La mirada de un ser amado es el camino hacia el interior del alma; ése que sólo se puede andar cuando cuentas con el valor y el instinto de una persona enamorada.
Y en esta senda descubrimos que dentro de alguien que te ama, no existen puertas cerradas ni habitaciones obscuras; sino un horizonte claro de vida y un fresco mar para zambullirnos en él y poder disfrutarla.

Y al igual que la inercia del oleaje, las miradas de dos amantes toman una cadencia sensual como gestos que suavizan la dura rutina.
Las miradas de amor se dejan llevar; fluyen como un caudal primigenio de un río que aún no tiene curso. Porque dos miradas de amor no atraviesan el espacio guiadas por nada, sino que danzan juntas tan libres que no les afecta el ruido del tráfico, lo angosto de un vagón de metro o un charco en la acera.
Un poeta dijo una vez: “el alma sólo sabe besar con la mirada”. ¿No piensan queridos lectores que que tiene toda la razón? Eso sí, les pido disculpas por no acordarme del nombre del autor de esta cita, aunque creo que en el momento que la escuché yo estaba bajo el hechizo de una mirada enamorada.
Juan J. Ramírez
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