Isamar Cabeza Mujeres extraordinarias Redactores

Emily Warren Roebling o el llamado efecto dominó

Su vida estuvo llena de “casualidades” que la llevaron a hacerse cargo de uno de los emblemas más característicos de Nueva York.

Su vida estuvo llena de “casualidades” que la llevaron a hacerse cargo de uno de los emblemas más característicos de Nueva York.

Emily nació en Cold Spring (Nueva York) en 1843. Hija de Sylvanus y Phoebe Warren, penúltima de doce hermanos, mostró desde muy niña un interés destacado por las matemáticas, que estudió de manera autodidacta, siendo apoyada en todo momento por su hermano mayor, Gouverneur K. Warren. Unidos por una relación muy estrecha, Emily viaja en 1864 (en plena Guerra de Secesión) al cuartel general donde su hermano se encontraba a cargo del quinto Cuerpo del Ejército. Pese a aquel ambiente tan belicoso y agitado y como si del argumento de una película romántica se tratara, Emily conoce a Washington Roebling y entre ellos se da un auténtico flechazo que termina en boda justo un año más tarde.

Como destino del viaje de bodas, los recién casados viajaron hasta Europa más que como luna de miel, como viaje de estudios.

Mientras la pareja disfrutaba del viaje, John Roebling, suegro de Emily, trabajaba en la creación de un puente que pretendía unir Manhattan con Brooklyn. Pero quiso la mala fortuna que Roebling no llegara a ver su sueño hecho realidad y al regreso de Emily y su marido se encuentran con la noticia de su fallecimiento. Como consecuencia, su hijo queda al cargo del proyecto, formando parte simbólica de la herencia del finiquitado ingeniero.

Tras estudiar en Europa sobre los cajones de cimentación para el puente, regresar a casa y hacerse cargo del proyecto, también Washington cae enfermo de tal manera que tampoco puede seguir adelante con el sueño de su padre.

Y como si del juego de la oca se tratara, todo queda en manos de Emily. En aquella época el acceso a una educación oficial y superior como era la ingeniería se reservaba a los varones, pese a todo, su fuerte vocación y sus ansias de conocimiento le dieron la suficiente aptitud y valentía para hacerle frente ella sola al malogrado proyecto de los Roebling. De la noche a la mañana pasa de ser simple ama de casa a dirigir y supervisar aquel ambicioso proyecto.

Su seguridad en sí misma unida a sus dotes intelectuales, hicieron posible que lejos de amedrentarse se volcara de lleno en lo que se había convertido su labor más exigente. De esa manera, Emily se convirtió en la primera mujer ingeniera de campo.

Emily era el enlace entre su marido y los trabajadores, hilo conductor durante el desarrollo de las obras, mientras Washington Roebling estuvo convaleciente.

Durante los catorce años que tardó la finalización del puente y como era de esperar, Emily adquirió un gran conocimiento sobre construcción de cables de acero, cálculo de curvas catenarias, análisis de tensiones, etc. Todo ello gracias a su constancia y dedicación, pues su presencia en la obra fue diaria. El conocimiento que una carrera no le aportó, lo adquirió por ella misma trabajando codo con codo al lado de su marido y de los operarios que tenían a su servicio.

Tras solventar día a día, los problemas que en cualquier obra en construcción pueden aparecer, pelear como leona para que no le fuese retirado a su marido el título de ingeniero jefe (pues políticos e ingenieros deseosos de ocupar su lugar se le enfrentaron de manera brutal), por fin en 1883 el puente quedó terminado. Fue Emily la primera que pisó el asfalto de aquel puente colgante, el más grande del momento, ostentando también el récord de luz.

En el día de la inauguración, su labor fue homenajeada por Abram Stevens Hewitt, el alcalde de Nueva York en aquella época. En su discurso abogó por el sacrificio y la perseverancia de Emily Warren, alabando su elevado intelecto y disculpándose por la injusticia cometida con ella por haber tenido vetado el acceso a una educación superior.

Photo by Anas Hinde from Pexels - Acalanda - Puente de Brooklyn

Finalizado el proyecto del puente, la familia se mudó a Nueva Jersey donde Emily participó en organizaciones sociales, realizó numerosos viajes en los que se pudo codear con la realeza europea y pudo también titularse en leyes por la Universidad de Nueva York.

Hoy día, una placa conmemorativa reconoce a los tres artífices de la construcción en el puente que tantas veces ha servido como escenario preferido para películas como la de Kate and Leopold, por poner un ejemplo.

Isamar Cabeza


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