Ana Caro Muñoz me sugirió mantener nuestra conversación sobre “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN” en un lugar con un significado especial para ella: la calle de Francisco Tomás y Valiente, ubicada en el Campus de Cantoblanco, de la Universidad Autónoma de Madrid. Ana Caro es actualmente la Coordinadora de Programas de esta prestigiosa Universidad y me pareció perfecto su deseo de realizar nuestra charla dentro de su hábitat natural: la Universidad, “El templo de la inteligencia”, según Unamuno.


Pronunciar el nombre de Ana Caro es hablar de formación continua en materia de gestión pública, educación, gestión de estructuras universitarias y científicas, derecho administrativo, derecho del trabajo y derecho universitario, así como con la prevención, la igualdad y la sostenibilidad. Tras licenciarse en Derecho por la Universidad de Burgos, su trayectoria profesional, en el mundo de la educación en general y la educación superior en particular, en el ámbito de la gestión pública y los servicios inherentes a ella, ha sido dilatada, extensa y variada, por las distintas administraciones para las que ha prestado servicios, y por las diversas localidades en las que éstas estaban enclavadas. Y es que, durante un cuarto de siglo ha conformado un extenso y variado currículo, del que cabe destacar su compromiso con el servicio y la gestión públicas, y con la generación de soluciones para las instituciones para las que ha prestado servicios, con una voluntad clara de mejora de las estructuras y procesos. Un inciso, aquí tenéis dos libros de entre sus últimas obras, ambos publicados por la descollante Editorial Amarante.
y la presentada hoy en sociedad “VALORACIÓN JURÍDICO-PRÁCTICA DE LAS ÚLTIMAS REFORMAS LEGISLATIVAS Y SU IMPACTO EN EL SISTEMA UNIVERSITARIO”
Ciertamente, su elección de mantener esta conversación en el Campus de Cantoblanco, situado dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares no ha podido ser mejor, ya que su entorno invita a la introspección y la reflexión claramente. Cantoblanco, además, forma parte de un Espacio Natural Protegido por la Red Internacional de Reservas de la Biosfera, y considerado uno de los 24 campus medioambientalmente sostenibles del mundo.
Ana me pide que nos sentemos a conversar en un banco situado junto al conjunto escultórico “In Memoriam” dedicado a Don Francisco Tomás y Valiente, vilmente asesinado un 14 de febrero de 1996 por la banda terrorista ETA, en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid.




—Es que —me aclara— conversar en este lugar, dedicado a un hombre que encarnó, y sigue encarnando, los preciados valores de la convivencia, la paz y la libertad, tiene un profundo significado para mí desde un punto de vista moral y emocional. Creo también que constituye un grandioso regalo para nuestra conciencia y nuestra alma. Luego, ambos guardamos unos instantes de silencio para reverenciar su figura y herencia ética y moral.
Durante este breve, pero intenso silencio —el silencio es siempre profundo como la eternidad— observo con detenimiento este conjunto escultórico de tres piezas: la central, con la efigie de este grandioso jurista, historiador, escritor, profesor y presidente del Tribunal Constitucional; y otras dos, una a su derecha y otra a su izquierda, con inmortales pensamientos de su legado ético y moral. En la de su derecha leo que: “Tal vez la tolerancia de nuestro tiempo haya de ser entendida como el respeto entre hombres igualmente libres”; y en la de su izquierda que: “La vida y el prestigio de las instituciones depende tanto de lo que ellas hacen como de lo que hacen con ellas”. Quizás, por cierto condicionamiento cultural vino a mí, de forma holística, el eterno mensaje que contiene la imagen poderosa y universal de las tres cruces clavadas en el Monte Calvario, del perdón y la reconciliación.
Es verdad que, generalmente, pasamos delante de una escultura sin advertirla, absorbidos por las prisas, nuestras cuitas y quehaceres cotidianos; pero, también, no es menos cierto que, alguien, en algún momento, se para a contemplarla tratando de hallar en ella lo que representa, más allá de su belleza artística y para el realce del entorno. En este sentido, Ana y yo fuimos persuadidos por el poder de tres grandes placas de hierro fundido, creadas “In Memoriam”, con capacidad para hablar a los que “tienen oídos para oír y ojos para ver”.
Y es que, efectivamente, este monumento escultórico, con sus tres elementos, “In Memoriam” de Don Francisco Tomás y Valiente, un alma grande, comprometido íntegramente con la concordia y la libertad, han quedado absorbidas por un espíritu repleto de valores éticos y morales perennes. Unos valores que, como escribió Antonio Fernández de Buján, Director del Departamento de Derecho Privado, Económico y Social de la Universidad Autónoma de Madrid, cuatro días después de su llorado y despreciable asesinato, son propios del pensamiento racional, la lucidez, la tolerancia, el compromiso vital, la coherencia ideológica, de la vida en paz y en libertad, de la legítima discrepancia, de la ilusión, de la esperanza, de la convivencia, de la moral individual, de la ética política, de la conciencia cívica, de la memoria histórica, del talante universitario, en las ideas y en el comportamiento, de la inteligencia, de la solidaridad, de la justicia, de los principios constitucionales y de la decencia; unos valores que Don Francisco Tomás y Valiente encarnó de un modo excepcional.





—¿Dónde naciste, Ana? —Fue mi primera pregunta de situación. Una pregunta que trataba de “romper el hielo”, generado dentro de un entorno y una situación de la máxima solemnidad.
—Nací en Burgos, pero me crie en Cilleruelo de Abajo, un pueblo de la Ribera del Arlanza, donde vivían mis padres, Candi y Puri. Luego, con cinco años, se nos unió Alberto, mi único hermano.
—¿Cómo recuerdas aquellos años de infancia y adolescencia?
—Los recuerdo muy vívidos, como recién salidos del calendario, de mi calendario; alguno de ellos me marcaron profundamente.
—Pues, por mi parte, te animo a que no te quedes con “la canción dentro”. Ya sabes que los psicólogos nos aconsejan liberar sentimientos y emociones, por ser buena terapia curativa..
—Sí, yo también creo que la liberación de sentimientos y emociones supone una buena terapia curativa. Puedo adelantarte que, hasta cumplir los trece años, mis primeros pasos por el sendero de la vida transcurrieron por las calles y veredas de Cilleruelo de Abajo, y los riscos y los viñedos de Terradillos de Esgueva, un pueblecito de la Ribera del Duero, donde vivían mis abuelos maternos.
Mis primeros estudios los realicé en la Escuela Municipal; luego pasé a la Comarcal, en la Villa de Lerma; esto provocó una “rebelión infantil”. Recuerdo que todos los niños y niñas de la escuela, al conocer que teníamos que trasladarnos a estudiar a la Villa de Lerma, decidimos manifestarnos con una pancarta, recorriendo las calles del pueblo, emulando a los personajes de “Verano Azul”, la famosa serie de TVE. Me acuerdo que gritábamos: “¡De la escuela de Cilleruelo, no nos moverán!; ¡de la escuela de Cilleruelo, no nos moverán!… por aquí tenemos buenas escueeeelasss, no nos moverán!”.
—¡Qué interesante! —exclamé. Todo lo que me acabas de comentar nos lleva a pensar que el incipiente espíritu democrático estaba llegando a todos los rincones de la España Peninsular, sin ningún tipo de cortapisas —comenté luego con cierta ironía. Así que, “Cuéntame cómo pasó…”, es decir, ¿cómo viviste tu siguiente periodo vital?.
—Fue a los trece años cuando mis pasos me llevaron a la que sería mi etapa adulta. Me fui de casa de mis padres a vivir a Burgos. Primero en residencias de niñas, después a una vivienda, pero ya no regresé al hogar familiar.
—Veo que abandonaste el hogar familiar muy joven, lo que denota una personalidad dotada de autoestima y autoconfianza.
—Bueno, debo confesarte que mi madurez personal y fortaleza se han ido forjando paso a paso, con templanza, y, también, por desgracia, con dureza. Antes de aquel momento sufrí uno de los episodios más traumáticos de mi vida: mi sonambulismo, que me llevó a caerme por la ventana de un segundo piso. Las secuelas físicas fueron tremendas, como puedes imaginarte. Pero las logré superar. Creo que esta mala fortuna me hizo más fuerte, más madura, forjando mi personalidad.
—Por lo que, consciente o inconscientemente, asumiste uno de los principios esenciales de la Actitud Mental Positiva: el que toda adversidad lleva en su seno un beneficio equivalente o mayor.
—Efectivamente, comparto tu apreciación.
—Mira, Ana, todos hemos escuchado alguna vez, total o parcialmente, la famosa Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, también conocida como “Coral”, del compositor alemán Ludwig van Beethoven —comenté, tratando de explicarle a mi modo, con un ejemplo cómo la adversidad o la mala fortuna, pueden transformarse a la larga en una bendición. Como sabes, esta obra está considerada como una de las obras más trascendentales, importantes y populares de la música y el arte. Es tan importante que, desde 1985, es el himno de la Unión Europea; y en 2001, la partitura original de la sinfonía se inscribió en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO, donde forma parte, junto con otros sobresalientes monumentos, de la herencia espiritual de la Humanidad. ¡Ahí es nada! Pero pocos conocen, sin embargo, que Beethoven compuso esta extraordinaria sinfonía —la última completa— afectado por una grave sordera. Quizás, sin esta adversidad —la sordera— hoy el mundo no estaría disfrutando de tan sublime creación musical.
Hecha esta aclaración prosigamos con tu beneplácito, para entrar plenamente en la temática que nos ha concitado hasta este lugar: “El templo de la inteligencia”; y al del espíritu de un hombre excepcional: Don Francisco Tomás y Valiente.
Todos solemos relacionar el periodo de la Transición asociándolo con algún hecho, suceso, acontecimiento histórico o personal. ¿Con qué relacionas tú la Transición?
—Pues, verás, José Antonio. Yo vengo relacionando la Transición con un momento en que nuestro país cambiaba a pasos agigantados y el mundo nos veía con una moderna línea de AVE cruzando nuestro territorio, uniendo la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Yo, por entonces, estaba avanzando en mi carrera de Derecho.
—Los acontecimientos que has señalado son, sin lugar a dudas, muy significativos —comenté, con la idea de seguir profundizando aún más en el tema. Se podría debatir si forman parte o no de nuestra Transición Política. Algunos autores —ha comentado María Ángeles López de Celis, testigo excepcional de este momento— consideran que el periodo de la Transición se inició el 20 de noviembre de 1975, tras el fallecimiento del Jefe del Estado, el General Francisco Franco, y la consiguiente proclamación de Juan Carlos I como Rey de España, dos días después. Sin embargo, otros creen que este periodo debería adelantarse al 20 de diciembre de 1973, fecha del asesinato del Presidente del Gobierno, Carrero Blanco, dada la relevancia de su figura en la estructura del régimen y el impacto que supuso su desaparición. Y, con respecto a su final, las divergencias son mayores. Unos lo sitúan el 15 de junio de 1977, fecha de celebración de las primeras elecciones democráticas; otros lo retrasan hasta la aprobación de la Constitución, en diciembre de 1978; y unos terceros lo prorrogan hasta la celebración de los primeros comicios celebrados bajo la nueva Ley de 1979. Están también los que consideran que la finalización de la Transición habría que situarla en el 23 febrero de 1981, fecha del intento de golpe de Estado, un hecho que puso de manifiesto la inestabilidad de nuestra democracia. Un sector más amplio, prolonga la duración del proceso transitorio hasta la celebración de las elecciones generales de octubre de 1982, que dieron el triunfo al Partido Socialista Obrero Español. E, incluso, los hay que consideran que el ingreso de España en estructuras internacionales como la OTAN y la Comunidad Económica Europea serían los hechos que cerrarían el círculo de nuestro periodo transitorio, dando origen a nuestra actual democracia parlamentaria. A esta larga lista de propuesta de finales de la Transición deberíamos añadir la tuya… ¿por qué no?: 1992, con el AVE y los Juegos Olímpicos de Barcelona.
—Te agradezco tu deferencia, José Antonio. Puedo afirmar que la Transición me resulta un periodo de interés, para el estudio y para la reflexión; de ahí que considere incluidos también estos hitos temporales; compartiendo, además, que el conjunto de hechos históricos que has enumerado también deben conformar lo que hemos dado en denominar Transición política española.
—¿Qué te parece si hacemos un viaje retrospectivo en el tiempo? ¿Qué te dice la fecha del 20 de noviembre de 1975?
—Yo tenía tres años. Recuerdo perfectamente las imágenes televisivas del acontecimiento de la muerte del General Franco, en blanco y negro. La imagen del Presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, y su “Españoles, Franco ha muerto” es imborrable. También los silencios en mi casa y en mi pueblo, así como las calles vacías, el frío y la niebla. Se trata, sin duda ninguna, de una de las fechas más significativas de la Historia de España del último tercio del siglo XX. La muerte de Franco supuso la caída definitiva del Régimen franquista y la oportunidad de establecer en España un régimen democrático. Con la sucesión en el trono del príncipe Juan Carlos se abrían nuevas esperanzas políticas para el país y su posible incorporación a las líneas de actuación europeas. La prueba de fuego llegó con las votaciones del Referéndum de la Ley para la Reforma Política, un 15 de diciembre del año 1976. De aquel momento tan especial recuerdo la gran difusión por todos los medios de comunicación de la canción “Habla, pueblo, habla”, interpretada por el grupo musical “Vino Tinto”. Años más tarde la vida me haría un gran regalo: la amistad de Juan Manuel del Valle Pascual, uno de los integrantes de aquel emblemático grupo musical.
—¿Alguna otra fecha que a ti te gustaría resaltar?
—Sí, claro, tengo varias, que te relaciono por orden cronológico, con mis propias imágenes mentales y emociones asociadas:
- La matanza de Atocha de 1977, cometido por terroristas de extrema derecha en el centro de Madrid la noche del 24 de enero de 1977, en el marco del llamado terrorismo tardo-franquista. Fueron asesinados los abogados laboralistas Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez, quedando malheridos sus compañeros Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos, Dolores González y Miguel Sarabia. Aquella matanza convulsionó a todo el país. Recuerdo los silencios y las calles de Madrid; la manifestación multitudinaria; los empujones; la amalgama de deseos y de rabia. Y también aquí la historia, mi historia, me hizo otro regalo; iniciada mi carrera de Derecho uno de mis profesores, que luego fue amigo, admiradores ambos de ambos, sería uno de los supervivientes de aquel atentado. Alguna vez hablamos de ello. También conocí, y fuimos muy amigos, a personas que le acompañaron en su refugio rural. Alejandro Ruiz-Huerta. Hoy, el último superviviente.
- La legalización del partido comunista de España, un 9 de abril de 1977. Aún mantengo vívido el recuerdo de Santiago Carrillo, un símbolo de la izquierda comunista, de la Guerra Civil, del Exilio, estrechando la mano de Adolfo Suárez.
Y, de nuevo, la vida me vuelve a regalar, ya ejerciendo mi profesión de jurista y gestora universitaria, el trabajo y trato con uno de sus hijos, Rector de la Universidad Complutense. En una de las múltiples reuniones que mantuvimos para vehiculizar la gestión de uno de nuestros instrumentos de transferencia de conocimiento y relaciones con el tejido empresarial, me dijo: “¡Cuánto me recuerdas a mi padre, eres igual que él en muchas cosas!”.
- Las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Pasquines; carteles; altavoces subidos en los seiscientos; mítines; canciones… Todo ello resumido a la perfección por la excelsa pluma del escritor castellano Miguel Delibes, en su obra “El disputado voto del señor Cayo”; un trabajo literario que vio la luz un año después de este acontecimiento y que fue llevado al cine por Giménez Rico, mostrándonos la realidad de aquel momento, entre la belleza de mi tierra burgalesa. Carrillo, Dolores Ibárruri, Ignacio Gallego, Marcelino Camacho, Alberti, en el Congreso. Imágenes que yo retengo en mi memoria, las atesoro por lo magnífico de aquellos personajes caminando en blanco y negro en mi TV; y tomando la palabra, como antes tomaron la pluma; y antes, las armas. No-Do: Elecciones 15 junio de 1977.
- El 30 de mayo de 1982. España se convirtió en el miembro número dieciséis de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Esto está difuso en mi memoria. Me hace jugar con los recuerdos. Ya había más color. Hoy sé que era necesario. España ingresa en la OTAN (1982).
- La inolvidable Copa del Mundial de Fútbol de 1982. Magnífico verano de cromos de Naranjito. El color, por fin, inunda España. Por los análisis posteriores del acontecimiento deportivo, sería de aplicación el dicho popular de “Lo que mal empieza, mal acaba”. Y es que la Copa del Mundial de Fútbol de España tuvo un sorteo patético y un mal papel de ‘La Roja’, pero dejó momentos inolvidables.
- Las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, que gana el PSOE con mayoría absoluta. Yo tenía 10 años entonces. Visualizo perfectamente las imágenes de unos pletóricos Felipe González y Alfonso Guerra. También la esperanza y la inmensa alegría por ganar el futuro. Es una fecha histórica que, para algunos estudiosos, supone el fin de la Transición política española. Los resultados electorales fueron espectaculares: El PSOE consiguió 202 de los 350 escaños del Congreso, 134 en el Senado y casi la mitad del total de sufragios válidos emitidos. La imagen de miles de personas echados a la calle para celebrar este histórico triunfo forma ya parte integrante del imaginario colectivo de todos los españoles. Felipe González celebra la victoria socialista en 1982.
- La Firma del Tratado de Adhesión de España para entrar en la Unión Europea, un 12 de junio de 1985, en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid. Esta incorporación se realizó al mismo tiempo que la de Portugal, entrando en vigor el 1 de enero del año siguiente. Tras esta adhesión, se produjo en España un increíble período de prosperidad económica, en el que durante cinco años seguidos logró el mayor índice de crecimiento de toda la Comunidad Europea. Esta adhesión, además del progreso económico, supuso la salida del aislamiento internacional que padecía España desde la Declaración de Potsdam, en agosto de 1945 y la estabilización de la recién instaurada democracia. La adhesión española a la CEE.
- Y, finalmente, indico la fecha del 14 de diciembre de 1988, en la que se produjo la primera huelga general en España, como momento significativo de la convulsa época de la Transición política española. Me estremezco cada vez que la recuerdo. Yo, por entonces, vivía en una residencia de niñas. Mis recuerdos son de miedo, de mucho miedo y de silencios. La perspectiva del tiempo me ha hecho comprender la existencia de realidades paralelas. La primera huelga general.
En el momento de afirmar que la perspectiva del tiempo le había hecho comprender la existencia de realidades paralelas, volvió a nuestra interesante conversación un profundo silencio. Pareciera que el tiempo se hubiera quedado congelado en aquel preciso momento, trayendo a nuestras memorias imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones táctiles propias de otra época, ya muy lejana.
—En estos momentos —me comenta Ana, rompiendo este largo y profundo silencio— estoy escuchando internamente: “Canto a la libertad”, de Labordeta; “Al Vent” de Raimon; “Libertad sin ira”, de Jarcha. “Para la libertad”, de Serrat. También resuenan en mi interior aquellas inolvidables canciones de los años ochenta y parte de los noventa, formando parte integrante de mi vida y de mi ser: “La chica de ayer”, de Nacha Pop; “Cadillac solitario”, de Loquillo; “Déjame”, de Los Secretos; “Maneras de Vivir”, de Leño; “Bienvenidos” de Miguel Ríos… ¿Y, cómo no? mis verbenas en el pueblo, mis sábados de Llanas burgalesas, así como “¿A quién le importa?”, de Alaska, mi motor y mi empuje para subir, con trece años, una escalera, peldaño a peldaño, hasta alcanzar un cuarto piso y después ir arrastrando una maleta colmada y pesada hasta mi habitación de una residencia de niñas, al tiempo que —en un acto de fortaleza— me iba mordiendo los labios para no llorar, y que no me vieran llorar.
—Es que los años 80 estuvieron marcados por enormes contrastes, tensiones y tragedias, pero también por grandes avances —comenté tocando con mi mano derecha uno de sus hombros, tratando de mostrar mi empatía hacia sus sentimientos de dolor y confusión durante su etapa de adolescente, en un contexto nacional e internacional convulso. Luego, prosiguió con su emotivo recordatorio.
—Sigo recordando —como si fuera hoy mismo— viéndome en una alfombra del salón con apenas dos años, frente al televisor, totalmente concentrada. Me veo a mí misma sobrecogida, al contemplar las duras fotos e imágenes de los atentados de ETA; interesada por los enjundiosos debates, entre el humo de puros y cigarros de “La Clave”, dirigida y presentada por el tristemente fallecido esta semana José Luis Balbín; aterrorizada con las perturbadoras “Historias para no dormir” de Chicho e Narciso Ibáñez, Estanis González, Lola Lemos, Fiorella Faltollano, Blanca Estrada y otros tantos; dibujos animados, Heidi, D’Artacán y los tres mosqueperros, Los Picapiedra, Scooby-Doo, Vicky el vikingo, Pipi Calzas Largas, Jackie y Nuca, Marco, Don Quijote de la Mancha, Érase una vez… el hombre, La Abeja Maya, La vuelta al mundo de Willy Fogg, Candy Candy (…); Películas, Sandokán, Tarzán, y programas como La Bola de Cristal (…), y obnubilada con el ingenio, las cantinelas y el colorido de “Un, dos, tres”, el considerado mejor programa-concurso de la historia de la televisión, dirigido por Chicho Ibáñez.
—¡Que genio Chicho Ibáñez Serrador! ¡Que maravillosa Ruperta! ¡Qué fantásticos los sufridores! ¡Qué gran programa, el “Un, dos, tres”! —exclamé interrumpiendo su interesante resumen televisivo. Luego, me empleé a fondo, trasladando a mi interlocutora mis conocimientos sobre este histórico programa: 10 temporadas, 411 programas, 32 años en la pequeña pantalla. Comenzó en 1972 y supuso una revolución en la forma de hacer televisión en España. Desde la cultura, en la primera parte del programa, hasta las actividades físicas con ‘la eliminatoria’ pasando por las habilidades sociales y mentales que exigía ‘la subasta’. Claramente, el gran Chicho consiguió aunar en un solo programa de entretenimiento los concursos que se habían emitido hasta entonces. Decorados nuevos, actores, humoristas, artistas invitados, las famosas secretarías e inolvidables presentadores de la talla de Kiko Ledgrad, Mayra Gómez Kem, Jordi Estadella, Miriam Díaz Aroca, Josep Maria Bachs o Luis Larrodera.
¡Ay, la televisión! —volví a exclamar. Por cierto que, por aquellos años 80, donde los niños y las niñas como tú veían esos maravillosos programas de entretenimiento, enjundiosos debates e impactantes informativos, ya habían transcurrido más de 20 años desde la primera emisión de TVE, en la que el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias-Salgado, pronunció aquel histórico: “Hoy, día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo poder en los Cielos y en la Tierra, se inauguran los nuevos equipos y estudios de la Televisión Española”. Inauguración emisiones de TVE.
—Una televisión —me comentó interrumpiendo mi exposición— que conformó mi personalidad, interesada por el conocimiento, el debate de ideas o la confrontación de perspectivas. Una televisión que me ayudó a analizar y comprender la realidad; una realidad, a veces en blanco y negro y otras en color; unas amable y otras amarga; unas comprensible y otras incomprensible. En aquella época me formé la idea de ser algún día informadora, presentadora, política o meteoróloga.
—Una educación a través de la televisión —añadí— que complementaste con la de los libros.
—Sí, en efecto, libros, siempre libros, auténticas torres de libros. Era tal la pasión por la lectura que yo misma me proponía leer cada mes el mayor número de libros posibles. Devoraba colecciones completas del estilo de “Las aventuras de los Cinco”, “Las Mellizas en Santa Clara”, “Los Hollister” o “Resuelve el misterio”. Los leía con fruición, en horas hábiles e inhábiles, o esperando al Bibliobus. Los pedía con motivo de mi comunión o por cualquier otro motivo, justificado o injustificado. Mis estanterías, mis maletas, mis bolsos y mis coches estaban repletos de libros, es decir, de saber, conocimiento, fantasía, creatividad, ilusiones y esperanzas. En fin, libros, siempre libros. Cada vez más. Una bella pasión por la lectura —con la que creo haber venido a este mundo con innumerables libros debajo del brazo—, porque, hoy, recuerdo con gran emoción que, cuando en mi casa no había libros y yo apenas comenzaba a leer, cogía los catálogos del trabajo de mi padre y juntaba letras y construía frases.
Un nuevo y largo silencio paró nuestra conversación, invitándonos a la reflexión. Ahora en torno al significado profundo de unos grandes maestros de la vida: los libros. Esos maestros que nos enseñan de forma divertida y amena; que nos hacen viajar hacia lugares a veces inexplorados; a comprender la realidad que nos ha tocado vivir; a producir emociones; a ayudarnos a crecer como personas; inculcarnos valores con sus historias y enseñanzas; a traer a nuestra memoria recuerdos que teníamos sepultados en lo más profundo de nuestro inconsciente; y, también, cómo no, a formar un espíritu crítico para, en la línea que apuntó el filósofo José Ortega y Gasset en su emblemática obra, “La rebelión de las masas”, conformar personalidades selectas como la de Ana, mi interlocutora, a la que, por la fuerza del destino, he tenido el privilegio de conocer. Rompo este silencio con una pregunta que le formulo a bocajarro.
—¿Existe algún período de tu vida que te haya marcado especialmente?
—Bueno, yo creo que todos los periodos de nuestra vida tienen su propio significado —me responde de un modo pausado y reflexivo, consciente de que mi pregunta no puede ser respondida así como así.
—Sí, claro —asentí. Yo también creo que todas y cada una de nuestras etapas vitales son como peldaños que nos hacen subir hasta donde nos encontramos en un momento dado. Algunas son muy intensas; otras, sin embargo, más anodinas. Pero, todas, sin excepción, son imprescindibles para entender lo que somos y deseamos. Así que, por estos derroteros va mi nueva pregunta.
—Pues, en este sentido que me indicas, voy a hablarte de un periodo de mi vida que yo calificaría de extraordinario y emocionante. Para mí fue un gran privilegio poderlo vivir. Lo sitúo entre mayo del año 2009 y octubre del 2012, aunque lo podría alargar hasta avanzado enero del año 2013. Estoy hablando de la IX Legislatura del Parlamento Vasco.
Te tengo que aclarar que mi relación con esta magnífica tierra del País Vasco y la de Navarra, es muy estrecha, pues gran parte de mi familia, tanto materna como paterna, emigraron allí; también mis padres. Mi madre, por un periodo más corto; el de mi padre fue durante largos años. Hoy, las nuevas generaciones continúan haciendo de nexo de unión entre nuestra tierra burgalesa, la vasca y la navarra.
Yo viví por largas temporadas con mis tíos en Rentería. Vi, oí y olí, el enfrentamiento diario que se vivía en aquellas calles… los incendios, las piedras, los lanzamientos de objetos, basura, y líquidos, a través de las ventanas… yo viví el odio y el miedo; pero, también, las risas, el olor a mar, los paseos en la vespa de mis primos, y el calor del hogar.
Por eso, y por más, cuando recibí la llamada para formar parte del Gobierno del recién elegido Lendakari Patxi López, me embargó la alegría, la ilusión y las ganas. Sabía que podía aportar a aquel Gobierno mi trabajo, mis conocimientos, mis ideas, mis proyectos, mi profesionalidad, mi tiempo y mi vida. Sabía que era un momento histórico y que formaría parte de él.
—Patxi López —comento tratando de contextualizar el momento—, ha sido el primer Lehendakari del Gobierno vasco no nacionalista, jurando su cargo un jueves 7 de mayo del año 2009, en la Casa de Juntas de Gernika, bajo el roble, haciendo uso de una fórmula nueva. Alcanzó esta alta e histórica responsabilidad con el apoyo de su grupo, del PP y UPyD, sumando 39 de los 75 votos del Parlamento Vasco. El otro candidato, Juan José Ibarretxe, sumó 35 (30 de su grupo, el PNV, 4 de Aralar y 1 de EA. Por su parte, EB, tal y como había anunciado con antelación, se abstuvo.
—¿Te llamó la atención que afirmara ese día que: “Yo seré el Lehendakari que estará cada día frente a ETA?
—Me pareció coherente y consecuente con su trayectoria.

—Plenamente consciente —añadí yo, con la intención de seguir contextualizando aquel momento— de que el terrorismo ha marcado la historia reciente de España, desde los años sesenta, violando los principios democráticos, reduciendo las posibilidades de participación política de forma libre e igual; originando grandes costes materiales y de seguridad; deteriorando la convivencia al atacar nuestros derechos humanos más elementales; y, evidentemente, afectando brutalmente a sus víctimas, la consecuencia más trágica del empleo de la violencia. En fin, en nuestra memoria personal y colectiva quedarán grabadas con fuego las personas asesinadas, heridas, secuestradas, extorsionadas y amenazadas y sus repercusiones dentro de su entorno de familiares y amigos.
—Así es. Con este objetivo principal marcado por nuestro nuevo Lendakari me embarqué ilusionada a trabajar, trabajar y trabajar, tratando de gestionar lo mejor posible las tensiones, los enfrentamientos, las imposibilidades y las imposiciones. No había nada entonces que se interpusiera en el camino que yo me había trazado: ni el arduo trabajo, ni las reuniones sin fin, ni las muchas horas delante del ordenador, ni de las conversaciones y negociaciones interminables, ni las visitas con acuerdos y desacuerdos; tampoco el traslado diario de Burgos a Vitoria, de una hora de ida y otra de vuelta, con nieblas, hielos, viento, lluvia y sol.
—Unos momentos, sin duda, difíciles y estresantes —comenté.
—Pero la vida, como bien sabes José Antonio, tiene también momentos gratos y cálidos, que yo tuve el privilegio de disfrutar. Así que, también recuerdo gratamente los homenajes, los congresos, las entregas de premios, los actos, y nuestras fructíferas reuniones de la Lehendakaritza; así como los brindis con Txakoli. La amistad, sí la amistad, la profunda amistad y los afectos y los arropes, necesarios hoy y siempre.
—¿Alguna curiosidad, anécdota, algo que comentar y que no te gustaría dejar en el tintero o para otro momento? —pregunté. Ya sabes, Ana, que los periodistas siempre estamos a la caza y captura del titular. A lo que, tras unos breves instantes de reflexión me respondió:
—Sí, creo que te puedo proporcionar uno. Se produjo dentro del contexto del penúltimo atentado de la banda terrorista ETA, un 29 de julio de 2009, en la Casa-Cuartel de la Guardia Civil en Burgos. En ese momento dormían en su interior 118 personas, de las que 41 eran niños. Afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas mortales, pero el infame atentado dejó muchos afectados. Entonces le pregunté a mi Consejera, la señora Isabel Celaá (que luego, como sabes, ocuparía los cargos de ministra de las carteras de Educación y Formación Profesional y de Portavoz del Gobierno de la Nación, entre los años 2018 y 2021) si los Cuerpos y Miembros de la Seguridad del Estado estaban al tanto de mis desplazamientos, de madrugada y ya avanzada la noche, entre Burgos y Vitoria. Es que, por primera vez en mi vida, había sentido miedo.
Antes de aquello, ya había amigos y familiares que ya tenían reticencias en ir a mi lado y montarse en mi coche. Aunque me sentía segura por convicción, al disponer de un coche del gobierno, diferente cada mes por razones de seguridad, así como de un servicio de escoltas, para determinadas operaciones dentro del desarrollo de nuestro trabajo, debo admitir que la realidad era otra.
—¡Y bien que lo era! —exclamé.
—Es que la acciones terroristas no cesaban. En el año 2009 se produjeron dos atentados con víctimas en Arrigorriaga y Calviá. Este último, donde murieron dos guardias civiles, se perpetró al día siguiente del intento de una masacre en Burgos. Mi ciudad ya había vivido momentos terribles por causa de ETA. El 1 de julio de 1997 vimos salir de un vehículo a Ortega Lara, después de pasar 532 días encerrado en un zulo en Mondragón. Ortega era mi vecino, vivía frente a mi casa.
—¿Qué recuerdas especialmente de aquel trágico día?
—Recuerdo perfectamente que aquel día salimos a la puerta de la sede del gobierno en Vitoria. Isabel Celaá sustituía a Patxi López por encontrarse fuera de España en viaje institucional. Me pidió que me colocara a su lado. La imagen, el momento, se reprodujo en todos los medios de comunicación. Mi familia, mis amigos y los hijos de mis amigos, me vieron; y sé que tuvieron miedo.
—Pero un día, todos pudimos vislumbrar la luz al final del túnel…

—Sí. En el año 2010 se produjo el último atentado con víctimas en Dammarie-les-Lys. Y fue aquel inolvidable 20 de octubre de 2011, cuando la organización terrorista anunció el “cese definitivo de la actividad armada”. Esos momentos, ese ambiente, ese ánimo, esas miradas, esos abrazos, esas lágrimas, forman parte mí. Todos y todas contribuimos un poco. Otros lo dieron todo, hasta su propia vida.
Al terminar, cuando a finales de enero de 2013 regresé a Madrid, dejaba mucho y bueno hecho. Reformas de calado. Normas avanzadas. Acuerdos necesarios. Dejaba un parte de mí. Me llevaba amistades para siempre e imágenes únicas e irrepetibles.
—¡Uff! —exclamé—, permíteme, querida Ana, que, por unos instantes sosiegue mi alma. Te confieso que me vendría bien llorar un poco con el fin de serenar mi alma, al contemplar tanta maldad y dolor perpetrado. Si no lo hago en este preciso momento no es por no tener ganas, que las tengo y a raudales; ni tampoco porque sea de la generación de “los hombres no lloran”; es que, como a la mayoría de los españoles, ya casi no me quedan lágrimas que derramar, después de tantos años de dolor y de miedo. Pero, eso sí —esto sí que puedo hacerlo— pedir la palabra para escribir, con el mismo deseo auténtico del poeta vasco Blas de Otero, “En defensa del reino del hombre y su justicia”.
—“Escribo —empezó a recitarme Ana, sorprendiéndome una vez más con su erudición, con los versos sublimes de Blas de Otero— en defensa del reino del hombre y su justicia. Pido la paz y la palabra. He dicho “silencio”, “sombra”, “vacío” etcétera. Digo “del hombre y su justicia”, “océano pacífico”, lo que me dejan. Pido la paz y la palabra”.
De nuevo, otro silencio, éste de carácter sepulcral. Tenía la convicción de que Ana ya me había trasladado lo esencial de su bagaje —rico, intenso, interesantísimo— personal y profesional; sin embargo no podía dejar de pasar esta oportunidad para que me trasladara su visión de la figura humana, política y jurídica de D. Francisco Tomás y Valiente?; y también, ¿cómo no?, de ¿Cómo influyó en el proceso de la Transición su asesinato?
—Pues, verás, José Antonio. Francisco Tomás y Valiente había afirmado en cierta ocasión que “Cada vez que matan a una persona, nos matan a todos un poco”. Cuando él mismo fue asesinado en su despacho de catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid tenía 63 años de edad y hacía cuatro años que había dejado de ser presidente del Tribunal Constitucional. Su asesino, Jon Bienzobas Arretxe, alias “Karaka”, disparó sin misericordia contra el expresidente del Constitucional mientras hablaba por teléfono. Aquel brutal crimen consumado el “Día de los enamorados” del 14 de febrero de 1996, ocasionó una extraordinaria reacción popular en forma de manifestación multitudinaria, reuniendo a más de 850.000 personas para exigir el fin de la violencia de ETA. En el año 2007, Bienzobas fue condenado por este crimen a 30 años de cárcel por la Audiencia Nacional.
—Ahora ya sólo nos queda seguir recordándole, a través de su legado, intelectual, jurídico, ético y moral. También, con honores y reconocimientos.
—Así es. Francisco Tomás y Valiente ya ha recibido innumerables honores y reconocimientos, como La Orden del Mérito Constitucional. Por su parte, El Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con la Fundación Cultura de Paz y la Facultad de Derecho, organiza el concierto —homenaje a Francisco Tomás y Valiente todos los años, por febrero. Se trata de un reconocimiento póstumo a todo lo que él representó en vida: como persona, como jurista, como humanista y como referente moral.

—Ciertamente, hablar de Francisco Tomás y Valiente es hablar de un jurista de una talla excepcional, tanto en lo profesional como en lo humano —comenté, apostillando su entrañable reflexión.
—Sí, efectivamente —asintió. A pesar de su ausencia, tenemos la suerte de contar con su grandioso legado intelectual, jurídico, ético y moral. Su archivo personal fue donado por sus herederos al Tribunal Constitucional, en cuyo Archivo General se conserva. También pueden resultar de interés sus columnas y tribunas, publicadas en El País: “ETA y nosotros”, “A vueltas con la Transición”, “Sobre la tortura y otros males menores”, “Razones y tentaciones del Estado”, etc; todos ellas dan muestra, más que elocuente, de la elevada talla intelectual, jurídica, ética y moral de este gran hombre y personaje público.
Cuando sentí que casi ya todo estaba dicho y consumado, le pedí a Ana, con la que he tenido el inmenso placer de mantener esta intensa e interesantísima conversación en torno al “EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”, ante la atenta mirada del espíritu impregnado en el conjunto escultórico “In Memoriam” de Don Francisco Tomás y Valiente, un cierre inolvidable, un broche final, un recuerdo imborrable, una reflexión final inapelable, respondiendo libremente a mi última pregunta.
—¿Consideras que podemos hablar del llamado “ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN”? ¿Qué es para ti? ¿Qué queda en nuestros días de él?. ¿Qué enseñanzas éticas y morales (o de otro tipo) conlleva ese “espíritu” para las nuevas generaciones? ¿Crees que es trasladable a otros contextos, dentro y fuera de nuestro país?
—Te respondo encantada, José Antonio. Creo que todas estas preguntas sobre la Transición política española que me acabas de formular contienen el mismo trasfondo, pudiéndolas situar en un mismo paralelo. Para tal fin, y como no podía ser de otra manera, haciéndome eco de una de las Tribunas de Francisco Tomás y Valiente, la que él publicó en el diario El País, el 31 de octubre de 1995, titulada “A vueltas con la Transición”. Te leo algunos extractos:
- “La Transición fue una sinfonía coral sin partitura, que se interpretó en un concierto sin espectadores, porque nadie se quedó fuera del escenario, sino que cada cual, o tocaba un instrumento, o coreaba con su voz aquello de Libertad”.
- “Como no hubo partitura, nadie pudo actuar como director del concierto, cuya función consiste en eso, en interpretar la música escrita. No hubo un hombre solo que llevara en su mano la batuta. Ni siquiera el Rey.
- “Quienes vivimos aquello rememoramos con orgullo y sin arrepentimiento: la viva solidaridad que entonces hubo entre todos los españoles demócratas. El grito antes recordado se clamaba por igual en Salamanca o en Madrid, en Barcelona o en Valencia, con la única hermosa variante de la lengua en que se decía. Todas las gargantas sabían lo que pedían.
- “No obstante, entre todos, conseguimos la mayor parte de lo que entre todos nos propusimos. Recordémoslo como obra colectiva, como algo que nos une, cuando todo o casi todo parece, enfrentamos como si no tuviéramos raíces comunes”.
- “Si partitura no hubo, lo que sí sabíamos muy bien todos los españoles, salvo unos cuantos poderosos energúmenos que nunca. han de faltar, es que queríamos pasar de la dictadura a la democracia sin violencia. Esa fue la esencia de la Transición, la fórmula unánime que subía desde abajo.
- “Aquel proceso histórico fue único y es irrepetible”
—¡Magnífico! ¡Qué más se puede decir al respecto! —exclamé.
Sí, creo que con ello quedaría dicho todo y más sobre la Transición; aún así, me vas a permitir que haga mías otras palabras: las de Julián Casanova autor, junto a Carlos Gil Andrés, de la magnífica obra “Historia de España en el siglo XX”. Rescato la siguiente certera reflexión que, comparto y expongo, para seguir dando respuesta a tu pregunta:
“La Transición, conducida desde arriba por las élites políticas procedentes de la dictadura, empujada desde abajo por la oposición democrática y una amplia movilización social, puede ser modelo de muchas o pocas cosas, dependiendo del relato, pero será difícil encontrar las virtudes de su supuesto espíritu de pacto, y de superación de los intereses partidistas, en aquellos Gobiernos. A no ser que se defienda la leyenda rosa del pasado ejemplar.”
EPÍLOGO

Conocimos durante la tarde de este pasado miércoles 22 de junio el triste fallecimiento de José Luis Balbín, presentador y creador del programa de debate de TVE “La Clave”, referente durante la Transición. Su esposa, Julia Mesonero, a través de un comunicado que compartió en el perfil público de su marido, José Luis Balbín, escribió: “Con profundo dolor os comunico que en el día de hoy a las 19:15h ha fallecido en Madrid José Luis Balbín. He querido comunicarlo por esta vía para agradeceros personalmente las continuas muestras de cariño y respeto que le habéis manifestado durante todo este tiempo en redes sociales y a través de la web oficial”.
Ana Caro ha querido sumarse a las innumerables muestras de cariño y reconocimiento hacia José Luis Balbín, con este sentido mensaje y un poema creado para él como homenaje póstumo, titulado “PRAVIA-IMÁGENES”.

Nuestra apreciada Julia Mesonero, compañera de José Luis Balbín, apreciada amiga, y directora de contenidos de la Web dedicada a su figura https://joseluisbalbin.es/, nos envió la triste noticia de su fallecimiento el día 22 de junio de 2022. Balbín descansará, como era su deseo, en su querida Asturias, en su ciudad natal, Pravia. Muchas han sido las muestras de consideración, respeto, admiración y afecto, mostradas a lo largo de estos días, las cuales no hacen sino poner de manifiesto, y en valor, una vez más, lo extraordinario de esta figura del periodismo español de la Transición. Sírvase este espacio, en esta conversión, para ser un lugar más donde alzar la voz para reconocer a José Luis, persona, y a Balbín, profesional.
PRAVIA-IMÁGENES
ANA CARO
-EN HOMENAJE PÓSTUMO A JOSÉ LUIS BALBÍN–
Soplidos impíos de retener los vientos de la desidia. Sin cortar las atemperadas pausas de las paredes vacías. Arremolinando lascivias. Partiendo las mitades de los deseos inmensos y solos. Batir las alas de las sustancias. No oír los quejidos roncos de la desesperanza. Saberte ausente. Siempre. ¿Y si marcho en su busca? Profundo. Donde los acantilados nacen deprisa. Solos, del sueño de ser amaneceres y no reconquistas, del absurdo mundo del miedo.
José Antonio Hernández de la Moya y José Francisco Adserias Vistué en EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN.
Fotografías facilitadas por Ana Caro.
Muchas gracias por acompañarnos. Acceso a las conversaciones.
Si te ha gustado el artículo, por favor ayúdanos a poder ser sostenibles comprando los libros de José Antonio Hernández de la Moya y José Francisco Adserias. Muchas gracias
La Transición, parafraseando a Silvio Rodríguez en su maravillosa “Pequeña serenata nocturna”, tiene que pedir perdón a ¡los muertos de su felicidad!
Gigantes, como Francisco Tomás y Valiente, dieron todo lo que tenían por ella. Hasta su vida. Consiguieron despertar sin sobresaltos a esa Blancanieves cuarentona (ajada, indolente y remolona) que era España. Lograron espantarle sus pesadillas, su oscuridad, sus nubarrones, sus depresiones y sus miedos. Y posibilitaron reincorporarla a la realidad, hacerla habitar el tiempo y vertebrarla –pegando sus pedazos rotos- hasta lograr integrarla con todos -gracias al diálogo, la renuncia y el compromiso-. Casi nada.
Esa hemiplejia moral que tenía paralizada a España y había denunciado Ortega (cualesquier posicionamiento sesgado de la ideología -da igual de que signo sea- transforma al individuo -la soberanía: crítica, libre y pensante- en masa -la nada: conformista, sierva y vulgar-), necesitaba de estos titanes para curarla (más que de jefes, directores o lideres).
Su sacrificio supuso la primera piedra de nuestro futuro. Lo menos que le/s debemos, más allá de homenajes escultóricos, es no traicionar su decencia y legado (jurídico, intelectual y democrático): invadiendo, contaminando y descomponiendo -por vía partidista- las Instituciones; poniendo en jaque la división de poderes; pervirtiendo el Parlamento hasta convertirlo en mero ratificador de los decretos del Gobierno; controlando políticamente los nombramientos de CGPJ, el TS y el TC; mostrando incapacidad para el debate limpio, el trato respetuoso y el acuerdo constructivo; etc..
La Transición va mucho más allá de saber hasta dónde llega. Además, seamos educados, a una Señora no se le pregunta por los años. Máxime en la situación actual, de regresión severa y pérdida de sus valores eternos, en la que pareciera que no la hemos superado y necesitamos adaptarla a los nuevos tiempos.
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