Adentrarnos en la poesía de Carlos de Tomás es navegar por un extenso bosque de versos, en ocasiones jungla abigarrada, otras majadales de amplias praderas y encinas gruesas, con profundas raíces en influencias poéticas del pasado siglo de manera especial algunos poetas de la denominada Generación del 50, como Ángel González o Claudio Rodríguez. Extenso paraje de casi cuarenta años de escritura que le convierten en un poeta transgeneracional, porque ha convivido desde sus primeros libros con la existencia individual, más tarde con una cierta poesía social y en última instancia retorna a un intimismo donde lo que prima es el Ser ineludiblemente ligado a la palabra.
Durante todo este tiempo hubo de todo, de ahí la idea de autor permeable a la propia situación intelectual y creativa de cada momento; novísimo al principio, luego contestatario y naturalista, más tarde fotógrafo de las vivencias y tal vez ahora neorromántico con esos tintes existencialistas que tanto le caracterizan. Pero siempre con su personal estilo de metáfora profunda, hipérbaton recurrente y endecasílabo de urgencia, como escribiera en un verso para salir siempre del complejo atolladero del poema inconcluso
No quiero ir / adonde va el amor cuando se olvida [1]
Siempre alejado de la poesía realista, es un poeta que intenta imprimir ese desdoblamiento del Ser cuando se escribe de materias inconsistentes o etéreas, ese otro Yo por el que se escapan los pensamientos más profundos; en una búsqueda constante, una investigación con las palabras que en ocasiones nos aporta circunloquios de un gran lirismo.
El autor y su obra poética
Antes de referirnos a Levitaciones, su nuevo libro de versos, es necesario conocer mejor al autor y su poesía. A modo de biografía breve, destacar que nace en Navalmoral de la Mata (Cáceres) en 1960. Estudia los últimos cursos del bachillerato en Cáceres y Salamanca, ingresando en la Facultad de Derecho de esta última ciudad en 1977. Por aquellos años de universidad y tertulias sus lecturas se centraban principalmente, además de en los clásicos, en Juan Ramón Jiménez y la Generación del 27. Comenzó a relacionarse con jóvenes poetas en coincidencia de inquietudes; es el bullir intelectual de la transición política.
Fruto de aquellos vientos su primer libro, Atardecer 1979; un librito primerizo, lleno de ilusión, la misma que compartía con Vicente Rodríguez Manchado cuando fundaron la revista poética Atril donde publican todos sus amigos. Casi todos editaron su primer libro entre 1977 y 1980 [2], algunos en formato fanzine como la revista. Se distancia posteriormente del aislamiento del grupo Atril y comienza a conocer a otros autores que deambulan en aquel tiempo por una Salamanca muy literaria, donde podías tomar un café con Jaime Siles [3] o importunar a preguntas a Torrente Ballester. Conecta con los miembros de la revista poética Aljaba (ambas revistas coexistieron entre 1978 y 1982 en Salamanca, apartadas de las corrientes oficialistas de la ciudad, que por aquel entonces eran la revista Álamo [4] y los poetas adscritos al Ateneo).
En 1979 comienza a asistir con asiduidad a la tertulia Orilla Izquierda, dirigida por el Vicerrector de la Universidad Pontificia Alfonso Ortega (fundador de la desparecida Cátedra de Poética Fray Luis de León). Por los salones del desaparecido Hotel Pasaje de Salamanca pasaron muchos poetas que dejaron huella entre los tertulianos, Carlos Bousoño, Antonio Gamoneda, Luis Eduardo Aute, y una larga lista de lo más escogido del panorama literario del momento. Entre los asiduos a la tertulia se encontraban, entre otros, Zoilo Gascón quien fuera director del aula de poesía del Ateneo, el poeta nicaragüense Humberto Avilés, los ya citados Vicente Rodríguez Manchado y Jaime Siles, o Aníbal Núñez con el que mantiene una fluida relación y ejerce una gran influencia en la poesía de Carlos de Tomás.
En este nuevo periodo sus lecturas se centran sobre todo en Cernuda, Cesar Vallejo, y descubre a Guillermo Carnero [5] y al zamorano de la Generación del 50 Claudio Rodríguez. Esto supone un distanciamiento de su primera obra y de ahí saldrá su segundo poemario Repetición de la palabra-Anticuario 1983. Desde entonces, es un autor que no se prodiga en la publicación. Sin embargo, sí lo hace en revistas y periódicos; en Quince días de Cáceres, Seis y siete de Badajoz, y es incluido en la Antología Novísimos Extremeños que publica la editorial del diario Hoy. Cabe destacar también las reseñas literarias que escribe en el diario El Adelanto de Salamanca, mientras fue director Enrique de Sena. Entre 1982 y 1984 se relaciona en Madrid con otros escritores adquiriendo una perspectiva poética más abierta ―como ha referido el autor en varias ocasiones [6], y es en Madrid precisamente con Vicente Rodríguez Manchado donde acuden a una lectura íntima en el Colegio Mayor César Carlos junto a Luis Rosales, Francisca Aguirre, Fernando Quiñones y Leopoldo María Panero. Esta reunión acaso forjara como poetas de largo recorrido a los dos escritores. Y Aunque los libros que surgen después de 1984 y hasta 2002 continúan con la misma textura cultista de Repetición de la Palabra, no obstante el contexto y el contenido ha sufrido un giro importante hacia un existencialismo que perdurará a lo largo de su obra.
Aparecerán nuevos libros, en 1996 Poemas del Destierro, 2002 Metapoemas. Y en 2006 En la Soledad del Escriba, obra principal y clave para introducirse hasta ese momento, y en toda su extensión, en la poética del autor. Razón por la que se publica en 2010 en Valencia no solo esa última obra extensa sino parte de su primera obra inédita y algunos de los últimos poemas posteriores: En la Soledad del Escriba (Antología 1986-2006). Este libro contiene veinte años de creación poética, desde los versos de finales de los ochenta hasta los más comprometidos y profundos de esos últimos años, pasando por un periodo de producción difícil, donde lo que hace es más investigar y repetir ideas en un bucle de búsqueda constante. Como un amanuense transcribe el entorno [7] y habla de la guerra, de la batalla, de todas las batallas que son una, del sufrimiento; culminando su obra con una lírica a la esperanza, pero no cualquier esperanza, se trata de una esperanza en la espera, en el no hacer, en la paz interior buscada, acaso disfrutar del amor después del combate, y escribe dando paso al verso
antes de escribir de amor tengo que escribir de guerra… [8]
En esta antología encontramos distintas influencias; Pessoa, Hölderlin, el Taoísmo, entre otras. El libro concluye con unos versos de su obra Poemas de la Habana, aquí el poeta encuentra la libertad que tanto ha buscado y se hace más transparente; el libro comenzó a escribirse en La Habana en 2005 y lo termina en Salamanca en 2006. A partir de ese año su producción se centra en la narrativa, y ven la luz entre otras obras: Relatos de la Ciudad Gris 2009, la novela El cuaderno veintiuno 2010 y Café Bramante 2011, publicados en Lisboa.
Se ha reconocido que el peso de la ficción intervino en la arquitectura del poemario Viaje Astral 2011, publicado el mismo año en el que su novela negra Café Bramante cosechó un gran éxito de crítica. Se trata de un libro al menos inquietante, donde se ficciona desde la introducción del libro hasta el último verso. Poemas que intentan huir del heterónimo pero que le hacen guiños a este desdoblamiento de autoría. En Viaje Astral encontramos los versos que escribió Otto Lecmar [9] en un crucero que zarpó de Puerto de la Cruz hasta que tocó la costa de Ciudad del Cabo, un cuaderno de viaje escrito en el verano de 1984 y que nos presenta las vicisitudes de la travesía junto a un conjunto de poemas de una gran belleza descriptiva y lírica alrededor de su amada Meranga. La segunda parte se compone de los últimos poemas del escritor ítalo-zamorano Hermelando Vitti, versos intimistas cargados de metáforas sorprendentes y de un nihilismo a veces contrapuesto al ideario fundamental del poeta real, pero necesario en la función que pretende impregnar al personaje creado. La segunda parte de Viaje Astral la publica Editorial Amarante en 2014, Dementia Inmaculata, obra que incluye también la primera parte pues fue publicada originalmente en Valencia con una tirada corta que tuvo entonces poca repercusión. En este libro Carlos de Tomás acude de nuevo al poeta Vitti, y tal y como dijo en la introducción de Viaje Astral se apoya en la posición de privilegio que ostenta el escritor al situarse en un viaje astral y contemplar la realidad ―o su realidad―, pero de cualquier forma intenta visualizar con una cierta perspectiva los acontecimientos que ocurren a su alrededor. Estamos ante una poesía fotográfica en ocasiones, con tintes sociales y críticos pero lejos de movimientos panfletarios. El tono social y comprometido lo comparte con algunos autores con los que se relaciona, un ejemplo es David Benedicte al que le une amistad y un cierto ideario poético pero sin duda en contrapunto estético. En Dementia Inmaculata es la locura el elemento último y circundante al personaje-autor, Vitti, a punto de morir, que le otorga una gran lucidez hacia el mundo y su amada ya fallecida. Locura como contraplano a una realidad social que altera y sorprende al protagonista recién llegado de Italia. [10]
A lo largo de estos últimos años el autor ha simultaneado la poética con la ficción. Novelas como La Confesión del Libio 2012, Las chimeneas de Moscú 2014, o Vidas en el margen 2015, han sido el grueso de su producción literaria entre otras obras como sus compendios de relatos en varios volúmenes; aunque también, convertido en biógrafo, con Lázaro López (1856-1903), demuestra ser un escritor muy versátil en cuanto a estilos narrativos se refiere.
Levitaciones
Últimos versos de Carlos de Tomás que llegan a los ojos del lector ávido de poesía, o a las manos de quien no ha degustado nunca un verso de este escritor extremeño, y para ellos, resaltar antes de nada que desde las alturas se toma perspectiva como ya escribiera el propio autor. Se permita entonces la expresión escritor-dron que ya se apuntaba en referencia, y desde, Viaje Astral. Ahora en el amor, en el interior. Tal vez el vuelo es espiritual, profundo, descascarillado de equipajes superfluos. Acaso neorromanticismo pero con muchos matices.
Siento que volamos por el cosmos / en esta nave redonda y única. / Y nosotros pasajeros de primera / abrazados en el baile de la vida,
Sin pretender hacer un estudio pormenorizado de la obra, sí se estima necesario introducir el libro. Levitaciones se compone de cuatro partes, como una sonata de cuatro movimientos. Regresos es el adagio, Hipótesis para futuros regresos es un andantino, Antes de levitar es appassionato y Brazadas, levitaciones y otros vuelos es un andante poético. Habrá lectores que una vez leído el libro no coincidan con éstas apreciaciones, pero se tenga en cuenta que los versos trasmiten emociones muy subjetivas y difíciles de definir.
No obstante, estamos ante un conjunto de poemas de una gran uniformidad tanto en el fondo como en la forma. Con reiteraciones muy expresivas y buscadas que aportan una gran fuerza a muchos de los poemas. El eterno retorno, también a sus orígenes, de ahí el guiño al pueblo zamorano de Tábara [11], lugar de sus ancestros, también lugar de León Felipe; entonces nos encontramos con estos versos
sobre los campos de tu nombre, / pálpito de poetas / y emoción en el recuerdo.
Se nos puede ocurrir que también ese regreso sea a una poesía del principio, de aquel escritor en sus primeros días, buscando versos de gran pureza y sencillez, donde la lírica toma fuerza de la mano de la naturaleza y el amor. Aquí no hay poesía de la vida, hay poesía de los sentimientos y los deseos más íntimos
Levitar, / cuando las leyes quedaron en el mundo / y los imanes se hicieron agua / ―tú nadando en el amor―, / yo volando sin volar.
Levitar, / cuando la gravedad duerme.
La descripción del otro Yo, es la búsqueda constante de la amada y en la amada. No hay duda que junto a la idea leitmotiv del poemario existe una cierta naturaleza inquietante que subyace en todos los versos, la descripción de la herramienta en la que se compone y con la que se compone el poema; es ésta paradoja virtual la que ofrece contrapunto a la temática lírica de Levitaciones. La búsqueda de la explicación a lo etéreo de la vida que nos rodea, lo virtual. El último poema es esclarecedor
Escribimos en las ciudades de aire. / La yema de los dedos a la nada, / los ojos a pantallas de colores.
Solo la materia salva al poema del silencio
Sin duda referencias no faltan a la problemática de lo virtual en todos los aspectos sociales, en este sentido el libro de Antonio Fernández Vicente, Ciudades de aire – La utopía nihilista de las redes 2016, sea álbum de ideas que pueden apuntalar perfectamente el contenido último de muchos de los poemas del libro. Si al comienzo del poemario el autor nos ofrecía una declaración de intenciones frente al libro que se abre a nuestros ojos, lo termina con una contundente declaración: “solo la materia salva al poema del silencio”. Si la Voz en el vacío es la nada, el punto de origen de la obra literaria, como microcosmos ―tal y como pretende el poeta ya en la entradilla del libro― el corpus de poemas pretende ser el cliché, el universo donde evoluciona la palabra del poeta. Creador matérico y necesariamente vinculado a lo tangible para que el verbo tome el significado y la belleza pretendida.
Después de esta introversión queda la duda. Acaso, Levitaciones sea meramente un tratado de poética, o un discurso sobre la poética de nuestro tiempo, o tal vez una queja a la contracultura, o sin pretenderlo un panfleto contra el posmodernismo del todo vale a cualquier precio. En esta ocasión los escasos lectores de poesía tomen la palabra.
Los pronombres saliendo de la tierra, / sembrados antes de las aguas. / Tú árbol, tú piedra, / tú agua. Todo uno. / Tú y el mar la misma cosa. / Tú y yo lo mismo.
Notas
[1] Antología 1986-2006. En la soledad del escriba. Valencia, 2010. Pág. 97
[2] Algunos de los libros y autores del momento en Salamanca: Génesis. Vicente Rodríguez Manchado. Salamanca, 1978; Pentagonía de veinte años a la sombra. Luis Gómez Jacinto. Madrid, 1980; Fruto también prohibido. José Luis Sánchez Matilla. Bilbao, 1977; Hicimos de la noche un largo poema. Charo Ruano. Salamanca, 1982. No se cita a Aníbal Núñez o Remigio González Adares, que publicaron en ese periodo respectivamente: Taller del hechicero y Disparates de mi lado izquierdo, por no considerarlos del mismo grupo en edad que los referidos.
[3] Alegoría. Jaime Siles. Barcelona, 1977.
[4] En convivencia con Ediciones Álamo. Al frente de este grupo los poetas salmantinos: José Ledesma Criado y Juan Ruiz Peña.
[5] Ensayo de una teoría de la visión (Poesía 1966-1977). Guillermo Carnero. Con estudio preliminar de Carlos Bousoño. Poesía Hiperión. Madrid, 1979.
[6] Antología 1986-2006. En la soledad del escriba. Valencia, 2010. Pág. 8
[7] Ibid., pág. 9.
[8] Ibid., pág. 49. Entradilla con la que da comienzo En la soledad del escriba, 2002-2005.
[9] Referido como heterónimo en el prólogo de La ciudad gris y otros relatos. Lisboa, 2011. Pág. 11; y anagrama del nombre completo del escritor, añadiendo el segundo apellido Sads al heterónimo.
[10] Viaje Atral. Valencia, 2011. Introducción, pág. 15. Referencia biográfica del heterónimo.
[11] Ibid., pág.12, nota 2 a p. d. p.
Fuente documental: Fragmento de la “Introducción” del libro: Levitaciones. Carlos de Tomás. Colección “Nueva Visión Poética”. Madrid, 2017 (Págs: 11 a 20).
ISBN: 978-84-16969-70-8; Páginas: 88; Precio: 10 €; Sinopsis.
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