En cierta ocasión, un buscador de la Verdad preguntó a un maestro iluminado:
-Maestro: ¿Qué es el metaverso?


-El metaverso es un mundo virtual –le respondió–, uno al que te podrás conectar utilizando una serie de dispositivos que te harán pensar que realmente estás dentro de él, interactuando con todos sus elementos. Lo que tú consideras el mundo real es, aunque no te lo parezca, también un mundo virtual, un metaverso.
-¡Cáspita! –exclamó para sus adentros el buscador de la Verdad–. ¿Entonces estoy viviendo en un mundo virtual como si se tratara de un metaverso? –¿Podría ser más explícito, maestro? ¿Me podría explicar cómo puedo estar viviendo en un mundo no real sino virtual?


-Sí. Así es –le respondió el maestro– Lo que tú consideras real es maya, es decir, ilusorio. Maya significa creación, energía creadora, aparición. Tiene que ver con la forma y la materia, con el mundo manifiesto, con lo que tú llamas realidad. Sin embargo, lo que tú puedes percibir con tus sentidos –siempre mensurable y mutable– es irreal e ilusorio.

-Y ¿qué es lo real, maestro? ¿Cómo puedo hallarlo?
-Lo real es lo no manifiesto, inmutable y eterno.
-Bien. Pero ¿Cómo puedo acceder a él?
-Con el despertar de la Consciencia –fue la lacónica y enigmática respuesta del maestro–.
La concepción de la vida como maya, sueño, ilusión o, en lenguaje tecnológico actual, “metaverso”, es muy antigua. Lo podemos comprobar en el pensamiento hindú, la mística persa, la moral budista, la tradición judeocristiana y la filosofía griega.

Platón, en su famosa alegoría de la caverna, nos presenta la tesis de que el hombre vive en un mundo virtual, de sueños. Para ello, nos describe que en una caverna permanecen unos hombres encadenados desde su nacimiento, de la que no pueden salir, ni tampoco mirar hacia atrás para averiguar cuál es el origen de su encadenamiento. Detrás de estos hombres hay una hoguera colocada a cierta distancia que ilumina la zona y, entre ella y los encadenados, un muro. Entre el muro y la hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre la pared de la cueva que están contemplando los hombres encadenados, sobre la que se proyecta las siluetas de árboles, animales, montañas, personas y otros tantos seres animados e inanimados.
Por estrambótica que pueda resultar la escena, según Platón, no es más que una metáfora del estado actual del alma humana, que considera como real todo aquello que percibe a través de sus sentidos.

El influjo de esta concepción platónica en la cultura occidental ha sido muy relevante. La obra teatral “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca, es un claro ejemplo de ella, al abordar el sentido de la vida como un sueño. “¿Qué es la vida? –pregunta en el poema– Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Por su parte, Cervantes, se planteó –en casi todas sus obras–, el problema de la realidad objetiva, de si el testimonio de los sentidos es seguro o falaz. Para él, la mente humana no refleja pasivamente la realidad, sino que se vuelve su modelador ideal. Los sentidos engañan, por lo que hay que ir más allá de la mente humana para conocer la realidad. En el capítulo XXV de la primera parte de “El Quijote”, la obra magna de Cervantes, don Quijote le dice a Sancho: “Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa”.
En la película Matrix, de 1999, Morfeo le dice a Neo:
-¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real?
-Si estás hablando de lo que puedes sentir –le responde–, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.
Hoy, el avance de la tecnología ha creado técnicas sorprendentes que, sirviéndose de herramientas como la inteligencia artificial o la realidad virtual, sitúan al hombre en espacios virtuales donde podrá interactuar con otras personas que no se hallan dentro de su mismo espacio físico. Si el discípulo de la historia le preguntara a su maestro qué tiene que ver el “mundo real” con el metaverso, le respondería seguramente que el metaverso es una metáfora del “mundo real”.

La metáfora del Metaverso
Lluisa Martínez tvcostabrava.com
José Antonio Hernández de la Moya
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