Estimados lectores/as:
El siguiente texto es sólo la interpretación de un romántico mundano como yo, de otro romántico, éste sí icono y eterno, que es el personaje Don Juan Tenorio creado por el escritor español José Zorrilla.
Por tanto este artículo no pretende tener una categoría didáctica, sino ser un simple ejercicio de empatía para entender, y quizá hasta identificarse, con el interior dramático de esta figura universal.
Gracias
Juan J. Ramírez

Cuando leí en mi adolescencia la obra teatral “Don Juan Tenorio” me di cuenta de que esa denominación jocosa que popularmente en la sociedad hispana se les atribuye a los hombres informales que enamoran y conquistan a muchas mujeres – ése es un Don Juan – , en verdad tiene poco que ver con un personaje trágico como es el “Tenorio”; porque sólo se toma como referencia la conducta libertina del personaje, pero se obvian los tristes motivos personales de sus acciones.
Don Juan es cierto que actúa movido por sus instintos más viscerales, sin valores éticos y con una actitud egoísta y altanera con cualquier ser humano. Retratado de esta manera el “Tenorio” puede pasar por el mismo diablo con apariencia humana, pero al final del libro descubrimos que en el fondo de su alma él no era así, porque nunca un demonio en su juicio final se habría arrepentido de sus delitos ni habría suplicado la indulgencia divina, como él sí hizo.
Entonces ¿qué razones tuvo Don Juan para enfocar su vida con este desdeño y crueldad? Tal vez su repulsión a los rígidos fundamentos religiosos y clasistas de la España de su época, por ello su desarraigo y su desinterés por ser alguien honrado y cívico.
Esto podría explicar su afán por una práctica amorosa sin fin, sin moral ni compromiso; porque si se aferrase a una mujer renunciaría a su bien más preciado, la libertad. Y es que si somos sinceros, incluso desde el punto de vista de una persona actual, debemos aceptar que el único resquicio de libre albedrío que posee el ser humano está en su experiencia amorosa, que si se quiere puede vivirse sin ningún contrato ni norma que la rija o limite, tan solo cumpliendo la bondad natural hacia el prójimo. Por tanto podríamos concluir que si no existieran conceptos como el matrimonio, la fidelidad cristiana, el Estado o la política, no habría nunca un “Don Juan Tenorio”.
Sin embargo, precisamente la falta de bondad en su mente, que no en su corazón, (como finalmente se demostró) fue lo que condenó a Don Juan. Porque su error fue concebir el mundo siendo un rebelde subversor que abanderaba el mismo principio envilecido por esa sociedad a la que tanto odiaba: la defensa suprema del honor en todas sus formas.
Así el “Tenorio” mataba a quienes osaban contrariarle, al igual que los regímenes absolutistas de la época hacían con los disidentes; despreciaba a cualquier semejante porque se creía superior por condición, como la nobleza clasista hacía con sus súbditos; engañaba a las mujeres con seductoras declaraciones y dulces promesas para dominarlas, acción comparable al predicamento tendencioso de la palabra de Dios que transmitían los clérigos para persuadir a sus fieles en sus comportamientos.
Por todo ello, la vida de Don Juan Tenorio no podía tener otro final que el que le otorgó el genial poeta José Zorrilla: la muerte en paz después de tener una epifanía justo antes de su último aliento; donde bajo la luminosidad del perdón del espíritu de su amada difunta, ve pasar con tristeza sus verdaderos anhelos que son el amor puro y la misericordia, escondidos hasta entonces en su vida entre las tinieblas de un falso y maligno honor.

- Por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí.- *De la obra DON JUAN TENORIO (José Zorrilla, 1844, España).
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