Verdejo (por pintar en la pared “Pan, Trabajo y Libertad” —aunque solo pudiera llegar a la T de Trabajo—, en Almería), vilmente ejecutados por balas anónimas de algún indigno miembro secreto de los cuerpos de seguridad del Estado. Entre los segundos, a un humilde concejal del Ayuntamiento de Málaga, llamado José María Martín Carpena (que había sustituido en el cargo a J. M. Moreno Bonilla, actual Presidente de la Junta de Andalucía), al que conocí oficiando una boda civil recitando poemas de amor (¡ese era su pecado!), abyectamente liquidado por la organización ETA con sus crímenes de lesa humanidad (también asesinaron al fiscal Luis Portero, mi profesor de Derecho Penal).

Pero ¿saben qué? La idea defendida por esos forzados mártires salió reforzada. Cuando gente tan canalla, intolerante, irracional, fanática, sanguinaria e inhumana —gentuza— quería acabar a sangre y fuego con ese propósito y afán, era porque era bueno para todos y malo para ellos. Fue entonces cuando la idea del “Abrazo” amplió su sentido (por encima de la limitada simbología reconciliatoria del cuadro de J. Genovés).

El abrazo. Juan Genovés. Valencia, España, 1930 – Madrid, España, 2020. Museo Reina Sofía

Porque el abrazo es un traje perfecto que se adapta a TODOS los cuerpos, situaciones y momentos. Es el mejor hogar donde se puede vivir, ya que detiene el tiempo, comparte la pena, muestra compasión, da apoyo o perdón, aporta seguridad, encanta sentidos y regala buena energía. Y porque el amor —de todo tipo— viaja por la vida a través de los abrazos.

DEFICIENCIAS

También la Transición tuvo sus fallas. Entre ellas, destacaría, la falta absoluta de proporcionalidad de nuestro sistema electoral (privilegia descaradamente a los grandes partidos —bipartidismo— y a los nacionalistas). Las prebendas y beneficios reconocidos a Cataluña y el País Vasco (los ricos no quieren dejar de serlo —eso de la solidaridad va con otros—). El reconocimiento de los derechos históricos y regímenes especiales de los territorios forales (País Vasco y Navarra). Y el municipalismo.

Centrado en el último cabe indicar que no se garantizó la suficiencia financiera de las entidades locales, sino que su competencia y funcionamiento vinieron limitadas y condicionadas por la normativa estatal y autonómica (incomprensiblemente sus propios “competidores” fueron los que le escribieron su papel en la obra y, claro, le quitaron protagonismo). Sea porque quisiera conservarse un cierto centralismo y jerarquía de poder y mantenerlas embridadas. Bien porque se las considerase un potencial contrapoder del Estado y las Comunidades Autónomas. Ya porque al ser los alcaldes políticos personalistas y actuar con cierta independencia de sus partidos, eran miradas con desconfianza. Son la hermana «pobre» de la democracia.

POLÍTICOS EJEMPLARES

La Transición no fue un mero proceso político sino también social, cultural —arte, música, cine, literatura—, religioso y hasta sentimental —algunos aprobaron sus asignaturas pendientes—. Pero, para hacerla posible, fue necesaria una generación de políticos íntegros, maduros, comprometidos, con determinación, valerosos, REALISTAS y de sólidas convicciones que soñaban y luchaban por la democracia, el bien común, la reconciliación y la convivencia. Óptimos gestores y fieles servidores públicos en los que el pueblo confió y delegó mientras se dedicaba a sus propios quehaceres.

INVOLUCIÓN ACTUAL: RUPTURA DEL VÍNCULO ENTRE REPRESENTANTES Y REPRESENTADOS

Aunque la Transición, por boca de la Constitución, dejó escrito un manual de instrucciones para que la Democracia se mantuviera sana, todos lo han incumplido. Los partidos y sindicatos, por irresponsabilidad, sesgo y anteposición de su propio interés a la conveniencia de todos. Los poderes —e instituciones— públicos, por haberse desnaturalizado o haber sido colonizados por los primeros. Los ciudadanos, porque al no haber sido debidamente formados (la educación es un penoso desastre y botín de los partidos gobernantes) y adolecer de referentes (independientes y veraces), carecen de conciencia crítica y capacidad reflexiva propias, funcionan como masa, son permanentemente manipulados y han acabado convirtiéndose en lacayos (meros contribuyentes). Lo peor es la incompetencia y la ineficacia de clase política actual para resolver problemas, su facilidad para crearlos e incapacidad para el debate limpio y el acuerdo constructivo, sin tensiones. Este alejamiento y recelo extremo de la población hacia sus políticos (obsesionados por la ideología, frentistas y apartados de toda idea de servicio al bien común), nos lleva a una democracia formal pero hueca. Hoy, se pide y necesita una DEMOCRACIA MÁS REAL, DIRECTA, PARTICIPATIVA y DE PERSONAS, que no delegue en partidos. Y se exige UN LIDERAZGO MÁS CÍVICO, VERAZ, CON PALABRA, HUMANO y DE FUNDAMENTO MORAL.

NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR

Una mera revisión (imparcial y objetiva) de la vida y obra de Adolfo Suárez, el reforestador de la convivencia de España, bastaría para destrozar esa enloquecida reescritura y falaz invención, de la Transición que, desde el populismo más zafio y venenoso, se nos quiere imponer. Su pensamiento político sigue vigente: la concordia es posible… sin la dialéctica de la hostilidad y el sectarismo y en un clima de sosiego, colaboración y consenso que propicie alcanzar el interés común. Pero, la clase política actual es mala hierba difícil de podar. Como decía María Zambrano

La democracia es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona.

María Zambrano

No lo olviden, nunca. Aunque quienes manden lo hagan.

Dedicado a los españoles que, llegado el momento, decidieron que lo importante no era mantenerse vivos sino mantenerse humanos.

G. Orwell

y a aquellos otros que dieron su vida por nuestra felicidad. 

Felipe Francisco Chaneta Garau
Abogado

Muchas gracias por acompañarnos. Acceso a las Conversaciones y al Banco de Recuerdos sobre el Espíritu de la Transición.

2 comments on “Memoria de Felipe Francisco Chaneta Garau

  1. JR Chaves

    Que gran notario meláncolico, que testimonio de lo que muchos sentimos y no sabemos expresar. Gracias, Felipe, por recordarnos de donde venimos y apuntar la deriva hacia donde vamos…

  2. Felipe Chaneta

    Qué emocionante y gratificante recibir tan sentido y agradecido abrazo. Gracias de corazón, maestro.

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