Isamar Cabeza Opinión Redactores

La mente y sus realidades

Toda presión ejercida sobre un cuerpo tiene, tarde o temprano, un resultado visible.

Su visión se aclarará solamente cuando usted puede mirar en su propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta.

Carl Jung

Un día, dos días, tres días… Nunca sentí tanta satisfacción al tacharlos de rojo en el almanaque.

Levantarse, echar el día atrás, volverse a acostar… El ánimo fluctúa, según la hora. Ora se hunde en el pesimismo y la impaciencia, ora se eleva por los aires como suspiros al salir al balcón a la hora prevista, cita acordada al unísono por toda la ciudadanía del planeta.

¡Por fin todos a una! ¡Parece increíble! Bien es cierto que queda algún que otro individuo que prefiere ir a lo suyo despreciando normas, pero son los menos y eso nos da aliento a los demás.

Los videos inundan la red, sí, los videos que cada cual graba en sus casas como un escape al aburrimiento, al agobio, a la apatía. ¡Quién sabe, si de esta situación alguien descubra que su verdadera vocación es la de ser director de cine! A lo mejor despierta esa parte artística y surgen nuevos pintores, cantantes, actores o emprendedores que tras bucear en sus deseos descubren aspiraciones e ilusiones dormidas y decidan cambiar el rumbo. O tal vez, alguno que otro tenga tiempo para reponer algún desperfecto que por culpa de la falta de tiempo ha ido dejando atrás y ha ido creciendo tanto como la capa de ozono. Que por cierto y a colación, la naturaleza debe estar agradeciendo al antipático virus su aparición, pues se está tomando unas regeneradoras vacaciones que buena falta le hacía.

¡No hay mal que por bien no venga…!

En cuanto a nosotros, los humanos, que tan mal llevamos el encierro dada la cantidad de testimonios que de cualquier manera dan constancia, esperemos que también sea para bien. Puesto que la situación nos obliga a estar quietos, puesto que la frenética dinámica en la que nuestra vida se desenvuelve ha desparecido (para la mayoría), podríamos aprovechar para mirar en nuestro interior y arreglar asuntos, por falta de tiempo, postergados.

Respiremos profundamente y miremos como una bendición la situación.

Sentémonos a desayunar, a saborear cada bocado de la tostada, el café recién hecho, sin la tensión de estar colgados de un reloj que nos ordena y exige con estricto orden militar. Mantengamos una conversación sin prisas, desentrañando con mimos el conflicto, como el que desenreda una madeja de lana después de que el gato haya jugado con ella. Respondamos con extrema dulzura las preguntas del más peque de la casa, que como respuesta siempre tiene preparada una nueva pregunta y que puede resultar incansable y agotador. Leámosles un cuento antes de ir a dormir, el que ellos quieran aunque lo hayamos leído mil veces o mejor, reinventémoslo… se le pueden añadir nuevos matices y nuevos hechos para que la magia de la lectura siempre siga viva.

¡Hay tantas cosas que podemos hacer!

Nuestra mente, esa maravillosa y enigmática maquinaria que nos puede hundir en la desesperación o elevarnos a la felicidad máxima, debe ser cuidada más que nunca en estos días. Procurar vivir cada segundo como el último, quizás nos haga entender de una vez por todas que no hay nada más valioso que el presente, el aquí y ahora.

Quizás esta sea la ocasión perfecta para indagar en nuestras sombras, hacer esa mirada interna tan necesaria para descubrir que parte de nosotros estamos sacrificando en pos de una vida que no nos complace plenamente.

Enfrentarse cara a cara a nuestras sombras, no es agradable, pero sí sanador. Desempolvar en estos días, en que el paso implacable de Khronos nos da un respiro, esas viejas deudas con nosotros mismos que no nos dejan ser felices, es toda una oportunidad que no debemos dejar escapar.

Toda presión ejercida sobre un cuerpo tiene, tarde o temprano, un resultado visible. Al menos que esta pandemia sirva para conocernos mejor a nosotros mismos y que nuestra mejor versión salga a flote, por nuestro bien y de todo aquel que forme parte de nuestra vida.

Isamar Cabeza

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