A partir de la década de los 60, en Castilla y León aconteció un éxodo rural hacia las capitales de las regiones propiciado por la necesidad de mano de obra en una floreciente industria tecnológica, en especial la del automóvil.
A su vez, la labor humana en el campo era cada vez menos necesaria debido a la mecanización progresiva de las operaciones agrícolas y ganaderas; por tanto en aquella época comenzó a forjarse lo que conocemos hoy en día como la explotación intensiva del sector primario.
Sin embargo, todo éxodo arrastra una nostalgia que confronta, en este caso entre compatriotas, dos estilos y concepciones de vida diferentes, el rural y el urbano. Pero lejos de repelerse, se enriquecieron entre sí y a pesar de ser grupos con idiosincrasias diferentes, supieron fundirse en un mismo compromiso, quizá el más universal de todos: el de mejorar los recursos de las familias a través del entendimiento y la unión con los demás.
Un claro ejemplo de esta necesidad por encontrar un espacio nuevo en las ciudades donde poder subsistir por la carencia de trabajo en las plantaciones, es esta coplilla escrita por un lugareño llamado Alejandro López De Hoyos (78 años) del hermoso pueblo de Cisneros De Campos (Palencia, España) durante aquella época de traslados y sueños.
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