Madrid por la noche (1980). Desde la Movida siguen en el vocabulario madrileño expresiones como Madrid nunca duerme, Esta noche todo el mundo a la calle o Madrid me mata. Paolo Monti 1980. Wikipedia.

Mi nuevo conversador, Alejandro Tabernero Santiago, es un hombre de mundo, es decir, viajado, cosmopolita, interesante y con un gran bagaje cultural. Miguel de Cervantes, que también lo fue, escribió que “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Así que, ya pueden irse imaginando con quién me voy a jugar los cuartos durante este nuevo episodio de “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”.

Alejandro Tabernero se define a sí mismo como hijo de un padre salmantino y una madre vallisoletana, por lo tanto, castellano viejo. Pero les ruego que no caigan en este punto en apriorismos llegando a la misma conclusión que Fígaro, el narrador en la obra de Mariano José de Larra, “El castellano viejo”, de que aquella casta conocida como castellanos viejos estaba integrada por personas que no respetaban al prójimo; tampoco en el sentido antiguo de carecer de ascendencia judía, ni en el moderno de haber nacido en Castilla y tener muchos años. Quédense, pues, con que ha nacido en una de las antiguas regiones en que se subdividía España antes del régimen autonómico actual, condicionándolo a ser y actuar de un determinado modo en el mundo.

Su padre, como consecuencia de la durísima posguerra que determinó la migración castellano-leonesa hacia países como Argentina, Venezuela, Francia, Alemania y Suiza, así como a ciertas zonas periféricas del Estado y a Madrid, siguió esta oleada migratoria en busca en un futuro prometedor. Esto hizo que mi conversador naciera en Madrid. Un Madrid de los 60, en pleno desarrollismo. Y es que, con el “Plan de Estabilización” de 1959, creado con el propósito de normalizar la economía española, sometida desde el final de la guerra civil a una política económica férreamente autárquica y malthusiana —producción sólo nacional para un mercado exclusivamente interior—, España se sube al barco de la ortodoxia financiera, monetaria y comercial del mundo occidental.

Alejandro Tabernero, nuestro protagonista.

Estudió con curas —los agustinos—, al lado del campo de fútbol del Santiago Bernabéu antes de ser instalada la cubierta, lo que le permitió disfrutar gratuitamente de algunos partidos del Madrid y sus gestas. Sigue recordando el “Anima una et cor unum in Deum” (Un solo corazón y una sola alma en Dios), el lema de esta Orden Religiosa, la práctica deportiva —eran cantera de baloncesto del Real Madrid— y reconoce que tuvo una infancia feliz.

Su primera toma de contacto con la Transición se remonta al 20 de diciembre de 1973, con la llamada “Operación Ogro”, un atentado —ahora calificado como crimen de lesa humanidad por el Parlamento Europeo— perpetrado por la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) contra Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno español durante la dictadura franquista. Aquel atentado —el mayor ataque contra el régimen franquista desde el final de la Guerra Civil en 1939— lo relaciona con el recuerdo de que se encontraba en el colegio, que a mitad de la mañana empiezan a aparecer padres que se llevaban a sus hijos a sus casas, que había miedo y confusión, y que hasta la noche no se supo realmente qué es lo que había ocurrido. Así que la primera impresión que tuvo sobre la Transición fue la de que estaba en el colegio a la edad de 12 años y le mandaron para casa.

Luis Carrero Blanco, Presidente del Gobierno 9 de junio al 20 de diciembre de 1973 y Vicepresidente 22 de julio de 1967 al 9 de junio de 1973 de España. Colección Anefo.
Luis Carrero Blanco, Presidente del Gobierno 9 de junio al 20 de diciembre de 1973 y Vicepresidente 22 de julio de 1967 al 9 de junio de 1973 de España. Colección Anefo.

Con la adolescencia, el bachillerato y luego en la universidad empezó a darse cuenta de que hay otras formas de pensar y de entender el mundo. La calle —vivió en el barrio de Chamberí— le hizo tomar una conciencia política de cambio, al observar desde la terraza de su casa cómo corrían “los grises” detrás de los manifestantes universitarios. Más tarde, con la madurez y la reflexión, ha comprendido que la universidad ha sido uno de los lugares más contestatarios con el Estado e implicado en la protesta social, algo que evidentemente conllevaba la represión policial; que, efectivamente, los estudiantes fueron, con su actitud crítica, una de las puntas de lanza de la oposición al régimen franquista; y que fue en la Universidad Complutense de Madrid —Universidad Central por aquella época— donde se fraguaron los movimientos de lucha más contundentes contra el régimen de Franco.

La muerte de Franco —el 20 de noviembre de 1975— le pilló con 14 años. Recuerda perfectamente que se encontraba en casa. También que durante ese mes no se hablaba de otra cosa que del estado de máxima gravedad del general Franco. Fue el mes de “los partes”. Unos partes médicos ilustrados con las fotos de las visitas de personajes destacados como la de los príncipes, don Juan Carlos y doña Sofía, Manuel Fraga o el presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro. En fin, el recuerdo adolescente de un Franco que agonizaba, al mismo tiempo que su régimen.

Carlos Arias Navarro, Presidente del Gobierno de España del 31 de diciembre de 1973 al 1 de julio de 1976, junto al General Franco en 1975. Colección ANEFO.
Carlos Arias Navarro, Presidente del Gobierno de España del 31 de diciembre de 1973 al 1 de julio de 1976, junto al General Franco en 1975. Colección ANEFO.

Con el cambio de régimen llegaron otros muchos cambios en todos los órdenes de la vida. Él los observó especialmente en el campo de la música. Aunque en 1966 el Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, trajo aires liberalizadores al país, con la Ley de Prensa e Imprenta, más conocida como “Ley Fraga”, los centinelas musicales habían sido implacables y asombrosamente activos. Y, así, por ejemplo, en 1972 la censura obligó a los Rolling Stones a elaborar una portada alternativa para su elepé “Sticky fingers” (Dedos pegajosos); e, incluso, en 1973, exigieron que se cambiara la letra de “Black licorice”, una historia de amor interracial de Grand Funk Railroad. Y es que no se libraba nadie, ni siquiera el grupo modélico de “Los Brincos”, a los que se les censuraron dos portadas porque estaban desnudos de cintura para arriba.

Los adolescentes y jóvenes como Alejandro Tabernero empezaron a ver cosas muy modernas con este cambio de régimen. Tendencias y gustos musicales procedentes de Europa y América como el punk, la música disco, el pop personal, el heavy metal, el rock latino, el reggae, el rock urbano, el tecno pop, el glam rock o el rock sinfónico. Por aquellas épocas “estar en la honda” era escuchar un disco de “Trust”, un grupo musical de hard rock originario de Francia, formado en el año 1977, con un estilo los llevó a ser llamados los AC/DC franceses; y, por supuesto, Pink Floyd, la famosa banda de rock británica, ícono cultural del siglo XX y una de las más influyentes y exitosas de la historia de la música popular, entresacada del circuito “underground” gracias a su música psicodélica y espacial. Para todos ellos, en fin, “The Beatles” ya eran más viejos que las maracas de Machín.

Considera que la Transición política española es un periodo vertiginoso de la Historia de España comprendido entre el 20 de diciembre de 1973 —atentado del Almirante Carrero Blanco— y el 28 de octubre de 1982 —histórica victoria electoral del PSOE—. Durante este periodo aprendió a limpiar los discos de vinilo para que no hicieran el “cric, cric, cric”; a reunirse con sus amigos para escuchar canciones superlargas de grupos “underground”; a viajar a Irlanda para perfeccionar el inglés, comprendiendo que existen otros modos de ser y estar en el mundo; a intuir que existe el peligroso mundo alternativo de las drogas; a descubrir el sexo e interesarse por la política.

Durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se encontraba estudiando un examen de Teoría Económica, con la radio puesta. Es que, como todos recordamos, Televisión Española había decidido grabar el Pleno con el fin de ofrecer después un resumen en el Telediario. Era una tarde de lo más normal, todo estaba previsto y el candidato, Leopoldo Calvo-Sotelo, iba a ser investido presidente del Gobierno. Mi conversador, Alejandro Tabernero, como cualquier ciudadano de a pie, no podía presagiar el inaudito acontecimiento histórico que se estaba gestando en el Congreso de los Diputados esa histórica tarde. Pero, tras una sucesión interminable de nombres, algo llamó poderosamente su atención minutos antes de las 18:30 horas, al llegar el turno de votación del diputado soriano Manuel Núñez Encabo. Tras unos extraños disparos y la interrupción de esta votación, comprende que la radio vive momentos de tensión e incertidumbre, dando paso a la música y la publicidad. Por la radio se enteró de que se trataba de un golpe de Estado perpetrado por mandos militares dirigidos por el teniente coronel Antonio Tejero, que había irrumpido pistola en mano en el hemiciclo del Congreso de los Diputados; que el Vicepresidente del Gobierno, el general Gutiérrez Mellado, había sido zarandeado; que Fraga se había levantado pidiendo a gritos la liberación de los diputados, y que no se habían producido muertos tras el asalto.

Hoy, habiendo iniciado ya la cota 60 de la montaña de su vida, formado en químicas y económicas, y con más de 30 años de experiencia profesional en una multinacional petroquímica, permitiéndole viajar por el mundo y extraer la quintaesencia de la vida del que anda y lee mucho, desea compartir sus impresiones conmigo sobre el llamado “ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”. Y qué mejor que hacerlo en Ávila, la ciudad de Adolfo Suárez, una de las principales encarnaciones de este espíritu.

¿Puedo darle un abrazo y hacerme una foto con él? —me pregunta, una vez situado junto a la estatua de Adolfo Suárez—.

Estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

—Esto debes preguntárselo a él directamente —le respondo irónicamente—. No creo que tenga inconveniente. Es más, observo que se ha adelantado a tus deseos y ya te lo está dando él a ti. ¿Quieres que te haga una foto de recuerdo como la que se hacen la mayoría de los turistas?

—¡Claro! Será para mí un grato recuerdo.

El Presidente Adolfo Suárez firma autógrafos detrás el exministro Leopoldo Calvo Sotelo 13-06-1977. Colección ANEFO.
El Presidente Adolfo Suárez firma autógrafos detrás el exministro Leopoldo Calvo Sotelo 13-06-1977. Colección ANEFO.

—Esta estatua de bronce —le explico— levantada a pie de calle en su honor en el año 2015, en la plaza que lleva su nombre, un año después de su fallecimiento, es de tamaño natural de sus años de presidente del Gobierno. Como puedes comprobar no está colocada en un pedestal.

Estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

—Es verdad —me responde— Y mira que hay personajes sobre pedestales e, incluso, sobre caballos con menos méritos que él y, ahí los tienes, mirándonos con ostentación y desde las alturas.

—Es que lo que se ha pretendido es mostrarle como lo que fue y lo recuerdan los abulenses que le llegaron a conocer personalmente o le vieron por las calles de Ávila: sencillo, asequible, simpático y empático.

—Y cómo un icono de nuestra convivencia —me apostilla—.

—Sí, efectivamente. Esencialmente esta escultura es un homenaje a su persona en su más querido rincón de España y al principal de sus logros: la concordia entre todos los españoles. Fíjate en la leyenda que acompaña a esta estatua. Dice: Adolfo Suárez González (1932-2014), presidente del Gobierno de España (1976-1981), hijo adoptivo y medalla de oro de Ávila, con el epitafio: “La concordia fue posible”.

Placa en la estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Placa en la estatua de Adolfo Suárez en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

Mi conversador vive actualmente en un pueblecito de la sierra de Madrid. Un lugar idílico para huir del mundanal ruido, siguiendo el sabio consejo del teólogo, poeta, astrónomo, humanista y religioso agustino español de la escuela salmantina, Fray Luis de León.

Al preguntarle por el lugar donde le gustaría mantener nuestro encuentro me respondió —sin dudarlo— que en Ávila. Si vamos a conversar sobre la Transición —me comenta— qué mejor que hacerlo que en Ávila, la ciudad que vio transitar por sus calles a uno de sus grandes protagonistas: Adolfo Suárez.

Panorámica de Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Panorámica de Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Panorámica de Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Panorámica de Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

Así que, dicho y hecho. Procedí a la reserva de una mesa para dos del jueves 11 de agosto del “Annus Domini” de 2022, en la terraza del restaurante Casa de Postas, un conocido asador en pleno centro de Ávila para degustar —como no podía ser de otra manera— el típico chuletón de ternera avileña. Aunque mi conversador mantiene casi a rajatabla la costumbre europea del desayuno contundente y el almuerzo ligero, por la ocasión flexibilizó su disciplina culinaria, compartiendo conmigo el famoso chuletón de ternera avileña. Eso sí, con la exigencia de que fuera “al punto argentino”. Entretanto, mientras llegaba la comanda, sabedor de que el tiempo es oro y que su pérdida es la peor de las prodigalidades, me afirma:

—¡Somos hijos de la Transición!. Los que hoy rondamos los 60 vivimos la Transición en plena adolescencia, donde se forma básicamente el carácter y tu forma de ser y entender el mundo. Una Transición que nos ha dado un “training” flexible. La palabra de moda entonces era el “consenso”.

Casa de Postas en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Casa de Postas en Ávila. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

—¿El consenso? —preguntó con la intención de que me desarrolle el concepto.

—Sí, “el consenso” es el alma de la Transición. Una palabra que alude a aquello en lo que todos estaban de acuerdo, incluyendo aspectos que muchos de sus protagonistas no abrazaban. Dicho de otro modo, a mi juicio el “consenso” consistió en un acuerdo de mínimos en el que cada parte cedía en algo para hacer posible la vida en común.

—¿Y cómo vivió un adolescente y un joven ese momento del “consenso”?

Yo creo que no ha habido en España mayor ruptura generacional que la que se produjo en aquella época. Mientras que nuestros padres habían sido educados en una serie de valores promovidos por el Régimen, las nuevas generaciones reclamaban otros muy distintos.

El Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco de España durante su ceremonia de juramento junto al General Franco 20-12-1973. Colección Anefo.
El Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco de España durante su ceremonia de juramento junto al General Franco 20-12-1973. Colección Anefo.
Franco con su esposa doña Carmen Polo y a su izquierda el sucesor, príncipe Juan Carlos, con su esposa la princesa Sofía 23-10-1975. Colección ANEFO.
Franco con su esposa doña Carmen Polo y a su izquierda el sucesor, príncipe Juan Carlos, con su esposa la princesa Sofía 23-10-1975. Colección ANEFO.

—¿Cuáles?

—Esencialmente los basados en la libertad. Madrid, por entonces, nos resultaba algo tristón, plagado de organismos públicos. Los adolescentes y jóvenes de nuestra generación reclamábamos marcha y diversión. Los guateques, es decir, aquellos encuentros a media tarde los fines de semana en la casa particular de uno del grupo de amigos para bailar lo que sonaba en un tocadiscos y las salas de baile con orquesta a la que asistían gente de cierta edad eran para nosotros algo muy viejuno. Los grupos de barrio como Rosendo, Mermelada, Asfalto o Leño y las discotecas con dos horarios (para menores y mayores de edad) eran los nuevos catalizadores de nuestra efervescencia juvenil. También El Rastro madrileño, todo un símbolo de esa libertad que nuestra juventud reclamaba a gritos.

La proclamación y juramento del Príncipe Juan Carlos como Rey de España durante una sesión extraordinaria de las Cortes, el Parlamento español, el 22 de noviembre de 1975. Juan Carlos se dirige a las Cortes 22-11-1975. Colección ANEFO.
La proclamación y juramento del Príncipe Juan Carlos como Rey de España durante una sesión extraordinaria de las Cortes, el Parlamento español, el 22 de noviembre de 1975. Juan Carlos se dirige a las Cortes 22-11-1975. Colección ANEFO.
El presidente Reagan y la Sra. Reagan saludan al rey Juan Carlos I y a la reina Sofía de España en la Cena de Estado, 1981. Wikipedia.
El presidente Reagan y la Sra. Reagan saludan al rey Juan Carlos I y a la reina Sofía de España en la Cena de Estado, 1981. Wikipedia.

—¿Y en esta ruptura generacional quienes eran vuestros aliados? —pregunté de un modo indagatorio—.

—Te sorprenderá si te digo que uno de ellos fue la Iglesia Católica.

—¿Cómo? ¿La Iglesia Católica? —pregunté ahora muy sorprendido.

—Sí. Te explico. Con el Concilio Vaticano II (desarrollado entre 1963 y 1965), llegó para la Iglesia el triunfo del ecumenismo o intento de restauración de la unidad de todas las iglesias cristianas. Con él se rompe la ortodoxia católica defendida a ultranza por el Régimen de Franco. La práctica de la solidaridad y la filantropía —conceptos procedentes de la izquierda— van sustituyendo al de la tradicional caridad cristiana. El acercamiento al marxismo-leninismo en cualquiera de sus múltiples formas. La apertura al liberalismo y la democracia “inorgánica” en lo político. La preferencia de “lo social” por encima de “lo espiritual”. La asunción del pacifismo, la no-violencia y el diálogo. La flexibilidad en los rituales eclesiásticos. Cierta permisividad con respecto a las costumbres, incluidas las prácticas sexuales. El abandono de la sotana y del clériman, sorprendiendo a los fieles viendo a su cura de siempre vestido de paisano. La secularización de sacerdotes y religiosos: unos optando por el casamiento y otros por el amancebamiento. E, incluso, poniendo en cuestión algunos textos bíblicos o el Credo.

—Entiendo que todo esto fue muy impactante para la sociedad española.

—Lo fue, sin duda. En la España, aún católica y practicante, el impacto fue aún mayor que en otras partes del mundo. Incluso se podría afirmar que el estupor llegó a ser descomunal cuando se empezó a ver que el separatismo vasco y el terrorismo de ETA nacían en las sacristías. También cuando ciertos obispos, curas y religiosos renegaban de la “cruzada” o “guerra santa” en defensa de la religión y otorgando, como había sido hasta ese momento, al bando sublevado la legitimidad religiosa.

—¿Algún otro aliado de vuestra “cruzada o guerra juvenil”.

Tierno Galván y la llamada “Movida Madrileña”. ¿Te acuerdas de su famosa arenga: Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque… y ¿al loro?

—¡Sí, claro! ¿Cómo no? Esta frase constituyó en su día toda una declaración de intenciones por parte del carismático profesor Tierno Galván. Creo que llegó a definirse a sí mismo como “un escéptico con entusiasmo, es decir, una pura contradicción”.

—Enrique Tierno Galván fue una de las figuras de referencia para la juventud de esa época —me explica—. Era académico conocido como “el viejo profesor”, prolífico ensayista y finalmente alcalde de Madrid entre 1979 y 1986. Decía ser: “un escéptico que tiene una gran dosis de pragmatismo”; “que ve la realidad como es”; “que no quiere exagerar”; “que no quiere ponerse al lado de los radicalismos ingenuos e infantiles o los sarampiones revolucionarios”; pero que, al mismo tiempo, presumía de “un gran entusiasmo juvenil por la revolución y por el cambio”.

Enrique Tierno Galván y Ramón Tamames asisten a la manifestación del 1º de Mayo, de 1979, en Madrid por Pedro M. Martínez Corada vía Wikipedia

-Y que, por cierto —apostillé— tenía en su despacho, según ha contado José Bono, dos retratos —el de Juan XXIII y el de Pablo Iglesias—, que iba alternando en función de las circunstancias, según viniera la Policía o sus compañeros de partido. Ya sabes, Alejandro, un hombre prevenido vale por dos.

—Pues sí. Tierno Galván tenía por entonces un largo recorrido político —me sigue comentando—. Fundó primero el Partido Socialista del Interior (PSI), en contraposición al PSOE, cuyos miembros estaban en su mayoría en el exilio. Luego, en 1974, el año en que empieza a despuntar la figura de Felipe González abandona el marxismo fundando el Partido Socialista Popular (PSP), en el que se integrarían Raúl Morodo, José Bono, Francisco Sosa Wagner, Miquel Iceta, José Blanco o Javier Nart.

Secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) Felipe González 24-09-1974. Vía Anefo.
Secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) Felipe González 24-09-1974. Vía Anefo.

—Políticos, por cierto, que luego tendrían una gran relevancia en la vida política y social.

—Efectivamente. Raúl Morodo, como sabes, terminó en el CDS como Diputado Nacional; José Bono en el PSOE como Presidente de Castilla-La Mancha; Sosa Wagner en el Parlamento Europeo por UPyD; Miguel Iceta y José Blanco ministros con el PSOE; y Javier Nart, como Europarlamentario por Ciudadanos.

—Ya veo que “El viejo profesor” generó toda una cantera de políticos muy relevantes. Y ya nadie le quitará el gran mérito de haber promovido activamente la llamada “Movida Madrileña”. ¿Cómo viviste tú esta famosa y apasionante “Movida Madrileña”?

—Te lo cuento encantado, pero antes permíteme un breve apunte histórico. Es importante porque la mayoría de la gente de nuestra generación piensa que esta “Movida” fue algo espontáneo; sin embargo, esta “Movida” encuentra sus raíces en “La noche madrileña”, siempre muy activa. Su primer cronista fue a principios del siglo XX Ramón Gómez de la Serna, un devoto, por cierto, de El Rastro. Así que, ya desde entonces existía un gran interés por las llamadas culturas alternativas, contraculturas o “underground”. Luego, esta “noche madrileña” se fue consolidando con diversos movimientos culturales juveniles de los años 60 y 70 procedentes del resto de Europa, a través del boom turístico, terminando por germinar con el cambio de régimen.

—Te agradezco este apunte porque debo reconocerte que yo estaba entre los que creía que la “Movida Madrileña” era una exclusividad de la época de la Transición.

—Pues ya ves que no es del todo así. Mi opinión es que la “Movida Madrileña” surgió en un terreno abonado, propiciando, eso sí, el cambio y la liberalización cultural e ideológica a la que se estaba abriendo ya la gran mayoría de la sociedad española.

—Y, oye, ya metidos en harina: ¿Cómo fue esa germinación?

—Sus comienzos hay que situarlos entre 1977 y 1978 alrededor de los grupos musicales de la Nueva Ola Madrileña, primera hornada punk en Madrid a imitación de lo que sucedía en varias ciudades anglosajonas como Londres, Nueva York o Los Ángeles en ese tiempo. Sus canciones sonaban por medio de maquetas (entonces no había sellos independientes y grabar un disco era muy difícil) en los programas musicales de Onda 2 (Radio España), “Dominó” de Gonzalo Garrido, ¨Dinamita¨ de Rafael Abitbol, Jesús Ordovás, Mario Armero, Patricia Godes…; Julio Ruiz terminó programando estos grupos en su “Disco Grande”, de Radio Popular. Paco Pérez Bryan, apoyó a Ramoncín. “El Búho” (Radio Juventud) se inclinó por Chapa, Rosendo, Miguel Ríos…

Madrid por la noche (1980). Desde la Movida siguen en el vocabulario madrileño expresiones como Madrid nunca duerme, Esta noche todo el mundo a la calle o Madrid me mata. Paolo Monti 1980. Wikipedia
Madrid por la noche (1980). Desde la Movida siguen en el vocabulario madrileño expresiones como Madrid nunca duerme, Esta noche todo el mundo a la calle o Madrid me mata. Paolo Monti 1980. Wikipedia

—¿Y la chispa que encendió el “fuego de la Movida”?

—El pistoletazo de la “Movida” lo da el “Concierto homenaje a Canito“, organizado por Onda 2 el 9 de febrero de 1980 en la Escuela de Caminos de Madrid, en memoria de José Enrique Cano Leal, difunto batería de Tos (luego Los Secretos), que había muerto a consecuencia de un accidente de tráfico ocurrido en la Nochevieja de 1979.

—¿Y quienes actuaron?

Tos, Mermelada, Nacha Pop, Mamá, Paraíso, Alaska y los Pegamoides, Trastos, Mario Tenia y los Solitarios y Los Rebeldes (luego Los Bólidos).

—Entiendo que esta “Movida”, como cualquier “ser vivo” que tiene su periodo de gestación, crecimiento, culmen y descenso, tuvo su gran momento de gloria.

—Sí, por supuesto. El momento cumbre de “La Movida Madrileña” se produjo el 23 de mayo de 1981, con “El Concierto de Primavera”, organizado por alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, de la Universidad Politécnica de Madrid.

Hoy se puede afirmar que aquel concierto fue todo un acontecimiento histórico que congregó a más de 15.000 personas, deleitándose durante unas ocho horas con las músicas de Fahrenheit 451, Alaska y los Pegamoides, Flash Strato, Los Modelos, Tótem, Rubi y los Casinos, Mamá, Los Secretos y Nacha Pop.

—Grupos que yo tuve el privilegio de conocer de cerca en mi etapa como profesional de TVE en el departamento de producción en el programa “La Tarde”, presentado por el popular Pepe Navarro.

—No me digas que trabajaste en el emblemático programa “La Tarde”, permitiéndote conocer al famoso Pepe Navarro.

—Pues sí. Con la perspectiva que nos da el tiempo, podemos considerar que “La Tarde” fue un programa histórico que cambió el modo de ver la televisión, así como un precursor de lo que vendría después desde un punto de vista televisivo; por lo tanto, influenciador de cambios sociales. Yo suelo decir que “La Tarde” consiguió sacrificar la ancestral “siesta española” de la tarde por interés televisivo basado en la frescura, la espontaneidad y la novedad. Posteriormente, ya en Telecinco, Pepe Navarro, como productor y presentador, trataría de alargar la hora de irse a dormir de los españoles con su “Esta noche cruzamos el Mississippi”.

—Y, oye, Alejandro, retomando lo de “La Movida Madrileña”. ¿Cómo crees que influyó desde un punto de vista sociológico en la vida de los españoles?.

—El movimiento de “La Movida Madrileña”, nacida, como te vengo comentando, en Madrid, tomó muy pronto un desarrollo sociológico y nacional, extendiéndose miméticamente a otras capitales españolas, con el apoyo de políticos del carisma de Enrique Tierno Galván. Indudablemente, el apoyo político a esta cultura alternativa pretendía descolgarse de la sociológica sociedad franquista, apostando por la de la democracia.

Llegados a este punto y concluida la degustación —con sumo placer— del espléndido chuletón de Ávila, propuse a mi contertulio Alejandro que nos tomáramos el café o la infusión en el Parador de Ávila, un entorno ideal para continuar con su interesante y contundente reflexión sobre la Transición. Al entregarnos la cuenta, el camarero nos recordó que, idealmente, el chuletón de Ávila de debe comer cocinado en vuelta y vuelta, más que al punto argentino, pero —convino con nosotros— en esto como en todo, siempre ha de hacerse al gusto del consumidor.

Puerta del Hotel Palacio de los Velada. Vía José Antonio Hernández de la Moya.
Puerta del Hotel Palacio de los Velada. Vía José Antonio Hernández de la Moya.

Tras abonar la cuenta, nos dispusimos rumbo al Parador con el pensamiento hipocrático de que el caminar es la mejor medicina del hombre. Con este fin, atravesamos la Puerta de la Catedral, de los Leales o del Peso de la Harina, abierta en el siglo XVI, una de los nueve arcos o puertas de la ciudad mejor amurallada del mundo. Inmediatamente descubrimos la gloriosa catedral, donde actualmente reposan los restos mortales de don Claudio Sánchez-Albornoz, Adolfo Suárez y su esposa Amparo Illana. Luego, en la plaza de la catedral nos topamos con el famoso Palacio de los Velada, convertido en hotel, con un precioso patio interior acristalado. Desde esta plaza caminamos hacia la Plaza del Mercado Chico, pasando antes por delante del Palacio de los Verdugo, que llama la atención por un verraco de piedra en uno de los laterales. Al llegar a la Plaza del Ayuntamiento o Plaza Mayor, le expliqué a Alejandro, mi compañero caminante, que aquí tiene su sede el Ayuntamiento de la capital; que es de estilo medieval y con tres laterales porticados; y que la Iglesia de San Juan Bautista, es uno de sus edificios más destacados. Una vez en el Parador, un antiguo palacio del siglo XVI, bellamente restaurado y rodeado de jardines, en el casco antiguo de la ciudad, reanudamos nuestra conversación en torno al ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN.

—Al final, cualquier transición es un cambio —me afirma con contundencia—. Los cambios pueden ser más o menos bruscos. La Transición política española lo fue de un modo pacífico y ordenado. Y lo fue porque: ¿Qué deseaba esencialmente la sociedad española? Pues, básicamente, lo que cantaba el grupo Jarcha en su emblemática canción “Libertad sin ira”: “El pan, la hembra y la fiesta en paz”.

—Dicho así, parece fácil, sin embargo no lo fue —comenté algo dubitativo—.

—Efectivamente, no lo fue porque todo cambio supone una ruptura con todo lo anterior, conllevando cambios de caras y modos de hacer las cosas. Los cambios que hemos comentado que se produjeron en la televisión pública de entonces no fue más que una de tantas maneras de hacer visibles estos cambios. Y en esto, el “modus operandi” es siempre el mismo: Las oligarquías utilizan todos los medios a su alcance para dominar o dirigir a lo que el filósofo español José Ortega y Gasset llamó “El hombre masa”, que no es la clase obrera del marxismo, sino el grupo social protagonista del cambio social. Esto lo sabe muy bien cualquier pastor de ovejas. Para controlar cualquier gran rebaño no hace falta mucha gente. Solamente hace falta que los grupos activos, sean muy activos.

—Acabas de citar a Ortega y Gasset, uno de mis filósofos de cabecera. Creo que supo vislumbrar perfectamente que, desde el siglo XIX, los cambios históricos, científicos y tecnológicos se comienzan a producir con gran rapidez y que el ritmo de vida se acelera mucho más que en épocas anteriores; y, además, la época moderna —y esto a mí me sobrecoge— es el enemigo más grande del hombre actual porque son tiempos de retórica y mucha confusión.

—Y más aún —me apostilla—: el poder espiritual fue aplastado por el poder material, canalizando ese sentimiento hacia la política. Y, como bien sabemos, José Antonio, hay poca diferencia entre el fanático religioso y el fanático político.

—La Transición para ti comienza con el atentado terrorista del Almirante Carrero Blanco. ¿Y cuando finaliza?

En el año 82. Exactamente el 28 de octubre de ese año, con la victoria electoral del PSOE.

—¿Por qué?

—Porque ya no hay necesidad de ningún tipo de consenso. El Partido Socialista ganó con tan abrumadora mayoría que para qué quería ya la fórmula del consenso. La etapa anterior se caracterizó por la voluntad de contar con todas las fuerzas políticas. Esto se acaba en el 82. Aunque los resultados fueron previsibles, la contundencia de la victoria del PSOE de Felipe González resultó ser más abultada de lo esperada. Bajo el lema “Por el cambio”, el PSOE cosechó un resonante triunfo al obtener más de diez millones de votos, lo que suponía cerca del 50 % de los votantes, y la mayoría absoluta en el Congreso de Diputados (202 diputados) y en el Senado (134 senadores). Con estos datos: ¿para qué necesitas el consenso?

El presidente del Gobierno español, Leopoldo Calvo-Sotelo, y el secretario general del PSOE, Felipe González, celebran conversaciones de transición postelectorales en el Palacio de La Moncloa el 3 de noviembre de 1982, tras las elecciones generales del 28 de octubre. Wikipedia.
El presidente del Gobierno español, Leopoldo Calvo-Sotelo, y el secretario general del PSOE, Felipe González, celebran conversaciones de transición postelectorales en el Palacio de La Moncloa el 3 de noviembre de 1982, tras las elecciones generales del 28 de octubre. Wikipedia.

—Para seguir construyendo —comenté de un modo automático—.

—Bueno, esto es lo ideal, pero el mundo de la política se mueve con otros principios y motivaciones. Verás. Durante la etapa anterior nadie podía ganar a nadie. La derecha, por su gran fragmentación era débil. La izquierda también. El PCE había sido el partido más potente de la oposición antifranquista. Contaban con una militancia numerosa, una serie de cuadros experimentados y una dirección cohesionada. En fin, la fortaleza del PCE generaba temores en el resto de la izquierda. Luego, con la caída de Arias Navarro y la llegada de Adolfo Suárez, fortalecido al obtener la aprobación de la Ley para la Reforma Política, obliga al PCE a cambiar de discurso, renunciando a la ruptura democrática para enfocarse en el eurocomunismo. La crisis o debilitamiento del PCE se produce durante los primeros años de la consolidación democrática, al tiempo que va emergiendo con fuerza y consistencia el PSOE en su figura de Felipe González.

Santiago Carrillo durante la campaña electoral de las elecciones generales de 1979 (mitin en la plaza de toros de Gijón. Asturias). Wikipedia.
Santiago Carrillo durante la campaña electoral de las elecciones generales de 1979 (mitin en la plaza de toros de Gijón. Asturias). Wikipedia.

Al pronunciar el nombre de Felipe González, otro de los grandes artífices de la Transición política española, vino inmediatamente a mi memoria al tomar un sorbo de mi infusión digestiva de poleo-menta, su último mitin celebrado en la esplanada de la Universidad Complutense de Madrid, antes de las históricas elecciones del 28 de octubre de 1982. Yo acababa de cumplir 20 años, estaba estudiando Derecho y sentía cierto interés por la política.

El mitin, mejor dicho, el mitin-fiesta, que llegó a congregar a más de medio millón de personas, comenzó a las 6 de la tarde del martes 26 de octubre, con la actuación del grupo Suburbano. Luego siguieron las canciones de Luis Eduardo Aute y la Orquesta Platería. La nota de humor la pusieron José Luis Coll y el cómico andaluz Josele.

Felipe González —esto lo recuerdo bien— iba vestido con traje gris y una corbata discretamente roja, a las 20.30 horas, y fue recibido por los asistentes con gritos de “presidente, presidente, presidente”. Antes habían intervenido Enrique Tierno Galván, en su condición de alcalde de Madrid, aclamado entre fuertes y prolongados aplausos y gritos de “Tierno, Tierno, Tierno”, y Joaquín Leguina.

Recuerdo también que en todo el extenso recinto universitario reinaba en el ambiente un claro y rotundo convencimiento del triunfo. En este caso, y eso puedo asegurarlo porque yo estuve allí, no se mascaba la tragedia sino la victoria. Recuerdo también algunos mensajes —fuerza de Felipe González como el de “El futuro es nuestro, de la mayoría que quiere el cambio” o “Adelante y a ganar. España y el futuro es nuestro”. Al retomar la conversación comenté:

—Felipe González, otro de los grandes artífices de la Transición.

Felipe González (PSOE) durante las elecciones españolas 13-06-1977. Vía Colección Anefo.
Felipe González (PSOE) durante las elecciones españolas 13-06-1977. Vía Colección Anefo.

—Lo es claramente. Como te vengo diciendo, para mí la Transición finaliza tras obtener el PSOE la mayoría absoluta en las elecciones de 1982. Una vez investido como presidente, González fue capaz de mantenerse trece años y medio en el poder, el período más largo de un jefe de Gobierno de la democracia en España hasta ahora.

—Además, Felipe González ha sido el gran líder de la izquierda española. De esto no cabe ninguna duda —comenté— Bajo su dirección, el PSOE logró dos mayorías absolutas consecutivas: la de 1982, con 202 diputados en el Congreso y la de 1986, con 184. Su declive se produjo en las elecciones de 1996, al ser derrotado por el Partido Popular de José María Aznar, el tercer gran líder de la historia de la democracia española reciente.

—Sobre el nuevo periodo que surgió a partir de la Transición podríamos seguir hablando largo y tendido, pero ello excedería —creo yo— del propósito de estas conversaciones para tiempos de hoy sobre la Transición. Por cierto, antes de ir cerrando nuestra conversación me gustaría dejarte aclarado que los que hoy estamos en la edad de los 60 somos los hijos de la Transición, pero también cómo nos la han contado.

—¿En qué sentido?

—Para mí la generación de la Transición, o como yo suelo decir, “del consenso”, está formada por personas de más de 70 años. Nosotros, los sesentañeros, somos los hijos de aquella generación que hizo posible la concordia entre españoles y los profundos cambios políticos, sociales, económicos y culturales que vinieron después. La Transición, nosotros la vivimos desde una óptica adolescente y juvenil, digiriéndola después por medio de lecturas, reflexiones y el didactismo del tipo de la periodista Victoria Prego.

—¡Victoria Prego, gran periodista! —exclamé—. Compañera mía, por cierto, en Televisión Española, con una trayectoria profesional repleta de reconocimientos y de éxitos. Generalmente, la gente la suele relacionar con la Transición por sus documentales emitidos desde 1995 sobre la historia reciente de España, con el título de “La Transición”.

Para ir finalizando nuestra conversación, me gustaría preguntarte por tu opinión sobre la juventud actual. Los hijos de la “Generación del consenso” mostraron un gran interés por la “cosa pública” y la política; hoy, sin embargo, parece que abunda un cierto “pasotismo político”. ¿Qué opinas al respecto?

—Es obvio que la sensibilidad democrática de la juventud actual es muy distinta a la de los hijos de la “Generación del consenso”. Un veinteañero que ha crecido apretando en Facebook el botón de “me gusta”, votando en televisión por su cantante favorito, pudiendo elegir entre una variada oferta televisiva, más Netflix y Youtube, y habiendo madurado alimentado por móviles con Internet, nada tiene que ver con el que nació como nosotros viendo las dos cadenas de TVE, asistiendo a conciertos de Mecano y bailando en las discotecas emulando a John Travolta. Entonces se decía que el abstencionismo juvenil era espontáneo y que se pasaba con la edad; el de hoy es consciente y razonado. Hoy —a partir sobre todo del histórico movimiento juvenil del 15-M— la desafección por la “cosa pública” y la política no es una actitud pasajera, sino un conjunto de razones argumentadas y contrastadas que la inmensa mayoría de la juventud comparte.

—Si bien —comento con el fin de hacer cierta salvedad—, al mismo tiempo están surgiendo iniciativas universitarias como la de Juventud Despierta”, para superar la manipulación política, la tergiversación histórica y la polarización social; una asociación juvenil alejada de ideologías y con una visión crítica, transversal y renovadora de nuestra sociedad; un movimiento que pretende que los espacios políticos sean ocupados por la razón, sofocando los incendios provocados por las ideologías políticas que, en lugar de centrar sus esfuerzos en la búsqueda de puntos que unen, lo hacen en los que desunen.

—Pues, bienvenidas sean este tipo de iniciativas porque hoy, más que nunca, necesitamos revivir la cultura del pacto y el acuerdo al modo en que lo hizo “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”. Y con ello no pretendo decir que haya que beatificar la Transición (tampoco demonizarla), sino de traer al presente las mejores experiencias del pasado. El mejor modo —a mi juicio— de que los jóvenes se interesen por la política es con una política que se interese por los jóvenes. Esto requiere, evidentemente, una adaptación completa de los políticos actuales al nuevo paradigma de los jóvenes de la presente generación.

José Antonio Hernández de la Moya y José Francisco Adserias Vistué en EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN.

Fotografías de José Antonio Hernández de la Moya, Colección Anefo y Wikipedia.

Muchas gracias por acompañarnos. Acceso a las conversaciones.


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