Acalanda redes sociales

YO, ABO. Capítulo 28: La abuela Julia, entre las grades de la ciencia.

Tras escuchar por boca de Mari-Luz la posibilidad de crear por medio del Metaverso un mundo feliz me quedé muy pensativo, con la mirada algo perdida en el infinito. En ese instante mi cara no reflejaba precisamente entusiasmo por lo que estaba por venir, sino más bien inquietud. De repente comprendí que había llegado el momento de plantear a Mari-Luz mi dilema existencial: el de cruzar el charco o quedarme en tierra firme. Pero Mari-Luz, mujer de mundo y con un sexto sentido para penetrar en las profundidades del alma humana, adivinó mis intenciones y, adelantándose a mis intenciones, me preguntó:

—Bueno… ¿y tú?

—¿Yo? ¿A qué te refieres?

—A que deseabas hablar conmigo para tratar de resolver una duda sobre tu siguiente paso vital tras la graduación.

—¡A, sí, claro! Por un momento me había olvidado de que quería hablar contigo para que me aconsejaras. Es que, verás. He recibido una propuesta de la Universidad de Stanford para realizar un posgrado en Machine Learning.

—¡Fantástico! El mundo está cambiando a pasos agigantados. La tecnología avanza hacia un futuro cada vez más sensorial en el que un número creciente de objetos serán inteligentes y conectados a la web y la informática será una extensión de los usuarios. Un mundo donde los ordenadores estarán permanentemente en nuestros escritorios, nuestras mochilas, nuestra ropa, en nuestras casas y nuestros cuerpos. Así que, mi querido Abo, creo que se despliega ante ti un futuro prometedor.

—¿Sí? ¿Tú crees, Mari-Luz?

—Lo creo firmemente, Abo. Y, sabes, todo ello lo supo ver con toda claridad tu abuela Julia. Todavía recuerdo vivamente el enorme entusiasmo con que me explicaba los progresos que se estaban produciendo en el incipiente campo de la informática, donde llegó a ser una de sus protagonistas. 

—¿Una de sus protagonistas? ¿En el campo de la ingeniería informática? —pregunté sorprendido.

—Sí, Abo. Es que, aunque te pueda sorprender, a lo largo de la Historia no sólo han existido mujeres científicas importantes, sino también nombres de mujeres que han marcado un antes y un después en la historia de la informática y la programación. De no haber sido por su extraordinaria labor y sus múltiples aportaciones, la tecnología tal y como la conocemos hoy sería muy diferente. Todas ellas hicieron grandes aportaciones en el ámbito de la informática, concibiendo el mundo digital hacia el que nos dirigimos a grandes velocidades y en el que la tecnología en todas sus aplicaciones estará cada vez más presente en nuestras vidas.

—Pues sí. Yo también lo creo. Y, por cierto, ¿Alguna preferencia?

—Tu abuela Julia, por supuesto. Fue mi gran amiga y un referente personal y profesional para mí, por su enorme capacidad de trabajo, inteligencia y visión de futuro. Trabajó, como sabes, como investigadora para el Departamento de Defensa de los EEUU. Conoció a la famosa Margaret Hamilton, colaborando con ella en el desarrollo de un software para predecir el tiempo atmosférico. También en el software usado por las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos para la búsqueda de aeronaves.

— No debió de serle nada fácil abrirse camino en un mundo tan de hombres.

—No lo fue, sin duda, pero tenía a su favor una senda abierta por algunas mujeres brillantes que la precedieron.

—¿Sí? ¿Qué mujeres?

—La primera de todas ellas, Ada Lovelace. Fue matemática, informática y escritora británica. Se la considera la primera programadora de la historia. Trabajó con Charles Babbage, el considerado padre de la computación, y describió un lenguaje de programación cuyos aportes marcaron precedentes dentro del campo de la informática. 

—Debió de ser una cabeza privilegiada.

—Lo era, sin duda. Mira si lo era que fue la primera en reconocer que la máquina tenía aplicaciones más allá del cálculo puro y en haber publicado lo que hoy se conoce como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina.

—¡Guaaauuu! —exclamé.

—Por cierto, que fue la única hija legítima del famoso poeta Lord Byron. Lástima que viviera tan poco. Nació en Londres en 1915 y falleció en 1952.

—No cabe duda de que esta mujer era un genio.

—Ya lo creo. Dejó escrito que “La ciencia matemática muestra lo que es. Es el lenguaje de las relaciones invisibles entre las cosas. Pero para usar y aplicar ese lenguaje debemos de ser capaces de apreciar plenamente, de sentir, de calibrar lo invisible, lo inconsciente”.

—Brutal, Mari-Luz, brutal lo de que para aplicar ese lenguaje tenemos que ser capaces de apreciar, sentir y calibrar lo invisible, lo inconsciente. 

—Sin duda, Abo. Es que, como bien sabes, lo que conocemos como “realidad” no es más que un pálido reflejo de la auténtica realidad: lo invisible, lo inconsciente, lo no manifestado. 

—¿Un Metaverso, quizás?

—Bueno, con muchos matices y comillas, podríamos considerarlo así, como un Metaverso.

Al comprobar mi enorme interés por las mujeres que sentaron las bases de la ciencia computacional, Mari-Luz me tomó por la espalda, invitándome a que regresáramos al salón. Haciendo las veces de madre, una vez que me eché en el sofá, me colocó un cojín de color dorado debajo de mi cabeza. Ella a continuación hizo otro tanto. 

—¡Un sofá de color blanco es un lienzo limpio y los cojines la obra maestra! —exclamó.

—Pues sí, ya lo creo, Mari-Luz. Sabes, me siento muy a gusto en tu casa. Se respira mucha paz y excelentes buenas vibraciones. Creo que tienes un buen gusto por la decoración. Creo que harías muy buenas migas con Paula, una amiga mía. Este año se lo va tomar como sabático, pero para el que viene tiene la intención de matricularse en interiorismo.

—¿Y a qué estás esperando para presentarme a este ángel caído del cielo? —me preguntó levantándose con energía del sofá y dirigiéndose hacia la cocina.

—Ahora vengo. Si vamos a seguir platicando sobre la historia de la informática bajo el protagonismo de las mujeres es mejor que lo hagamos como la mismísima reina Isabel II de Inglaterra: con su favorita merienda de un sándwich de pepino elaborado por la sapiencia culinaria de tu amiga Mari-Luz. ¿Preparado para degustarlo?

—Sí, claro.

—Pues, voila. Espero que te guste.

—¡Umm! Esto es una auténtica delicatesen. 

—No esperaba menos. Es que es una delicatesen. He elaborado este sándwich siguiendo al pie de la letra la receta de los cocineros del Palacio de Buckingham.

—¿Y se puede saber de qué va esta maravilla?

—Claro. La clave está en un pan tiernísimo, blando, que se mastique solo, que yo compro de una panadería de este barrio, combinado con el crujiente y el frescor del pepino Luego, la crema mágica y la mantequilla hacen el resto.

—Y la crema mágica… ¿en qué consiste?

—Bueno, la crema que yo llamo mágica no es más que queso de untar muy batido y cremoso mezclado con un poco de mayonesa, polvo de ajo opcional, un poco de zumo de lima o de limón y también hierbas frescas como eneldo y cebollino muy bien picados. No tiene más misterio.

—Pues se lo tendré que pedir a mi madre. Sabes, a ella también le gusta mucho cocinar. Yo creo que es la mejor cocinera del mundo, bueno, salvando lo presente. 

—¡Pero qué truhan eres, Abo! ¡Cómo sabes ganarte el cariño de la gente! No me extraña que te hayas ganado la amistad y el corazón también de Paula, que a ver si me la presentas pronto. Pero, oye, una cosa más. Dile a tu madre que el pan tiene que ser de miga sin corteza, con un fondo ligeramente dulzón y una masa sedosa que envuelva el bocado en su totalidad. Vamos, que el pan invite a ser comido sin la necesidad de ser acompañado por ningún condimento. Además, es importante que sea jugoso y que no esté seco. Dile también que estos sándwiches los puede preparar con antelación, pero que los tape para que no se sequen. Y, ahora, si te parece, prosigamos. 

—Sí, adelante, que me interesa mucho conocer más acerca de las mujeres que hicieron posible una nueva manera de entender el mundo, a partir de la informática. Las que pusieron las bases para que nuestra sociedad haya aceptado nuestra casi total dependencia hacia los dispositivos electrónicos, estando presentes en las escuelas, en los negocios y, si me apuras, dentro de nuestra vida familiar.

—Pues, allá voy. Nuestra siguiente gran heroína es Grace Hopper. Fue científica de la computación y militar estadounidense, pionera en el ámbito de las ciencias de la computación. ¡Ah!, que esto no debemos dejarlo pasar por alto: la primera programadora que utilizó el Mark Está considerada como la madre de la programación informática y creó el Lenguaje Común Orientado a Negocios (COBOL) que es, como bien sabes, el primer lenguaje complejo de ordenador. Nació en Nueva York en 1906 y falleció en el condado de Arlington (Virginia) en 1992. Así que, en este caso, podemos decir que tuvo una larga e intensa vida de 85 primaveras. 

—¿Y sabes si mi abuela Julia tuvo el privilegio de conocerla?

—Por supuesto que sí. Como te he dicho, tu abuela Julia trabajó en diversos equipos científicos para el Ejército de los EEUU. Recuerdo que me habló mucho de ella. La consideraba un ejemplo a seguir y una heroína. Los reconocimientos que recibió a lo largo de su vida fueron innumerables. Uno de ellos, por cierto, ríete, fue el de “Hombre del año en ciencias de la computación”, en el año 1969.

-Ja, ja, ja, ¡qué bueno! ¡Hombre del año!

—Pero esto no es todo, querido Abo. A lo largo de su carrera Hopper fue muy demandada como oradora en eventos relacionados con la informática. Se la conocía por su animado e irreverente estilo de oratoria, así como por sus historias de guerra. Tu abuela Julia -según me comentó ella- asistió a algunas de sus interesantes presentaciones y conferencias.

—Y, oye, ¿lo de las historias de guerra?

—Sí, es que, siguiendo los pasos de su bisabuelo, en 1943 decidió unirse a las fuerzas armadas en plena Segunda Guerra Mundial. Después asistió a la escuela de cadetes navales para mujeres, graduándose la primera de su clase en 1944 y con rango de teniente. 

—¡Guau! ¡Vaya mujer!

—Sí, fue muy grande. Creo que te gustará la perla inspiradora de sabiduría que nos dejó.

—¡Vaya! ¡También filósofa!

—Yo diría que más que filósofa era una mujer valiente y perseverante, con mucha confianza en sí misma, que supo extraer la esencia de la vida, como la abeja extrae el polen de la flor para fabricar la miel. Lo que dejó dicho creo que te va a gustar mucho y, sobre te inspirará. Podrás utilizarla como cita inspiradora. Tiene que ver con la autoconfianza y la persistencia, dos fuerzas imprescindibles para conseguir lo que deseamos en la vida. 

—Pues, venga, Mari-Luz. Dimela, por favor. 

—”Si es una buena idea, continuad y llevadla a término. Es mucho más fácil pedir disculpas que conseguir el permiso necesario”. 

—¡Maravillosa, Mari-Luz! ¿Me podrías facilitar un papel y bolígrafo? Es que sé que si no la apunto se me va a olvidar y esto no me lo puedo permitir. Creo que, como dices, es una perla de sabiduría, que me servirá como inspiración para alcanzar lo que desee. 

Mientras Mari-Luz me traía el papel y bolígrafo que le había solicitado, empezaba a fraguarse en mi cabecita la idea de replantearme lo de viajar hasta la Stanford University para realizar el posgrado en Machine Learning. Me parecía que era una buena idea y, por lo tanto, siguiendo el consejo inspirador de la gran Hopper tenía que continuar y llevarla a término; y esto, costara lo que costara. 

—Pues, aquí tienes, campeón, tu papel y tu bolígrafo para que apuntes. 

—Gracias, Mari-Luz. Tomo nota. Sabes —comenté mientras apuntaba la cita de Grace Hopper— creo que va a ser para mí decisiva.

—Me alegro. Pero, sigue escuchando, porque no será la única mujer que te ayudará a encauzar tu vida. ¿Has oído hablar de Hedy Lamarr?

—Sí, claro. Creo que, además de ser una gran informática, también es conocida como actriz.

—Pues sí. Por cierto, una mujer bellísima. Como seguramente sabrás, Lamarr inventó y patentó la primera versión del espectro ensanchando, lo que ha permitido las comunicaciones inalámbricas de larga distancia. 

—Sí, esto lo conocía. Lamarr es considerada precursora del Wifi y el Bluetooth. Lo que desconozco es si nos dejó alguna perla de sabiduría, algo que llevarme a mi boca mental y que me sirva como propulsor.

—Pues sí, la hay. Anda, apunta, caballerete. Lamarr dijo: “La esperanza y la curiosidad sobre el futuro me parecían mejores que lo seguro del presente. Lo desconocido siempre fue tan atractivo para mí… Y todavía lo es”

—¡Uff, ¡qué buena! Me viene también como anillo al dedo. Me la apunto como oro en paño. Creo que se la voy a repetir a mi padre que, como buen gallego, es de los de “más vale pájaro en mano que ciento volando”. 

—Pues, ahora viene otra que también te va a gustar mucho. Apunta, corazón. Dice así: «Creo que la tecnología resolverá todos nuestros problemas, personales o científicos”.

—¡Collons!, ¡Qué buena!. ¿Y a quién se debe tan sabia y acertada consideración?

—Pues nada menos que a Jude Milhon.

—He oído hablar de ella, pero ahora no recuerdo por qué fue célebre.

—Jude Milhon nació en Washington en 1939 y falleció en Berkeley (California) en 2003. Acuñó el término “ciberpunk” y fue miembro de la asociación Computer Professional for Social Responsibility. Y, ¿sabías que fue una famosa hacker y defensora de los derechos personales en internet?

—Pues no.

—Jude Milhon animaba a las mujeres a acceder a internet por elección personal, no por necesidad. 

—Lo que me lleva a pensar que era una activista de los derechos de las mujeres.

—Sí. Defendió muchas causas diferentes. Uno de las más importantes fue el Movimiento de Derechos Civiles de los años sesenta, ayudando a organizar la marcha de Selma a Montgomery (Alabama).

—Me imagino que tuvo que vérselas en algún momento con la justicia.

—Tristemente, sí. Fue encarcelada por desobediencia civil en Jackson (Mississippi). Tu abuela Julia me habló alguna vez de ella, pero no la conoció personalmente. Me habló de ella sobre todo en relación con el activismo dentro de la comunidad cibernética. Y es que, con frecuencia instaba a las mujeres a acceder a Internet y piratear, alentándolas a ser duras ante el hostigamiento. La creación de “cypherpunks” con objetivos de privacidad a través del cifrado también fue parte de su vida de activismo cibernético. 

—¡Qué interesante todo, Mari-Luz! Me estás dando una master clase de historia de la ciencia informática que pa qué. No sabes cuánto te lo agradezco. Para mí, en estos momentos, es el mejor regalo que me podían hacer. Es que, Mari-Luz, estas valientes mujeres están siendo muy inspiradoras para mí.

—Me alegro, pero aún quedan algunas más. ¿Te gustaría conocerlas?

—Por supuesto. Por mi parte estoy ansioso por saber más. 

—Nuestra siguiente heroína es Evelyn Berezin. Fue una física, informática y empresaria estadounidense que ha pasado a la historia como la madre de los procesadores de texto. Además, desarrolló el primer sistema computarizado de reservas de billetes de líneas aéreas para United Airlines y, en 1953, creó el que se considera el primer ordenador de oficina. ¿Sabes lo que esto significa?

—Ya lo creo, Mari-Luz. Creo que se podría afirmar que hoy la computadora es la oficina pues en ella tenemos escritorios, archivos, documentos y hasta papeleras. 

—Berezin fue toda una visionaria. Como curiosidad te diré que en 1975 la revista Business Week publicó un artículo titulado «La oficina del futuro». En él, George E. Pake, jefe de investigación de Xerox, predijo una revolución en los próximos 20 años.

—Una revolución que ya se ha hecho realidad.

—Pues sí. Pake afirmó que sería capaz de buscar en la pantalla de su ordenador (que él lo concibe entonces como un televisor) sus archivos presionando un determinado botón. Además, estaba convencido de que podría ver su correo o cualquier otro mensaje. No sé cuántas copias en papel voy a necesitar en un mundo así, dijo también. Lo que no cabe duda —siguió argumentando—, es que nuestra vida cotidiana va a cambiar considerablemente y esto puede llegar a ser un poco pavoroso. 

—Pues acertó de pleno. Bueno, salvo en lo de la utilización del papel. Es verdad que lo hemos reducido bastante, pero seguimos con la mala praxis de imprimir muchos de los correos que enviamos o recibimos. Por lo que, de momento, habrá que seguir diciendo eso de que la oficina sin papel llegará cuando llegue el baño sin papel.

—Esperemos que este dicho quede ya en desuso pronto, por el bien del planeta. La siguiente reina de la computación es Lynn Conway. También estadounidense, fue pionera de los chips microelectrónicos, así como coautora del famoso libro “Introducción a sistemas VLSI”.

—Lo conozco. Lo eché un vistazo en mi facultad de la Politécnica de Barcelona. Me pareció muy interesante. 

—Sí, es un clásico de la ciencia computacional, un gran manual de consulta. De él me habló tu abuela Julia. Y, te diré más, lo he tenido entre mis manos porque en cierta ocasión me lo mostró. Fue una mujer muy grande. En 1973 se incorporó al Centro de Investigación de la Xerox en Palo Alto (PARC) donde sus innovaciones, como bien sabes, han tenido un gran impacto en el diseño de chips a nivel mundial. 

—Y, oye, Mari-Luz, lo que estoy observando es que todas las mujeres informáticas de las que me has hablado son estadounidenses, salvo la británica Ada Lovelace. Doy por hecho que en tu catálogo de insignes mujeres informáticas no hay ninguna española.

—Pues te equivocas, jovencito. Tengo una y muy grande: la señora Ángela Ruiz Robles.

—¡Vaya! ¿Pues te puedes creer que no había oído hablar de ella?

—No me extraña. Es que los españoles por lo general tenemos siempre muy baja nuestra autoestima nacional y nos parece que todo lo grande tiene que venir desde fuera. Pues mira, Ángela Ruiz Robles, a la que yo he tenido el privilegio de conocer personalmente fue una maestra, escritora e inventora. Sus enciclopedias mecánicas bien podrían considerarse como el primer libro electrónico de la historia.

—¡Qué bueno! Y yo que creía que lo había inventado el estadounidense Michael Hart.

—Michael Hart diseñó en 1971 un dispositivo electrónico, pero debemos considerar que la inventora fue nuestra Ángela Ruiz que se adelantó en más de medio siglo a los actuales e-book. Además, allá por los años 1944 y 1949 llevó a cabo varios proyectos tales como el atlas científico-gramatical y la máquina taquimecanografía. También desarrolló la primera propuesta de enciclopedia mecánica.

—Pues habría que hacerla un gran monumento.

—Sí, por supuesto. Pero, ya sabes, hoy parece que los iconos son de otros ámbitos. Y ahora me gustaría hablarte de una mujer empresaria: Stephanie “Steve” Shirley.

—Me suena que esta es británica.

—En efecto. En 1962 fundó la empresa de software Freelance Programmers Ltd, convirtiéndose en la primera mujer en montar una empresa de programación. ¿Y sabes lo mejor?

—Pues tú dirás.

—Que esta gran empresaria y filántropa fue un adalid de los derechos laborales de las mujeres. Resulta que montó su compañía de software en el salón de su casa y contrató sobre todo a mujeres, con horarios flexibles.

—¡Qué guay! Otra mujer adelantada a su tiempo que supo ver la cuestión de la conciliación laboral y familiar. 

—Eso sí, te puedes imaginar que, según ella llegó a comentar, en el sector se reían de ellas.

—Bueno, esto no me extraña, conociendo cómo estaba el percal por aquellos días.

—Y ya, para terminar, te hablaré de dos mujeres más: Margaret Hamilton y Mary Allen Wilkes. Hamilton trabajó en el Departamento de Meteorología del MIT, desarrollando un software para predecir el tiempo atmosférico. Tu abuela Julia trabajó codo con codo con ella. Y, como seguramente sabrás, este mismo año, para celebrar los 50 años del aterrizaje del Apolo 11, Google decidió hacer un homenaje a Margaret Hamilton. Se utilizaron 107.000 espejos que, cubriendo un área mayor que el de Central Park, en el desierto de Mojave (California), reflejaron la luz de la Luna, recreando la imagen de Margaret Hamilton y el Apolo 11.

—Sí, por supuesto. Esto no pasó desapercibido en nuestra facultad. Lo que me sorprende es que mi abuela Julia hubiera trabajado con ella. 

—Pues de ella me habló mucho tu abuela Julia. Aún vive. Nació en el año 36, cuando empezó nuestra Guerra Civil, así que hoy tiene 83, tres más que yo. Por cierto, hace dos años, el 22 de noviembre de 2016, por ser exactos, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, entregada por Obama, por su trabajo en la NASA durante las misiones Apolo.

—Por lo que deduzco que mi abuela Julia también colaboró con la NASA.

—Correcto. Tu abuela Julia colaboró con la NASA. Y, bueno, como veo que te están gustando las perlas de sabiduría de estas sabias mujeres, ¿te gustaría conocer la que nos ha dejado Margaret?

—Sí, claro.

—Pues, entonces, amiguito, apunta: “No hay que tener miedo a estar equivocada, a admitir errores; aquellos que sepan fallar de forma estrepitosa son los que pueden conseguir cosas grandiosas”.

—¡Guau! Esta sí que es buena, buenísima. Es que como venimos escuchando que equivocarse es de perdedores…

—Pues no lo es, pues como afirma Hamilton los que fallan de forma estrepitosa son los que pueden conseguir cosas grandiosas. 

—Sí, sí, ya veo. Algo que me estimula a seguir el camino más difícil. Y, oye, ¿quién fue Mary Allen Wilkes, nuestra última gran mujer informática?

—Pues Mary Allen Wilkes fue una abogada estadounidense, y antigua programadora e ingeniera de hardware. Participó en la creación del primer ordenador personal en 1961, y pasó a la historia como la primera persona que utilizó este tipo de computadoras en casa y para tele trabajar. Su regalo en forma de perla de sabiduría para la Humanidad fue “Quería hacer algo interesante, que fuera un desafío”.

—Pues sí que lo consiguió.

—Ya lo creo que lo consiguió. Y ahora viene mi pregunta para ti: Si tuvieras que resumir en cuatro palabras el gran mensaje para un joven como tú de estas grandes mujeres, ¿cuáles serían?

—¡Uff! Es que me resulta muy difícil sintetizar su gran legado en tres palabras, Mari-Luz.

—Pues, en este caso, lo haré yo por ti. Son: Piensa-siempre-en-grande.

Pablo Martín Allué

0 comments on “La abuela Julia, entre las grades de la ciencia

Gracias por comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde ACALANDA Magazine

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo